por Erica Vainscheinker
Retomando en la vida adulta la historia de los hermanos de La Leyenda del Tiempo, Lacuesta ofrece una obra potente que se balncea entre la ficción y el documental (las dos aguas del título). Las dos aguas son también las de los hermanos: un agua controlada y un agua desbocada. Agua donde se bañan, agua que lloran, agua como atmósfera y emoción principal del film. Y las palabras que nos cuestan entender por su acento y velocidad, pero no importa, porque su sentido es como un río que no deja de fluir. Las palabras salen a borbotones. Inundan al espectador con su tsunami de emoción.
Uno de los hermanos sale de la cárcel y su esposa lo hecha de la casa. El otro vive con su mujer e hijas, quiere progresar y trabajar. El primero está desesperado por no querer ser sí mismo y el segundo por querer serlo, podríamos decir con nuestro amigo Kierkegaard. Desesperados al fin. El primero es llevado por un grupo religioso a bautizarse en el río. Pero no hay agua que pueda salvarlo de sí mismo, del dolor que no puede superar por la muerte de su padre. Por eso no se bautiza: dice que no está listo. El otro hermano supone estar salvado: con el dinero que consiga como marinero unos meses en otros lugares del mundo, pondrá una panadería.
Mar y río, dos aguas que por momentos se juntan y por momentos se separan, se funden y se apartan. La película comienza con el nacimiento de la hija del hermano descarriado. La escena es fuerte: muestra propiamente el momento en que nace la niña, con una música española en un primer plano sonoro que enfatiza ese momento único. Nacimiento al comienzo, casi al final la visita a la tumba del padre: muerte. Pero la muerte puede ser también un nacimiento: hay algo en el primer hermano que termina y algo que comienza de la mano de sus tres pequeñas hijas. Frente a un río, casualmente, donde pueda, quizás, renacer.
Entre dos aguas resultó la película que el jurado eligió como la mejor de la competencia internacional de esta edición del Festival de Mar del Plata. Un premio justo.
Entre dos aguas resultó la película que el jurado eligió como la mejor de la competencia internacional de esta edición del Festival de Mar del Plata. Un premio justo.