viernes, 17 de enero de 2025

Mulholland Drive: la belleza es el comienzo del horror que somos capaces de soportar


Mulholland Drive es un film cuya visión trastorna. * No se me ocurre una palabra mejor. Tiene elementos del cine de género: suspenso, noir, film de terror, thriller psicológico, musical. Hay rubias que parecen inocentes y morochas fatales. Hay celos, infidelidad, despecho, uno o varios asesinatos por encargo. Hay objetos que funcionan como indicios, que guían la pesquisa: un par de llaves, un cenicero, una caja azul de contenido misterioso, tazas de café. Pero Lynch no apela a estos códigos para tranquilizar al espectador diciéndole "mirá que se trata de un film de genero" o "disculpame los lugares comunes, la rutina, la falta de rigor, después de todo es un film de género". No: Lynch altera por dentro la función del suspenso, del thriller, del musical, del mcguffin, de las rubias y morochas, de los indicios, hasta lograr empujar al espectador hacia una zona viscosa y renuente a las palabras. Oscurá y húmeda como un beso de lengua

Cine y palabras: ¿hasta dónde el cine puede subordinarse al discurso verbal y hasta qué punto esto no es posible. Es que hay una vibración de la piel, brillos y sombras, texturas visuales y sonoras intraducibles a palabras. La "lectura" que se puede hacer de ellas es limitada, porque mientras tanto Lynch va socavando la tranquilidad de un espectador acostumbrado a "leer" un vocabulario conocido. Lynch trastorna la posición del espectador-lector, hasta hacerlo cuestionarse: "¿qué demonios estoy leyendo?". El cine no es lenguaje, sino "lenguaje", el espectador no lee, sino que "lee". (Solo es posible usar estos términos por analogía). Salí realmente nervioso de ver Mulholland Drive.


La vi cinco, diez veces y siempre vi a la gente saliendo perturbada, irritada; algunas funciones terminaron con risotadas y aplausos sarcásticos, típicos aplausos de espectadores despechados que no admiten que una película los supere. Parece que Lynch no se lleva bien con el hábito del espectador de cine. Esta demanda del cine como relato basa su fuerza en el deseo de todo espectador de "entender" de qué se trata una película. Y por lo común, el espectador supone que entiende la película si puede reconstruir con palabras la cadena de acontecimientos que vemos en la pantalla. ¿Y si una obra apuntara a cuestionar esta exigencia del espectador? ¿Si su autor planteara desafiar esta posición de los espectadores “lineales”? Si es eso, entonces la pantalla se vuelve un espejo en el que aparece la frustración de la inercia del espectador.


Si el espectador reconoce su inercia como tal, si acepta que toda película no tiene por qué acomodarse a ese hábito lineal, entonces la experiencia de mirar la película puede transformarse en otra cosa. No es la película la que falla, sino, en todo caso, la experiencia de ver la película hace aparecer una falla entre la película y el espectador. En el caso de Lynch, esa "falla" es el verdadero asunto de la película.

Yo creo que Mulholland Drive, al igual que Lost Highway, Twin Peaks o Blue Velvet ponen sobre el tapete el deseo infantil de que nos cuenten un cuento y a la vez la imposibilidad de contarlo. Lynch lo logra con la musicalidad envolvente de su banda sonora (en co-autoría con el extraordinario Angelo Badalamenti), en la que no solo las palabras, sino también el silencio, la vibración, los timbres (el grano de la voz de Rebeka del Río), la duración (las larguísimas notas del tema de amor), todo significa. Lo logra también con las texturas visuales: los colores brillantes, los contrastes, la tersura del terciopelo azul, el rouge en los labios de las actrices (y de los actores), la belleza como el comienzo del horror que somos capaces de soportar, el cuerpo en escorzo de ¿Diane? ¿Betty? que está muerta y pudriéndose o sólo durmiendo; el petirrojo que lleva en su pico un horrible insecto...


No creo que a nadie le suene raro si digo que Mulholland Drive es oscura, rabiosamente, una película romántica. Ni si digo que es una historia de amor, de celos, de locura y de muerte en el país de los sueños. Los que la vieron sin darse cuenta de que es una película de amor, no la entendieron. Los que se dieron cuenta saben que no se puede vivir sin verla un a y otra vez

¿Qué se siente en el club Silencio? La voz arrebatadora de Rebeka de Río, cantando "Crying".


* Esta nota fue originalmente publicada el 3 de noviembre de 2010.

Lynch, el extremo



*
Si hacemos un ciclo de cine sobre la exploración de los extremos, no podría faltar David Lynch, la gran anomalía del cine americano del último medio siglo. Y ya también de la televisión. El capítulo 8 de Twin Peaks 3 es el evento más anómalo de la historia de la televisión o de como sea que se llame ahora eso que sale por Netflix.

Hay que decir que existe una generación cuya sensibilidad narrativa fue moldeada por Netflix. Probablemente muchos de ellos no sepan que las actuales series televisivas no habrían sido posibles sin la preexistencia de las dos temporadas noventistas de Twin Peaks. Aquellas temporadas ya estaban empujando el arco, obligando a alterar las nociones usuales sobre la relación entre cine americano, televisión americana, series, narrativa, artes plásticas, industria cultural, política de los autores, etc. Todas las taxonomías caducan ante las dos primeras temporadas de TP.

Es cierto: hay algo de postmoderno y muy post-ochentista en el gesto lynchano, pero eso que puede confundirse con las diversas modalidades del consumo irónico, los nichos de consumo, la retromanía, el pastiche, se arruga ante la deformidad de Twin Peaks. Yo los comparo con la forma de la caja del vinilo de Artaud que no entraba en las bateas ni en las discotecas. Si les gusta la comparación, bien. Si no, jódanse.

También creo que hay una camada de lyncheanos que formateó su sensibilidad vía Twin Peaks. Y que muchos de ellos, cruzados con el hábito del consumo de Netflix, estarían esperando una tercera temporada que de alguna manera afianzara sus certezas acerca del objeto de su culto.

Pero Lynch no es solo Twin Peaks, ni tampoco solo Blue Velvet + Twin Peaks.



¿Cuántos fans de Twin Peaks conocerán los recovecos más oscuros de la obra de Lynch? ¿Cuántos habrán visto Inland Empire, su último largometraje, o Eraserhead, el primero que hizo hace ya 40 años?

Bueno: El ya famoso capítulo 8 de la temporada 3 de Twin Peaks tiene más que ver con Eraserhead que con la serie. Lo inaudito no es que Lynch haya recurrido a procedimientos típicos de las vanguardias del cine y las artes plásticas del siglo 20, sino que ponga los diversos dispositivos por los que se cuela en un estado de acople desquiciante. Un fotograma aislado del TP3 - 8 se puede parecer a cierta película del año 27, así como otro plano puede remitirnos al cine B de los 50. Lo que descalabra la máquina es ese juego de cajas donde nada encaja; en ese no-encajar está la revulsión. Lynch parece perfectamente consciente de este reto -político, puesto que el animal político hoy devino animal televidente- al poner en el primer capítulo de esta nueva temporada a un chico que se pasa las horas mirando fijo una caja de vidrio en la que nunca vio nada, pero que también sabe que el que estuvo haciendo esa misma tarea antes que él le parece haber visto algo alguna vez. Poco después de esa acotación, un ente salido del cubo de cristal va a arrancarle la cabeza al chico tele-no-vidente.

Si un capítulo de Twin Peaks modelo 2017 produce estupor, desorientación y regocijo, ¿cómo habrá sido recibida su primera película, cuando todavía no gozaba del actual prestigio cimentado por décadas de intransigencia artística?

El primer largo de David Lynch llevó más de cuatro años de realización, bajo el auspicio del entonces recién fundado Advanced Film Studies del American Film Institute en California, donde Lynch comenzó a trabajar a principios de 1972 con su guión original de 21 páginas: "Mi punto de partida era la imagen de la cabeza de un hombre que rebota en el suelo, que era recogida por un niño y la llevaba a una fábrica de lápices". Lidiando con un presupuesto de u$s 10,000, módico para el contexto del cine norteamericano, Lynch fue productor, director, guionista y editor de su ópera prima. Quería completar una película de 42 minutos en seis semanas. El cast y el equipo técnico se fueron modificando y los problemas de presupuesto prolongaron el rodaje. La postproducción se completó en abril de 1976 y la primera proyección pública de la película se hizo aproximadamente un año después, hace 40 años, el 19 de marzo de 1977, en el Festival de Cine Filmex en Los Angeles, después de haber sido rechazada por los festivales de Cannes y Nueva York.



La recepción inicial se polarizó. La película tuvo defensores entusiastas y detractores acérrimos. Jack Nance describió la noche del estreno: "Se hizo un silencio de asombro. Luego comenzó el aplauso. El público simplemente se levantó, fue precioso". Variety, en cambioo, le dedicó una crítica negativa, aduciendo que a pesar de sus logros tecnológicos la película era un ejercicio de repugnante mal gusto que ofrecía poca sustancia y sutileza. Algunos críticos prominentes, como Pauline Kael en The New Yorker y Richard Combs en The Guardian aprobaron el clima de la película y su lógica onírica, así como su capacidad de inquietar con sus imágenes perturbadoras y ambiguas. La película se transformó pronto en un fenómeno de culto y se mantuvo durante meses en proyecciones semanales en salas del circuito alternativo.

El fenómeno de culto de Lynch fue creciendo de a poco sin detenerse hasta hoy. Su capacidad para seguir sorprendiendo, aterrorizando y desorientando a los espectadores no sufrió un efecto de acostumbramiento. La temporada 2017 de Twin Peaks 2017 azora por su arquitectura torcida, su inagotable imaginería visual, su personalísimo diseño sonoro y ese humor dadaísta que en cualquier momento vira hacia un shock de horror. Cuarenta años de Lynch no lograron hacerlo previsible. Su sola presencia en el circuito mainstream del siglo xxi, su visible anomalía en medio de ese conexto, refuerzan el peso altamente político de su mirada pesadillezca de la trama norteamericana y ahora global, alejada de la infantilización irremisible del cine de Hollywood.

Ver Eraserhead 40 años después permite comprobar que todo esto ya estaba ahí entonces. 



* Esta nota fue originalmente publicada el 20 de julio de 2017, a propósito de la proyección de Eraserhead en el ciclo de Cine Extremo en Red Colegiales.

jueves, 9 de enero de 2025

Popular tradición de esta tierra


 


Otra paradoja se vincula a la tensión que logra establecer entre tradición e innovación: a pesar de que el motivo manifiesto parece conducir a la busca de un tiempo perdido (Corsini, el gaucho, el ombú), creo que finalmente los planos finales de sus películas (la chica en silencio al final del primer Corsini, el chico y el perro al final de Clorindo Testa, las figuras icónicas de Dacal y el propio Llinás recortados en el cielo pampeano) señalan no hacia el pasado argentino sino hacia nuestra contemporaneidad. Por eso no me parecen en ningún caso películas nostálgicas sino promisorias de las nuevas posibilidades de filmar la cuestión argentina.

Popular tradicion de esta tierra entona una lírica del paisaje pampeano como cifra del extravío argentino, justo en el mismo año en que @andres_di_tella da a conocer su Mixtape La Pampa. En un caso Ignacio Corsini, el italiano que canta canciones pamperas,en el otro Guillermo Enrique Hudson, el gaucho argentino que termina siendo un escritor inglés, dos enigmas para interrogar la identidad argentina. Nunca antes el cine de Di Tella y de Llinas estuvieron más cerca.

domingo, 5 de enero de 2025

Las películas del siglo XXI: la lista completa

En la carta de invitación a participar de la Internacional Cinéfila de este año (cuyos resultados se publicaron en Ojos Abiertos hace apenas unas horas) Roger Koza incluyó el siguiente pedido:

"Este año se cumplen 25 años desde que comenzó el siglo. Sé que no será fácil elegir cinco películas del siglo en curso. Por consiguiente, en vez de cinco serán diez, no más de ese número. Puede ser por orden jerárquico o azaroso.  Pueden ser cortos, medios o largos".

No tuve que pensarlo mucho, la lista la escribieron mis dedos. Las siguientes son las diez que finalmente quedaron:

1- Mulholland Drive (David Lynch, EEUU, 2001)

2- Le fils (Jean-Pierre Dardenne y Luc Dardenne, Bélgica, 2002)

3- Blissfully yours (Apichatpong Weerasethakul, Tailandia, 2002) 

4- Good Bye Dragón Inn (Tsai Ming-liang, Taiwan, 2003)

5- Three times (Hou Hsiao Hsien, Taiwan, 2005)

6- Paranoid Park (Gus Van Sant, USA, 2007)

7- Morrer como um homem (João Pedro Rodrigues, Portugal, 2009 ) 

8- Inglorious basterds (Quentin Tarantino, USA, 2009)

9- Like someone in love (Abbas Kiarostami, Japón, 2012)

10- Adieu au langaje (Jean Luc Godard, Francia, 2014)


En realidad lo que sí tuve que pensar mucho fue cuáles de una lista mucho más extensa tenía que dejar afuera: estas, no sin pena:

As boas maneiras (Juliana Rojas y Marco Dutra, Brasil, 2017)

Sieranevada (Cristi Puiu, Rumania, 2016)

Homeland - Iraq Year Zero (Abbas Fahdel, Irak, 2015)

The Hateful Eight (Quentin Tarantino, EEUU, 2015)

The Wolf of Wall Street (Martin Scorsese, EEUU, 2014)

Dolor y gloria (Pedro Almodóvar, España, 2019)

P3ND3JO5 (Raúl Perrone, Argentina, 2013)

E agora? Lembra-me (Joaquim Pinto, Portugal, 2013)

La niña santa (Lucrecia Martel, Argentina, 2004)

Once upon a time in Hollywood (Quentin Tarantino, EEUU, 2019)

Sean eternxs (Raúl Perrone, Argentina, 2022)

La orilla que se abisma (Gustavo Fontán, Argentina, 2008)

El arca rusa (Aleksandr Sokurov, Rusia, 2002)

El sol (Aleksandr Sokurov, Rusia, 2005)

Padre e hijo (Aleksandr Sokurov, Rusia, 2003)

The hand (Wong Kar-wai, Hong Kong, 2004)

An elephant sittin still (Hu bo, China, 2018)

Letters from Iwo Jima (Clint Eastwood, EEUU, 2006)

I don't want to sleep alone (Tsai Ming-liang, Taiwan, 2006)

Route 181, Fragments of a Journey in Palestine-Israel (Eyal Sivan, Michel Khleifi, 2003)

The Turin horse (Béla Tar, Hungría, 2011)

In the mood for love (Wong Kar-wai, Hong Kong, 2000) 

Autohystoria (Raya Martin, Filipinas 2007)

The wild blue yonder (Werner Herzog, Alemania, 2005)

La ciénaga (Lucrecia Martel, Argentina, 2001)

Platform (Jia Zhan-ke, China, 2000)

The world (Jia Zhan-ke, China, 20

Police Adjective (Corneliu Porumboiu, Rumania)

Y dos obras de grandes cineastas que se difundieron en plataformas como series:

Twin Peaks - The Return (David Lynch, 2017)

We are who we are (Luca Guadagnino, 2020)