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martes, 21 de agosto de 2018

Espero que sepas mi nombre pero lo que te puede desconcertar es la naturaleza de mi juego

Especial Robledo Puch en La otra.-radio del domingo, para escuchar acá 



Encantado de conocerte
espero que sepas mi nombre
pero lo que te puede desconcertar
es la naturaleza de mi juego.

Cada policía es un criminal
y todos los pecadores son santos
y cara o ceca da lo mismo
llamame simplemente Lúcifer.
necesito cierta contención
así que, si me encontrás, tratame con cortesía
un poco de simpatía y cierta exquisitez
usa tu bien aprendida educación
o vas a perder el alma.
Sympathy for the devil

Entre los textos breves que prologan el libro de Rodolfo Palacios, El ángel negro. La feroz vida de Robledo Puch hay dos que se destacan del resto. Uno es del Indio Solari y empieza diciendo:

"No encuentro manera de que mis emociones abarquen con sensibilidad adecuada hechos fenomenales como los acontecimientos en que Robledo Puch estuvo involucrado. Cruzó una frontera que creo reconocer, pero nunca me vi extraviado más allá de sus límites.

"En cuanto a su relación con mi imaginería, debo considerar el hecho de que mis personajes, en general, están iluminados por la luz tóxica de sus ilusiones enloquecidas".

La sorprendente revelación del Indio marca el grado hasta el que la figura pregnante de Robledo Puch, el real, marcó a fuego a la sociedad argentina de principios de los 70, cuando la condensación de un Mal ontológico no había alcanzado las cotas inéditas que llegaría a tener a partir del terrorismo de estado del 76. Antes del agujero negro estatal en el que la experiencia social argentina cayó con la dictadura más feroz, podríamos decir que la imagen del Mal aparecía a través una figura más naive, o al menos con una posibilidad de detectar sus ambivalencias. Quizá así se puede explicar que un artista de la incidencia del Indio reconozca hoy la fascinación que ejerció sobre su sensibilidad "la luz tóxica de las ilusiones enloquecidas" de Robledo. Por vía indirecta, a través de las canciones de los Redondos, algo de esa luz tóxica ilumina nuestro inconsciente colectivo.

Distinta es la mirada que Luis Ortega expresa en otro texto de ese mismo libro:

"Quien quiera separarse para siempre de la humanidad, por odio o necesidad, debe hacer algo irreparable. No alcanza con robar para ser distinguido con el desprecio unánime de los demás (el ladrón siempre tiene quién lo comprenda). Para ser implacable en esa soledad, hay que matar hasta a los amigos". (Ver más acá)

Lo que aquí habla a través de Ortega es un malditismo menos ambivalente, con el que el propio Ortega había estado merodeando en su tratamiento de Arquímedes Puccio en Historia de un Clan, ya manchado del terrorismo de estado -el caso real transcurrió entre bandas lúmpenes que habían quedado como "mano de obra desocupada", entre el final de la dictadura y los primeros años del alfonsinismo. Mientras hacía Historia de un Clan, en contacto con Rodolfo Palacios, quien también escribió El Clan Puccio, Ortega extrajo algunas referencias históricas luego transfiguradas por sus intervenciones poéticas antirrealistas para la serie televisiva, pero también conoció y se interesó por la figura de Robledo y empezó a pensar en el proyecto cinematográfico de El ángel.

Sin embargo, Carlitos en la película es otra cosa, una evidente invención ficcional. Y el desvío -finalmente, el gran hallazgo- está dado por la figura inocente de Lorenzo Ferro, el adolescente que encarna a Carlitos en El ángel. Lo que ahora hace Ortega es reinscribir algunos rasgos del ícono deRobledo Puch sobre la piel fresca de Ferro. Esto le permite realzar el lado vital de Carlitos y atenuar los rasgos más tanáticos. En declaraciones recientes, Ortega aclara:

'"Carlitos siente que Dios lo está mirando, entonces camina como un actor de cine, siente que está en una película. Cree que la muerte no existe y mata para comprobarlo. No creo que Carlitos sea tan malo. En realidad no creo que haya que confundir el caso real con la película. Yo no quería hablar del mal, quería hablar del bien. El mal está en todos lados, la poesía y la belleza son muy escasas. Entonces yo quería aprovechar la oportunidad para traicionar las expectativas del público pero para darles algo mejor".



Así Ortega desbarata de antemano las exigencias de apego al caso real que algunos críticos desorientados reclamaron a la película, tanto como la lectura moralista de personajes virtuales como Malena Pichot que, sin ver El ángel y deschavando su pensamiento obtuso, la interpretó como la glamorización de un femicida.

Estuvimos hablando del asunto en la primera parte de La otra.-radio del domingo, clickeando acá.

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