martes, 14 de agosto de 2018

De ahora en más en las películas argentinas los maleantes deben ser punidos para que Malena Pichot no se ponga mal

Más sobre El ángel en La otra.-radio del domingo, clickeando acá


Si lográramos pegar el salto que va, en la escena final de El ángel, desde el interior de la casa vacía donde Carlitos baila por segunda vez "El extraño de pelo largo" hacia el exterior donde una bocha de milicos rodea la manzana, comprenderíamos algo decisivo sobre la naturaleza del cine. En esa simple sucesión de dos planos unidos por un corte se abre un abismo que abarca desde la ficción hasta la historia, desde la comedia hasta la tragedia, desde el placer hasta la ley, desde la libertad hasta la cárcel, desde la juventud hasta la muerte. ¿Qué dice esa colisión de imágenes para el juicio del que mira? 

Leí comentarios que desaprueban El ángel por la inverosimilitud del hecho de que el apresamiento de Carlitos demandara tal cantidad de efectivos. También discusiones retrógradas acerca de la peligrosidad de embellecer a un personaje que comete actos terribles. Para la moral retrógrada, desde la crítica cinematográfica hasta el femirulismo, las ficciones, más todavía si están "inspiradas en hechos reales", tienen que pagar peaje a la verosimilitud y al código penal. En el cine edificante, los finales funcionan como el restablecimiento del orden vulnerado y, por ende, como advertencia al espectador: esto que viste no está bien, ni se te ocurra intentarlo.

Ortega elige al final yuxtaponer esos planos adentro/afuera, baile/allanamiento, soledad/multitud y nos deja en vilo: el resto queda en nuestras manos, obvio. Hay que comprender bien de qué se trata el cine para terminar ahí, para no hacer un epílogo moralizante ni aspirar a una estabilidad aplacadora. La única falla que estragó la dramaturgia de Historia de un clan es su desdichado epílogo "documental". Después de esa serie tan llena de momentos geniales, Ortega tenía que advertir que no era posible repetir ese error, que en la sucesión de los planos de la secuencia final se apoya la solidez de su edificio. Ese vacío que aparece entre los dos planos es un salto que hay que dar. Quizás el genio del cine se juegue en cómo se montan los dos planos finales de una película. 

En La otra.-radio del domingo seguimos hablando de El ángel, desde el libro periodístico de Rodolfo Palacios, El ángel negro, que Luis Ortega leyó para empezar a inspirarse en la película que haría, con los testimonios del Indio Solari, Enrique Symns, Andrés Calamaro y el propio Ortega sobre los múltiples sentidos del ícono de Robledo Puch en la cultura argentina al que ahora esta película viene a sumarse, hasta el feeling  musical que le hace gambetas a las convenciones narrativas, pasando por ciertas objeciones pichotas que se escurren como un tweet en una cloaca. Pueden escuchar ese tramo del programa clickeando acá.

1 comentario:

Marcelo D. Foti dijo...

La vi ayer. Admirable. Que retrato ficcional tan bien hecho. Yo tengo edad suficiente para acordarme de los hechos "reales", y lo pongo entre comillas porque los hechos estaban mediados por el aparato informativo de esa época. la tapa del diario Crónica es de antología.
Que actuación la de Lorenzo Ferro, y también la del Chino Darin, bailando en el borde del homoerotismo y sin caerse. Fanego, Morán y Lanzani hacen un capolavoro.
Un verdadero placer, que importa la verdad, viva la ficción bien hecha!!!

Marcelo Foti