McDonagh publicó esto en el blog Trabajos Prácticos:
McDonagh va al Malba
Dec 15, 2008
Si quieren ver una película que —más allá del testimonio en off de una sobreviviente— avala la obediencia a la autoridad y la resistencia a la tortura más bestial hasta la muerte, y sin embargo se las arregla para reelaborar la vida de una revolucionaria convencida, que murió en el intento de hacer realidad su visión del socialismo en Argentina a través de la lucha armada, convirtiéndola en un producto atractivo, apto para la flor y nata de la opinión progresista de Barrio Norte, entonces tienen que ir a ver la película de Luis César D’Angiolillo sobre la vida y muerte de Norma Arrostito.
Arrostito es presentada en la película como una figura casi beatífica, caracterizada por sobre todas las cosas por su buen corazón y su amor por los niños. El único acto de violencia que se le atribuye es su rol en la muerte de Aramburu. La película alcanza uno de sus picos de deshonestidad artística precisamente en esos primeros minutos, cuando el director elige no mostrarnos la muerte del tirano secuestrado, ocultando la escena detrás de una mampara de vidrio que nos permite observar siluetas humanas difusas, y nos libra de tener que ver las consecuencias reales de matar a otro ser humano, algo que hay que hacer bastante a menudo cuando uno quiere hacer o aplastar una revolución.
—————
¿Cuáles son las obligaciones cotidianas de un revolucionario en armas? Depende de su rango y su experiencia, pero no hay revolución posible sin personas que planeen y ejecuten el asesinato de miembros de las fuerzas enemigas. El tipo de operación va desde el simple asesinato individual —por ejemplo, seguir sigilosamente a un policía, volarle los sesos y huir— hasta operaciones complejas que involucran a docenas o cientos de participantes, similares a las operaciones militares convencionales.
El trabajo de inteligencia es fundamental en toda actividad revolucionaria. Hacen falta no sólo personas que lean los diarios y otras fuentes de información públicas, sino también personas que estén dispuestas a delatar a sus vecinos, personas que puedan seguir a los posibles blancos sin ser descubiertos, personas capaces de reclutar y manejar informantes en las filas del enemigo. Y además de descubrir lo que está haciendo el enemigo, también hay que hacer todo lo posible para impedir que el enemigo descubra el funcionamiento interno y los planes de la propia organización. En este sentido, se debe prestar especial atención a la identificación, interrogatorio y ejecución de los informantes dentro de las filas de la organización.
Si la organización revolucionaria tiene intenciones serias de derrocar un gobierno, entonces será necesario un sistema para reclutar y entrenar combatientes, pagarles algún tipo de estipendio o al menos asegurarles alimento y un lugar donde dormir.
Será necesario infundir en los miembros de la organización no sólo una clara idea de quién es el enemigo sino también una visión positiva de aquello por lo cual se lucha, y la organización no tendrá mucho futuro frente a un enemigo aún mínimamente competente si no logra el apoyo de un sector considerable de la opinión pública, o al menos implantar la idea de que sus actividades y objetivos no son más desagradables que los del enemigo.
Sería razonable esperar que una película sobre la vida de un revolucionario trate el rol que jugó en todas, o por lo menos en algunas de estas actividades. Pero más allá de las secuencias del asesinato de Aramburu, la película de D’Angiollilo no nos dice absolutamente nada acerca de lo que Arrostito hizo en Montoneros.
¿Qué responsabilidades tenía? ¿A cuánta gente comandaba? ¿Cómo era ser mujer con —suponemos— funciones importantes dentro de una organización que reivindicaba valores familiares tradicionales? No sabemos nada de eso después de ver la película. Algunos sobrevivientes de Montoneros hablan de la vida en la clandestinidad y de la preocupación por su seguridad, pero tampoco sabemos cuáles eran sus funciones o actividades.
Escuchamos “patria o muerte”, “liberación nacional” y cosas por el estilo, pero fuera de eso, no sabemos nada sobre una visión real para el futuro del país después de una eventual victoria. Más allá de slogans, ¿cuáles eran las ideas, los sueños, la ideología en nombre de la cual los Montoneros secuestrados debían resistir la tortura hasta el último aliento? A pesar de la lúcida contribución del historiador Lucas Lanusse, y de los discursos de Perón y otros protagonistas de la época, la película nos deja con una paradójica sensación de ausencia de política real.
Esta desnaturalización de la actividad revolucionaria armada en general, y de la vida de Arrostito en particular, se acentúa con el énfasis sobre sus hábitos personales, sus características y cualidades, todo mostrado de forma implacablemente positiva.
—————
El film banaliza la tortura de una manera horrible. Vemos personas medio desnudas atadas a la mesa de tortura; están lúcidos y no muestran ni un ápice de miedo. La impresión es que cualquier persona con el suficiente coraje moral podrá resistir la tortura, y la película ni siquiera intenta comunicar el horror y la desesperación de tener el cuerpo a disposición de los torturadores por tiempo indeterminado.
—————
Al final, el público en el auditorio del Malba aplaudió a rabiar. Se escuchó incluso algún ¡Vivan los Montoneros!
—————
Si quieren ver un intento más honesto de tratar el legado de violencia política en Argentina durante los años sesenta y setenta, traten de conseguir una copia de M, de Nicolás Prividera.
(Y si realmente quieren aprender algo sobre la lucha revolucionaria, no se pierdan La Batalla de Argel, de Pontecorvo.)
Y lo dicho por McDonagh me suscitó algunos pensamientos:
Dice Mcdonagh:
"Si la organización revolucionaria tiene intenciones serias de derrocar un gobierno, entonces será necesario un sistema para reclutar y entrenar combatientes, pagarles algún tipo de estipendio o al menos asegurarles alimento y un lugar donde dormir.
Será necesario infundir en los miembros de la organización no sólo una clara idea de quién es el enemigo sino también una visión positiva de aquello por lo cual se lucha."
McDonagh banaliza de manera horrible la posición existencial de un revolucionario. Dicho esto sin haber visto la película ni estimar especialmente a su realizador, a los que tampoco tengo ningún motivo para defender.
Se ve que McDonagh en el asunto de la insurrección toca de oído, quizá alimentando su imaginación con películas que no deben ser mejores que las de D'Angiolillo, pero que fomentan la idea de que la revolución es algo promovido por "organizaciones" ad hoc, que incautan personas a las que les pagan un estipendio y les infunden ideas toscas y pueriles acerca del significado de la revolución, ideas que los reclutados son incapaces de sopesar con sus propios criterios.
La simpleza de McDonagh es ofensiva, no solo para con aquellas personas que a lo largo de la historia participaron en toda clase de actos insurgentes. Tomar esa decisión es un paso muy grave y muy dramático y las comodidades de la vida pequeño-burguesa (que parece ser la única vida que McDonagh puede imaginar) son el principal escollo para darlo. La tentación de quedarse en su casa, entregado a la inercia pqueño-burguesa y quejándose blandamente de las distintas circunstancias, es un motivo mucho más poderoso para ser un blando conformista que el temor a las crueldades de los tiranos.
El hombre es un ser libre y es capaz de elegir, ante determinadas condiciones, romper con esa neurótica conformidad y asumir el riesgo de ser otro. No todos tienen el valor de empezar a ser otros y de continuar siéndolo. En un mundo como el actual, donde la dimensión decisiva de la existencia parece residir en el consumo de mercaderías, el stimmung propio de un revolucionario es algo bastante raro. Se ve que a McDonagh le resulta imposible comprender una decisión así. Por eso cree que debe mediar la promesa de un estipendio y que las ideas de un revolucionario son "infundidas" por una "organización".
Ser revolucionario es una posición terrible a los ojos de un pequeño burgués blandamente quejoso. Y es terrible en sí misma. Implica exponerse a situaciones duras, a riesgos de vida, incluso a matar a otros hombres. Y a enfrentar el miedo a la libertad. Un revolucionario puede llegar a cometer actos atroces, que no quiero disimular. Y también actos sublimes, como seguir siendo libre hasta el final de su existencia. Alguas personas son sometidas a crueles torturas, el dolor físico debe ser tan insoportable como el dolor espiritual.
McDonagh va al Malba
Dec 15, 2008
Si quieren ver una película que —más allá del testimonio en off de una sobreviviente— avala la obediencia a la autoridad y la resistencia a la tortura más bestial hasta la muerte, y sin embargo se las arregla para reelaborar la vida de una revolucionaria convencida, que murió en el intento de hacer realidad su visión del socialismo en Argentina a través de la lucha armada, convirtiéndola en un producto atractivo, apto para la flor y nata de la opinión progresista de Barrio Norte, entonces tienen que ir a ver la película de Luis César D’Angiolillo sobre la vida y muerte de Norma Arrostito.
Arrostito es presentada en la película como una figura casi beatífica, caracterizada por sobre todas las cosas por su buen corazón y su amor por los niños. El único acto de violencia que se le atribuye es su rol en la muerte de Aramburu. La película alcanza uno de sus picos de deshonestidad artística precisamente en esos primeros minutos, cuando el director elige no mostrarnos la muerte del tirano secuestrado, ocultando la escena detrás de una mampara de vidrio que nos permite observar siluetas humanas difusas, y nos libra de tener que ver las consecuencias reales de matar a otro ser humano, algo que hay que hacer bastante a menudo cuando uno quiere hacer o aplastar una revolución.
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¿Cuáles son las obligaciones cotidianas de un revolucionario en armas? Depende de su rango y su experiencia, pero no hay revolución posible sin personas que planeen y ejecuten el asesinato de miembros de las fuerzas enemigas. El tipo de operación va desde el simple asesinato individual —por ejemplo, seguir sigilosamente a un policía, volarle los sesos y huir— hasta operaciones complejas que involucran a docenas o cientos de participantes, similares a las operaciones militares convencionales.
El trabajo de inteligencia es fundamental en toda actividad revolucionaria. Hacen falta no sólo personas que lean los diarios y otras fuentes de información públicas, sino también personas que estén dispuestas a delatar a sus vecinos, personas que puedan seguir a los posibles blancos sin ser descubiertos, personas capaces de reclutar y manejar informantes en las filas del enemigo. Y además de descubrir lo que está haciendo el enemigo, también hay que hacer todo lo posible para impedir que el enemigo descubra el funcionamiento interno y los planes de la propia organización. En este sentido, se debe prestar especial atención a la identificación, interrogatorio y ejecución de los informantes dentro de las filas de la organización.
Si la organización revolucionaria tiene intenciones serias de derrocar un gobierno, entonces será necesario un sistema para reclutar y entrenar combatientes, pagarles algún tipo de estipendio o al menos asegurarles alimento y un lugar donde dormir.
Será necesario infundir en los miembros de la organización no sólo una clara idea de quién es el enemigo sino también una visión positiva de aquello por lo cual se lucha, y la organización no tendrá mucho futuro frente a un enemigo aún mínimamente competente si no logra el apoyo de un sector considerable de la opinión pública, o al menos implantar la idea de que sus actividades y objetivos no son más desagradables que los del enemigo.
Sería razonable esperar que una película sobre la vida de un revolucionario trate el rol que jugó en todas, o por lo menos en algunas de estas actividades. Pero más allá de las secuencias del asesinato de Aramburu, la película de D’Angiollilo no nos dice absolutamente nada acerca de lo que Arrostito hizo en Montoneros.
¿Qué responsabilidades tenía? ¿A cuánta gente comandaba? ¿Cómo era ser mujer con —suponemos— funciones importantes dentro de una organización que reivindicaba valores familiares tradicionales? No sabemos nada de eso después de ver la película. Algunos sobrevivientes de Montoneros hablan de la vida en la clandestinidad y de la preocupación por su seguridad, pero tampoco sabemos cuáles eran sus funciones o actividades.
Escuchamos “patria o muerte”, “liberación nacional” y cosas por el estilo, pero fuera de eso, no sabemos nada sobre una visión real para el futuro del país después de una eventual victoria. Más allá de slogans, ¿cuáles eran las ideas, los sueños, la ideología en nombre de la cual los Montoneros secuestrados debían resistir la tortura hasta el último aliento? A pesar de la lúcida contribución del historiador Lucas Lanusse, y de los discursos de Perón y otros protagonistas de la época, la película nos deja con una paradójica sensación de ausencia de política real.
Esta desnaturalización de la actividad revolucionaria armada en general, y de la vida de Arrostito en particular, se acentúa con el énfasis sobre sus hábitos personales, sus características y cualidades, todo mostrado de forma implacablemente positiva.
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El film banaliza la tortura de una manera horrible. Vemos personas medio desnudas atadas a la mesa de tortura; están lúcidos y no muestran ni un ápice de miedo. La impresión es que cualquier persona con el suficiente coraje moral podrá resistir la tortura, y la película ni siquiera intenta comunicar el horror y la desesperación de tener el cuerpo a disposición de los torturadores por tiempo indeterminado.
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Al final, el público en el auditorio del Malba aplaudió a rabiar. Se escuchó incluso algún ¡Vivan los Montoneros!
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Si quieren ver un intento más honesto de tratar el legado de violencia política en Argentina durante los años sesenta y setenta, traten de conseguir una copia de M, de Nicolás Prividera.
(Y si realmente quieren aprender algo sobre la lucha revolucionaria, no se pierdan La Batalla de Argel, de Pontecorvo.)
Y lo dicho por McDonagh me suscitó algunos pensamientos:
Dice Mcdonagh:
"Si la organización revolucionaria tiene intenciones serias de derrocar un gobierno, entonces será necesario un sistema para reclutar y entrenar combatientes, pagarles algún tipo de estipendio o al menos asegurarles alimento y un lugar donde dormir.
Será necesario infundir en los miembros de la organización no sólo una clara idea de quién es el enemigo sino también una visión positiva de aquello por lo cual se lucha."
McDonagh banaliza de manera horrible la posición existencial de un revolucionario. Dicho esto sin haber visto la película ni estimar especialmente a su realizador, a los que tampoco tengo ningún motivo para defender.
Se ve que McDonagh en el asunto de la insurrección toca de oído, quizá alimentando su imaginación con películas que no deben ser mejores que las de D'Angiolillo, pero que fomentan la idea de que la revolución es algo promovido por "organizaciones" ad hoc, que incautan personas a las que les pagan un estipendio y les infunden ideas toscas y pueriles acerca del significado de la revolución, ideas que los reclutados son incapaces de sopesar con sus propios criterios.
La simpleza de McDonagh es ofensiva, no solo para con aquellas personas que a lo largo de la historia participaron en toda clase de actos insurgentes. Tomar esa decisión es un paso muy grave y muy dramático y las comodidades de la vida pequeño-burguesa (que parece ser la única vida que McDonagh puede imaginar) son el principal escollo para darlo. La tentación de quedarse en su casa, entregado a la inercia pqueño-burguesa y quejándose blandamente de las distintas circunstancias, es un motivo mucho más poderoso para ser un blando conformista que el temor a las crueldades de los tiranos.
El hombre es un ser libre y es capaz de elegir, ante determinadas condiciones, romper con esa neurótica conformidad y asumir el riesgo de ser otro. No todos tienen el valor de empezar a ser otros y de continuar siéndolo. En un mundo como el actual, donde la dimensión decisiva de la existencia parece residir en el consumo de mercaderías, el stimmung propio de un revolucionario es algo bastante raro. Se ve que a McDonagh le resulta imposible comprender una decisión así. Por eso cree que debe mediar la promesa de un estipendio y que las ideas de un revolucionario son "infundidas" por una "organización".
Ser revolucionario es una posición terrible a los ojos de un pequeño burgués blandamente quejoso. Y es terrible en sí misma. Implica exponerse a situaciones duras, a riesgos de vida, incluso a matar a otros hombres. Y a enfrentar el miedo a la libertad. Un revolucionario puede llegar a cometer actos atroces, que no quiero disimular. Y también actos sublimes, como seguir siendo libre hasta el final de su existencia. Alguas personas son sometidas a crueles torturas, el dolor físico debe ser tan insoportable como el dolor espiritual.
Algunas personas, incluso durante la feroz represión de los militares argentinos, han sido capaces de ser libres aún en esas circunstancias extremas. No sé de dónde se saca la fuerza para resistir, pero sé que lo han logrado. La prueba de que alguien lo hizo es mi propia existencia actual. Alejandro, mi amigo de la tierna adolescencia, fue secustrado y torturado. No delató a sus compañeros, entre quienes yo me encontraba. Y lo logró no por el estipendio que le ofrecería presuntamente la "organización" (de hecho no le ofrecía ningún estipendio, en numerosas ocasiones las organizaciones insurgentes son sostenidas por el aporte de sus militantes). Tampoco por las ideas que ninguna organización le haya infundido. Por el contrario, los militantes son a menudo los que les infunden ideas a las organizaciones.
A pesar de su tierna adolescencia, Alejandro tuvo la fuerza espiritual de mantenerse fiel al compañerismo y la amistad que a él me unían. Lo mismo pueden decir varios otros.
No estoy seguro de la corrección de las ideas que nos impulsaron a compromenternos de esa manera. Es muy probable que cometiéramos muchos y graves errores. De lo que estoy seguro es de que un pequeño burgués difícilmente comprenda esas posibilidades humanas.
A pesar de su tierna adolescencia, Alejandro tuvo la fuerza espiritual de mantenerse fiel al compañerismo y la amistad que a él me unían. Lo mismo pueden decir varios otros.
No estoy seguro de la corrección de las ideas que nos impulsaron a compromenternos de esa manera. Es muy probable que cometiéramos muchos y graves errores. De lo que estoy seguro es de que un pequeño burgués difícilmente comprenda esas posibilidades humanas.
26 comentarios:
te venia siguiendo cuervo, pero este post es pesimo. la pelicula, en primer lugar, es una tragedia. y por otro lado, lo que dice el autor es que no hay nada en el film excepto algunas viñetas muy basicas de personalidad.
tu fenomenal odio hacia esa etiqueta que te agrada poner abajo, gorilas, te esta cegando el juicio. ademas, lo acusas de pequeño burgues, que es eso? vos no sos uno o solo porque vos te consideras diferente inmediatamente los sos? es que todo el planeta pasa por el embudo de tu cabeza?
fuck you, cuervo, te creia mas inteligente.
Uy qué miedo, me venías siguiendo!
También podrías tratar de entender lo que que escribo. Bueh, no sé si te resultará posible.
Mucha suerte!
no entendí lo de "fuck you".
igual muy buena entrada Oscar!
Gracias r4ciel. Y acerca del fuck you, lo único que hay para entender es que anónimo tiene un repertorio conceptual limitado y lo expresa en sajón.
Mirá que dejarse torturar para salvar al pelotudo de cuervo...
Al margen del humor negro, que es eso nomas: Humor negro!!! (antes de que salga una señora de blog espantada aviso). Y al margen tambien de las condiciones de oscar cuervo, creo (sin verla) que esta pelicula debe ser como un tango feroz de los montoneros.
Peliculas pedorras, oportunistas y que sobre todo, no estan a la altura de la tragedia de los setenta, de Norma Arrostito y seguramente tampoco de tu amigo Alejandro.
Saludos.
Si con ese humor tan...particular mide la altura de la tragedia de los setenta...
El anónimo por la boca muere.
(Señora de blog curada de espanto)
Cuervo: me parece que, sin quererlo, vos respondes las preguntas que crítica y retóricamente formula el autor de la reseña:"cuáles eran las ideas, los sueños, la ideología en nombre de la cual los Montoneros secuestrados debían resistir la tortura hasta el último aliento?" Es decir, que hay detrás de la experiencia guerrillera, mas alla de los slogans, las banderas y los tiros. Por otro lado, no me parece que el autor se abstraiga de la dimensión humana del militante, sino todo lo contrario: la esta reclamando de manera urgente, ya que destruye desde el discurso a la película porque considera que solo se aproxima de manera superficial al problema que exige, según él, alguna dosis mas intensa de realismo y honestidad. Por último, es probable que el autor sea un pequeñoburgues ajeno a la experiencia revolucionaria, pero eso no impide pensar que una organización -sea cual fuere- dispone siempre de instancias jerárquicas, logísticas, de adoctrinamiento, etc. Reclamar eso no es suponer que una guerrilla funciona como un almacén, sino plantear la necesidad de explicar el funcionamiento de una organización que tambien tiene sus fuentes de financiamiento, sus órganos de propaganda, sus niveles de jerarquía, etc. Al fin y al cabo el éxito de esa estructura es la que, entre otras cosas, te permite llegar a alcanzar los objetivos que te propones como organización; de lo contrario nos quedamos con la visión del heroe individual, abnegado,ascéptico y totalmente escindido de su realidad mas inmediataodas las cosas, de su adhesión como militante, a un colectivo que lo trasciende. Me parece que el artículo reclama eso, y no lo veo tan mal. SAludos
césar:
yo no me centro en la discusión de una película que no vi, sino en el dibujo de revolucionario que hace McDonagh. Y digo que su escueta descripción de lo que es un revolucionario revela mucho acerca de los obstáculos de la posición pequeñoburguesa para comprender otra cosa que no sea su compromiso de baja intensidad. Y no permite ver la complejidad de la posición existencial de alguien que decide comprometerse con un proceso revlucionario.
Mc Donagh habla de adoctrinamiento y de militantes rentados, supone que la revolución está fundada en una Organización (entendiendo por tal cosa un instituto). Yo al criticarlo no estoy negando la necesidad de organización que requiere cualquier proyecto político (revolucionario, reformista, conservador o contrarrevolucionario). Revolución y organización es preciso pensarlos no como cosas ssustantivas, sino como procesos: para hacer la revista La otra es necesario una organización, porque si no la revista no saldría. Eso no significa que el sujeto agente de la revista sea una Organización. Lo que funda la existencia de la revista es una decisión de que algo así tiene que existir, de que es necesario traerla al mundo.
Esto vale tanto más pára el caso de una revolución: es un proceso que nace no de "Organizaciones", así como los revolucionarios no surgen de castings, ni se buscan por los clasificados de Clarín mediante la oferta de un estipendio. Un revolucionario es una persona en proceso de transformación. El concepto marxista de praxis: el hombre no puede transformar sin estarse transformando. El ser del hombre es tarea y no esencia.
Ese proceso riquísimo y contradictorio es reducido en la escueta descripción de McDonagh a unos pobres peleles rentados y adoctrinados. Insisto: con eso Eamonn habla más de los límites ideológicos de su imaginación que de las personas que alguna vez decidieron sumarse a un proceso insurgente.
Es muy útil interrogar los supuestos desde los cuales se habla con sorna de la experiencia de otros, sobre todo cuando estos supuestos repiten lo que sostenía la propapaganda contrainsurgente diseminada en los 70 por gente como Neustadt y hoy repetida como una novedad desde blogs alternativos.
"Aceptamos mansamente una vida angosta entre la economía y la policía porque, por mucho que se estreche el cerco a nuestro alrededor, siempre hay un pequeño territorio en el que nos sentimos grandes, y un circulo de malvados en el que nos sentimos buenos" (Alba Rico)
Lo encontré hace un rato y me acordé de este muy buen post.
Lo que decís, Oscar, está muy claro. También reconozco como valioso que decidas compartir algo de tu experiencia el blog. Este reconocimiento es lo que no pueden dar los impotentes del espíritu.
Fred:
muy buena la frase, no sé quién es Alba Rico. Si yo escribo este post no es para idealizar a los revolucionarios, sino para cuestionar al ser peqeuñoburgués, clase a la que pertenezco.
Y en cuanto a lo otro, confieso que no soy un cultor de la autobiografía y que rarísimamente hago referencia a cosas como las que relaté. Sólo que me parece que cierto cinismo de baja intensidad que se practica en la web agravia la memoria de personas muy queridas.
Si, esta claro que McDonagh y vos estan hablando de dos aspectos diferentes de una misma experiencia. De todos modos no me arriesgaría a pensar que él (no lo conozco, simplemente interpreto el texto) soslaya la dimensión carnal del ser revolucionario en pos de difundir una imagen que petrifica la lucha política en una mera cuestion de administración de recursos. A decir verdad, poco importa lo que piense él, para lo que nos sirven acaso sus palabras y tu respuesta es para levantar la apuesta y plantar la tensión que se produce entre el individuo-movido-interpelado por un proyecto al que le asigna un valor supremo (que va mas allá incluso de su propia vida) y la organización, colectivo o partido del cual es parte. Dicho en otras palabras, de manera mas directa y forzado al extremo: un militante que en los 70 se tragaba una pastilla de cianuro cuando la cana lo venía a chupar porque prefería suicidarse antes que morir en manos del enemigo, o delatando a un compañero, ¿lo hacía por amor al compañero, a la organización o al pueblo todo? (Dificil saberlo, aunque el hecho de que esa circunstancia estuviera prevista, no parece ser algo librado al azar) Cuando se cruza la elección entre la supervivencia individual mas inmediata y la prosecusión de un proyecto que me trasciende, ¿donde queda el yo y donde queda mi organización? ¿Como se resuelve esa contradicción fatídica entre el yo y mi organización?
César:
yo no trato de dilucidar lo que piensa McDonagh, sino que me baso en sus dichos: "...será necesario un sistema para reclutar y entrenar combatientes, pagarles algún tipo de estipendio o al menos asegurarles alimento y un lugar donde dormir.
Será necesario infundir en los miembros de la organización no sólo una clara idea de...".
Si sólo fuera la opinión de McDonagh no sería un asunto importante. El hehco es que yo creo que en este aspecto McDonagh ES HABLADO por la concepción tardoliberal del hombre, a la que le cuesta concebir que un individuo pueda decidir libremente comprometer su existencia en un proyecto que cuestiona en la práctica el statu quo. Hay una notoria coincidencia siempre que el tardoliberalismo habla de la militancia política: se movilizan por el sánguche, defienden el cargo, tienen miedo a perder prebendas del estado, eran militantes rentados, eran adoctrinados, etc. Es decir: queda fuera del horizonte de su comprensión la decisión previa que funda una militancia, un camino que renuncia a la comodidad del que siente que la historia sólo se padece y nunca se ejerce.
Más allá de eso, todo está por discutirse. Pero son dos discusiones distintas: las contradicciones entre lo singular y lo universal y la manera como los individuos se adecuan o no a las jerarquías de poder no se plantean solamente ni en primer lugar al militante que decide emprender un camino de insurrección. El pequeño burgués adaptado también entra en contradicción cada vez que renuncia a su vocación, sus deseos, su necesidad de verdad por cuestiones de conveniencia. Y el pequeño burgués renuncia por mucho menos que por el riesgo de vida: renuncia a su libertad individual y se somete a alienaciones laborales por miedo a ser pobre, a no ser aceptado, a no acceder a niveles de consumo. La coacción económica y política es incesante y cada uno sabrá cómo la resuelve.
La diferencia reside en que el camino de laadaptación pequeñoburguesa pretende volverse indoloro porque te la meten todos los días un poco, porque estás pensando en el fin de semana, en las vacaciones, en el plasma, en el ALPLAX, el tetrabrick o la base, según sea tu poder adquisitivo.
El ejemplo de la pastilla de cianuro no es universalizable para a partir de allí deducir características de la posición existencial del revolucionario. No todas las organizaciones insurgentes promovían este tipo de recursos. En mi militancia no conocí nada parecido a la pastilla de cianuro. En el caso de mi amigo y compañero Alejandro, él fue secuestrado y torturado, no tenía pastilla de cianuro, resistió a la tortura sin delatar a sus compañeros. A mí no me caben dudas de que lo hizo por amor a sus compañeros y a sí mismo y no por obendiencia a ninguna organización, pero esa es una convicción íntima que no necesito debatir.
Esto no es un invento de los revolucionarios de los 70. Podríamos mencionar a los primeros cristianos, por citar sólo un ejemplo. Elegir ese camino no es elegir la muerte, sino apostar a que la libertad es un valor más alto que la mera vida biológica (tampoco esto es un invento de las revoluciones del siglo XX, es la dialéctica hegeliana del señor y el siervo). Se muere como se vive.
Las contradicciones no se resuelven: se viven.
Oscar: tu respuesta es excelente. Merece un post.
No se como llegue a este blog, pero esta primera entrada es referida a un comun denominador en esta epoca: todo lo que la sociedad Argentina combatió todos estos años, resulta ahora que son heroes. ayer mismo vi el programa de pigna donde los anarquistas con sus ideas extranjerizantes solo querian la desunion de los obreros, resultan que eran los heroes y las fuerzas armadas los malos de la pelicula, cuando toda la sociedad era la que pedia la accion para sofocar tanto despelote. ahora tambien los montos eran heroes, cuando los que vivimos esa epoca sabemos muy bien que viviamos con miedo. es raro tambien que tengan cabida en los medios, no vi esta pelicula ero el programa de ayer hablaba basicamente de lo malo que es el capitalismo,pero el programa estaba lleno de propagandas de multinacionales y empresas. no se como se habra financiado esta pelicula de la que hablan...
Sergio Nieto
Que vas a hacer macho, las cosas cambian, viste. Antes estaban los milicos genocidas y ahora, para tu desgracia no.
Che Sergio Nieto
la verdad no se como llegaste a este blog.... se nota
luis
Lamentablemente, este Nieto representa a mucha gente... y fueesa gente la que hizo posible la dictadura, con su vision pequenioburguesa.
Ahora bien, Cuervo: vos sos menos pequenioburgues que el autor de la nota? No alcanza con sacar lachapa de ex militante...
Carlos de Flores: se ve que no leiste todo con atención. Yo no saco chapa de nada y ya expliqué por qué evocaba mi experiencia personal. ¿Entendés la experiencia entre una cosa y la otra?
Y leiste la parte donde dije:
"Si yo escribo este post no es para idealizar a los revolucionarios, sino para cuestionar al ser peqeuñoburgués, clase a la que pertenezco."
Si la hubieras leido, quizá te habrías ahorrado decir lo que dijiste y habrías aprovechado para sumar alguna idea, incluso cuestionando lo que yo dije. Lo que yo dije, no lo que vos mal intepretás.
Lo que pasa, carlos que es como el debut de maradona en la cancha de argentinos juniors que lo vieron 200 mil personas. Ahora resulta que en los setenta todos eran "militantes". Si se sigue poniendo de moda un dia de estos mariano grondona va a salir diciendo que una vez casi lo chupan.
Menos mal que yo no habia nacido en esa decada de mierda.
Nieto, que paradójicamente habla como un bisabuelo reaccionario de los años 20 dice "los anarquistas y sus ideas extranjerizantes", "querían la desunión entre los obreros" Interesante. Un Miguel Cané modelo 2008. Pensé que ya no existían esa clase de dinsoaurios, pero es evidente que áún respiran!
Cuervo: muy bueno lo del conformismo pequeñoburgues no sometido a crítica. Me hace acordar a lo que decía Toni Negri sobre la normalidad de la rebelión. Invertir el lente y pensar que lo "normal" es rebelarse. saludos
César:
la cita de Toni Negri no la entendí demasiado, pero suena bien. ¿Me la podrías citar textual?
saludos
noooo, la cita exacta no me la acuerdo. Pero él decía algo asi como que lo normal era la rebelión en el hombre, que el estado de domesticación operada por el capitalismo era artificial, armada, anormal. Eso.
Ah, ahora entendí un poco más, gracias.
¿Hay alguna película que toque este tema de tal manera que a todos nos satisfaga? Imposible. Aún seguimos muy divididos, único resultado posible de hacer las cosas mal, como si el hombre no tuviera que dar cuenta de sus actos.
Tampoco vi la película, pero pienso que puede ser una punta por donde poder entrar e intentar comprender a ese personaje: cómo vivía en su cotidianeidad, qué sentía, qué la llevó a ser montonera.
No fueron años fáciles. Pero de lo que sí no tengo dudas, es de que muchos jóvenes, en aquellos años, querían un mundo mejor y por eso peleaban: algunos pensábamos que la violencia no era el camino; otros, sostenían a muerte que la violencia ya estaba instalda. Hay que situarse en el allí, en lo que pasaba en el resto de Latinoamérica.
Sí siento un profunda rabia por tantos jóvenes desaparecidos. Chicos de alrededor de 20 años, confundidos, equivocados, adoctrinados... no importa. Eran chicos valiosos que merecían otro final.
Estrella:
quizá lo que pasa es que es el problema mismo lo que no puede satisfacernos no todos, sino a nadie.
El mundo vive bajo un sistema político inconsistente y todas las posiciones son problemáticas. El asunto es que por estos días circula un discurso que yo llamo "la retaguardia del genocidio", que consiste en denigrar la experiencia militante de los años 70. Antes lo hacían los generales y sus escribas más recalcitrantes, como Bernardo Neustadt y Mariano Grondona.
Hoy hay un montón de zánganos en la web que dictan cátedra de historia de las revoluciones, se permiten burlarse de los que llaman con desprecio "los setentistas": ¡se quedaron en los 80, cuando el triunfo del neoliberalismo parecía inapelable!
Y escriben en blogs muy cool, haciendo gala de "sofisticados".
Más allá de eso hay películas muy interesantes sobre la cuestión: yo me sumo a la recomendación de M, de Nicolás Prividera (aunque no esté de acuerdo con la posición de su director); también me parece excelente MONTONEROS de Di Tella.
saludos
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