Tres estrellas tuvieron que alinearse para que El ángel fuera posible.
- Carlos Eduardo Robledo Puch (a) Carlitos a principios de los años 70 se convirtió en el ícono más bello del mal que la sociedad argentina pre-dictatorial podía dar a luz. El caso del pibe de rulos rubios y cara de ángel que en menos de un año dejó un reguero de muertes ejecutadas a sangre fría cautivó desde el inicio a la prensa, que propagó su inquietante figura en fotos que perfumaron la violencia de la época de un aire libertario. Mientras Osvaldo Soriano con su elegancia noir instaló la figura del nihilista romántico para la clase media ilustrada desde el diario La Opinión, Héctor Ricardo García lo presentó en las tapas de Crónica como el asesino invertido, normativizando su fábula reaccionaria de alto impacto masivo. Después la dictadura, cambió para siempre el estándar del mal civilizatorio argentino.
- Luis Ortega nació en 1980 y desde 2002 viene desarrollando su obra cinematográfica de menor a mayor, primero desde los márgenes y ahora situado en el más rotundo mainstream. Antes de morir, Leonardo Favio lo ungió como su heredero artístico, cuando esto podía no verse con claridad. En el tramo reciente de su filmografía Ortega parece estar poniéndose a la altura de esas expectativas. Hoy es el que conjuga insolencia artística y popularidad como no lo intentó ningún otro cineasta argentino desde Favio. Cuando Luis nació, Robledo Puch ya estaba encarcelado desde hacía tiempo. Favio vivía en el exilio y su obra se encontraba en un impasse incierto. Pero, detalle: Ortega es Ortega, el hijo raro de una familia que ya estaba ubicada en el corazón católico blanco argentino cuando Robledo Puch había cometido los crímenes que lo convirtieron en leyenda negra. Ortega emerge desde el seno de esa extirpe políticamente connotada. Como autor, disemina marcas de esa pertenencia acá y allá, más explícitamente desde que retrató en Historia de un clan al Clan Puccio, complemento simétrico del Clan Ortega. En El ángel, Luis Ortega asume todas sus filiaciones entreveradas, entre Palito Ortega, Carlitos Robledo Puch y Leonardo Favio.
- Lorenzo Ferro es un actor debutante, descubierto por Ortega en la primera jornada del casting para hacer el personaje de Carlitos, El ángel. Sin ese encuentro, la película no sería posible. No una biopic sobre Robledo Puch, sino la reinscripción del ícono de los 70 sobre la piel virginal de Ferro. La fotogenia excepcional del chico es el resultado de una refinada operación poética del cineasta. La intensidad emocional de la película se juega en el magnetismo que se establece entre esas dos miradas: la del actor y la de la cámara, la de la cámara de Ortega sobre la cara de Carlitos. Cuando la critica debate acerca de la empatía de la película con la figura del criminal, su desapego al rigor histórico documental, su posición (a)moral ante los asesinatos, extravía completamente el eje que da vida a la obra. El punto de vista de Ortega no se identifica con Carlitos, no lo reivindica, ni lo absuelve ni trata de entenderlo: lo mira arrobado.
La insolencia mayor de El ángel consiste en transfigurar una saga criminal en una historia de amor. Carlitos está enamorado de su amigo y cómplice Ramón (el Chino Darín). Se llama Ramón, como Palito y va a Sábados para la Juventud a cantar "Corazón contento", mientras Carlitos siente que en la pantalla de la tele Ramón le está cantando esa canción a él. Capturado por su presencia, Carlitos trata de ganar su atención. La tensión erótica entre Carlitos y Ramón remite a la de Charlie y Roberto (Monzón también enrulado y Gianfranco Pagliaro) en Soñar soñar. El Carlitos de Ferro y Ortega es un joven genio del robo hasta que empieza a desestabilizarse al conocer a Ramón. En la escena iniciática, Carlitos observa perturbado el testículo que sale del short del padre de Ramón (Daniel Fanego, genial) y la pistola que el pater familias empuña. El falo irrumpe en escena para descompensar el hasta ese momento grácil desdén de Carlitos por la ley, la propiedad privada y la autoridad. Hasta ahí era un ángel travieso, pero cuando su cuerpo registra la corriente erótica que lo atraviesa empieza a ser movido por fuerzas que lo desbordan y lo llevan más allá de la inocencia. No hacia la culpa, sino hacia la angustia.
El ángel no es una película sobre un asesino, ni siquiera una película sobre un asesino enamorado. Es el mal de amor hecho cine.
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