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jueves, 26 de junio de 2014

¿No era que el mundial de Brasil tenía que ser una catástrofe para el gobierno de Dilma?‏



por Lidia Ferrari

Es el título de una nota de un periodista italiano que traduzco casi literalmente, porque me parece muy interesante. En esta nota, Gennaro Carotenuto [ver acá] denuncia a estos que intrigaban para que llegase un cambio de régimen en Brasil a partir del desastre del Mundial, que auguraban. Pero nada de eso sucedió, dice, todo funciona muy bien en el Mundial y parece que Dilma está muy bien en las encuestas para las elecciones presidenciales de octubre.

Aquí los puntos principales de la nota. Dice Carotenuto:

- ¿Es cierto o no es cierto que hace unas semanas los principales medios de comunicación internacionales predijeron el caos en Brasil desde un punto de vista organizativo? Que entre las protestas y los problemas del tráfico ni hasta los jugadores iban a poder llegar a las canchas. La evidencia es que las dos primeras semanas de partidos se jugaron en perfecto orden y los estadios están llenos de turistas felices.

- Las razones de muchos manifestantes es incuestionable, como es natural en un país en rápido crecimiento, que el pueblo pida por más. Pero parte de las protestas de las últimas semanas y meses estuvieron en manos de la derecha más rancia que, con el apoyo de los principales medios de comunicación internacionales, reclaman un cambio de régimen, como lo hacen en Venezuela. En este momento, el gobierno del PT, criticable por varias cosas, es el gobierno progresista más importante del mundo y la piedra angular de la integración latinoamericana. Si cayera Brasil, se desencadenaría una teoría del dominó al revés contra la anomalía de América Latina. Por lo tanto, que el Mundial vaya mal (o hablar mal de él) en un país en plena campaña electoral es una de las principales metas de la derecha nacional e internacional y del complejo monopolio desinformativo. 

- En el partido inaugural se organizaron disturbios contra la presidenta Dilma Rousseff, quien vio en la primera fila a figuras públicas de los medios monopólicos siempre opuestos al gobierno y temerosos incluso de que Brasil pueda finalmente tener una ley que regule los medios de comunicación como existe en Argentina, algo digno de un país civilizado. Fue una emboscada, una mala pasada ante los ojos del mundo. La protesta frente a las cámaras tuvo un eco planetario e hizo vertir ríos de tinta que describen a Dilma como la presunta gobernante más odiada del mundo. Lula habló de "odio de la elite sin callos en las manos hacia la Presidente y hacia las clases trabajadoras".

Sin embargo, la evidencia es que Dilma, criticada y criticable, y con el nivel más bajo de apoyo en lo que va de la década progresista, está muy por delante en todas las encuestas para las elecciones presidenciales del 5 de octubre, estacionada entre un 39 y un 40% de las intenciones de voto, cuando su rival más cercano, Aécio Neves, languidece entre el 19 y el 21%. ¿Y cuál es el único segmento de la población donde Aécio le gana a Dilma? Entre los ricos. En los otros estratos de la población siempre gana Dilma, y por lo tanto es una mentira afirmar que los pobres están en contra del gobierno del PT. Quieren más pero, con la conciencia de clase que los ha caracterizado en las últimas décadas, el proletariado brasileño (la cuenta es diferente para los que ascendieron hacia la clase media) también saben que no hay una alternativa, mientras que la quinta parte más rica de la población, aunque ha disfrutado de la paz social garantizada por el PT, es la única deseosa de cambiar: quieren un gobierno que vuelva al neoliberalismo duro y puro.

Evidentemente, por último, para muchos que miran a Brasil desde Europa (esos que después de 6 meses decían que Lula era una decepción, porque no había roto las relaciones con los Estados Unidos) es mejor un gobierno de derecha que un [perfectible] gobierno de centro-izquierda. El ciclo de los gobiernos progresistas e integracionistas en América Latina no es eterno y está mostrando signos de desgaste que quien escribe esto ha señalado varias veces. Es justo querer más y mejor y si es necesario subirr el nivel de la confrontación.

¿Pero cuál sería la alternativa? ¿Los Leopoldo López en Venezuela o Macri en Argentina? ¿En serio desean tan mal y quieren hacerlos retroceder de un salto 20 años de historia?

Comparto esta nota del periodista italiano Carotenuto porque pone el acento en eso que es el gran problema actual. La arremetida frontal y global contra los gobiernos progresistas de América Latina.

1 comentario:

Daniel dijo...

Si pudieran retrocederían 200 años inclusive con tal de salirse con la suya e imponer su codicia infame.
Le salió mal a las ratas la movida en Brasil. Están acostumbrados a tener toda la pantalla para ellos y en algún lugar creyeron que podrían contar con eso.