todos estamos igual

viernes, 9 de abril de 2010

Bafici ay


por oac

Bueno, cómo les digo: la felicidad me pone triste y la belleza me hace mal. Y aquí me tienen, el Bafici, el comienzo del festival, las películas, la grilla, los amigos, los... ejem, colegas, las entradas, la cola, la belleza, todo esto es demasiado y ya demasiado demasiado. Sé que a nadie le importa que adopte este tono confesional, pero después de un día con lo que acabo de enumerar (y otras cosas, porque yo también trabajo para ganarme el pan) resulta que me espera este blog para que diga algo.

Lo primero que puedo decir es que la segunda película que vi hoy puede que sea la película del 12° Bafici (la única, la máxima, la que quieran), quizá la película del año también: Morrer como um homen se llama. Vayan a verla de serles posible. A mí me parece poco factible que después de esta aparezca una mejor y si la hay, ay ay ay.

Morrer como um homen, (2009 de Joao Pedro Rodrigues) es de esas películas que hacen desaconsejable toda alusión a su línea argumental: en el catálogo hay algo y en otros sitios podrán leerlo, pero no hay manera de describir la experiencia mediante un relato sucinto de lo que sucede. Hay un devenir-mujer-devenir-hombre-devenir-madre-devenir-padre y, como dice la canción del final, quién pudiera ser varios, quién pudiera ser otras y otros: esa es la melancolía que nos aqueja en abril. El film de Rodrigues es un melodrama ensoñado que bordea todo el tiempo un ligero ridículo, donde lo ligero prima sobre lo ridículo: es la ligereza del paso de este cineasta el que le permite caminar unos centímetros elevado del piso y esa leve elevación nos deja vislumbrar ciertos estados que en casi cualquier otras manos devendrían sórdidos y que en virtud de la delicadeza de Rodrigues rozan lo sublime. Creo que hay un fuerte aroma a muerte que embellece esta historia de amores posibles e imposibles, de duendes, travestis, perritos, fríos cadáveres y recios carapintadas calientes.



Hace unos años yo vi la primera película de Rodrigues, O fantasma. Y debo decir que me causó un malestar físico que tardé varios días en quitarme. OK. la vi en el Cosmos una trasnoche de mucho calor y la sala estaba llena y yo había visto como cinco películas ese día. Esa noche me costó dormirme y al día siguiente entré en una especie de pozo con zumbidos. Ahora puedo admitir que quizá fuera la oscura viscosidad de esa película, O fantasma, una versión queer de Les Vampires, lo que esa vez me hizo mal. Resulta que O fantasma es negrísima como sólo un oscuro objeto del deseo puede serlo. Aquí Rodrigues, en Morrer como um homen, vuelve por sus fueros, sólo que esta vez no tuve ningún vahido, porque la oscura viscosidad igual está, pero también hay una especie de ternura y unos duendes encantadores que hacen a la muerte más enamorada y por lo tanto más alegre.

En fin, espero que de todo este palabrerío les haya quedado algo, pero si no se entendió, lo puedo decir así: vayan a ver Morrer como um homen, no sean pelotudos y pelotudas.



También vi en este primer día del nuevo Bafici una muy hermosa película argentina llamada Los labios. Ya hablamos aquí, ya chateamos aquí. Loza y Fund dieron a luz tres mujeres ficticias y las pusieron a interactuar con personas y lugares reales de una zona de nuestro país difícil de ubicar en el mapa. Podría decirse, como se la ha presentado en el festival, que trata de hondos problemas sociales y del estado ausente. Creo que eso es una descripción insuficiente, o más bien poco precisa. Film eminentemente performativo, Los labios no señala absolutamente nada acerca de un problema social, sino que efectúa las condiciones de un encuentro. Porque las tres mujeres de ficción que Fund y Loza crearon son pantallas, significantes vacíos, dentro de ellas caben tantas historias como uno quiera encontrar; el caracter ficcional de estas mujeres es una brecha de posibilidades para colar la mirada. Entonces sí: el film es eminentemente político, pero nada parecido a una denuncia, su política consiste en interrogarnos por el derecho de asomarnos a ese pueblo, a su pobreza, al hambre, a las heridas y a la luminosa alegría de esa tierra abandonada. Lo mejor que tiene el film de Loza y Fund es esa apertura.

El atardecer del final, con las tres actrices y los niños del lugar, es una celebración del encuentro de la ficción y la realidad. Creo que el sentido político del film no ha sido aún lo bastante pensado.



Vi una tercera película en este primer día, pero la dejé para el final: Ajami compite en la selección internacional (de Scandar Copti y Yaron Shani, este es un Bafici muy co-dirigido). La fuerza innegable de una película como esta radica en algo que comparte con Los labios: su pasión topográfica. En ambos casos es determinante el espacio real en el que la acción se ubica y en ambos el cine se mueve a sus anchas cuando filma la anchura del mundo. En Ajami se trata precisamente de una localidad palestina, de sus calles, el movimiento de la gente y las luces y sonidos del lugar. Ahí en las calles de Ajami las personas viven, matan y mueren, la vitalidad que los anima los asesina también. El problema es que los directores de Ajami no se contentan con la elocuencia de su topografía, sino que quieren sobreimprimir sobre ella una tesis sobre el determinismo de la violencia. Se valen para ello de un recurso que es interesante a nivel narrativo: hay una escena pivote sobre la que el relato vuelve una y otra vez, escena donde confluyen varios de los personajes: la cronología avanza, retrocede y vuelve a esa escena. De este modo, se nos sugiere la sensación de una circularidad de la violencia, en la que todo azar termina siendo leído como necesidad.

Para decirlo de otra forma: mientras Los labios abre un espacio ficcional que dispara el registro documental hacia el reino de la posibilidad, Ajami cierra ese espacio con una tesis prefijada. Ambas películas merecen verse.

7 comentarios:

Martha dijo...

Hay que leer :"Doce libritos adorados" por un tal Osvaldo Bazán, de Crítica, al que la poesía le fluye así como así, en torno a los 12 libritos del Bafici, y que cuenta de cómo la gente corre por los pasillos al grito de: ""Dónde está la cubana,dónde la taiwanesa, como si estuvieran en un burdel internacional( y algo de eso habrá) etc.etc.
http://www.morirenvenecia.blogspot.com/

Martha dijo...

Lo que recuerdo del Bafici Oscar, te acordás que lo leíste por radio, fue aquella película de Bela Tarr que me provocó un dolor sacrocoxígeo absolutamente inolvidable. Siete horas. Qué , aunque no vieras Satantangó, igual te lo agarrás con el correr de los días: quémevasahablardeamor.
Me voy hoy al mediodía sin falta a comprar el librito nro 12 a ver si después me falta y qué hago.Me agarro un síndrome de abstinencia de aquellos. Menos mal que hoy tengo terapia. Martha

Pablo Taskar dijo...

Y pensar que descarté Morrer como um homen, asimilándola, en juicio sumarísimo, a Madame Satã.
Pero eso es lo que pasa cuando uno se pone a segmentar velozmente 420 posibilidades de placer en el "burdel internacional", sabiendo que sólo podrá compartir un rato con no más de un 5% de ellas.

Lilián dijo...

Y lo peor es que la última función que quedaba el 11/4 está totalmente agotada...un bajón!

Martha dijo...

Esas opciones Pablot, en las que uno elige y elige mal, en el Bafici, forman parte de las reglas del juego así que hay que bancárselas.
Uno no trabaja en condiciones ideales. Precisamente eso, es lo que hace que uno desee hacer esta tarea.
ESTO ES EN REALIDAD , UNA CITA DE UNA CITA. Una cita que hace Edgardo Cozarinsky de Andrei Tarkovski. Mientras esperaba a unos amigos en el Abasto, me leí el libro de Cosarinsky que está a la venta en el hall central. Da la impresión de no estar escrito para esta ocasión pero es interesante igual, como su obra de ficción, sus aportes al tema Borges y una novela que tiene que es casi una investigación sobre el teatro judío en la Argentina.Que alguien me recuerde el título o tendré que meterme en un buscador. Chau.

Martha dijo...

La novela aquella, con sabor a barrio de Once era : EL RUFIAN MOLDAVO de Cosarinsky. Escritor éste que conoció y trató mucho al notable francés crítico de cine Serge Daney y lo que cuenta de él es absolutamente maravilloso. Concuerda en parte con un testimonio filmado que tengo de él ( de Serge) que es inefable. Que palabra esta "inefable" que está pasada de moda y es... inefable. Martha

Pía dijo...

Ojalá consiga entradas para ver "Morrer..."