todos estamos igual

miércoles, 3 de abril de 2019

Filósofa punk en el aire

Esther Díaz presentó su nuevo libro en La otra.-radio 


Primera parte acá 

Segunda parte acá 

Los lectores de este blog y los oyentes habituales de La otra.-radio sabrán de mi larga amistad con Esther Díaz, que puede rastrearse en este muy nutrido tag. Aún antes de que el blog existiera, Esther vino al programa de radio al menos una vez por año desde nuestra primera temporada. Y mucho antes que eso, yo fui auxiliar docente de la cátedra que ella dirigía en el CBC de la materia Introducción al Pensamiento Científico. 

Mi suerte hizo que al recibirme de profesor de filosofía en seguida entrara a trabajar en su cátedra, así que pude vivir una experiencia de mucha participación, creatividad, alegría y libertad académica, que no necesariamente son vivencias habituales en otras cátedras pero ella propició desde el comienzo. Por esa entrada afortunada yo conocí la tarea docente en la UBA como un trabajo feliz. Apenas empezamos, ella fue invitando a su propia casa a grupos de profesores de su megacátedra -¡más de cien docentes en total!-, para que pudiéramos aportar nuestras ideas en el diseño del programa. Por esa época conocí también otra cátedra y pude compararlas, así que al siguiente cuatrimestre unifiqué todas mis designaciones en la cátedra de Esther. Su casa de San Telmo era un lugar luminoso y amable para mí. Y Esther fue la líder muy diestra de un colectivo enorme y complejo -cada uno de nosotros tenía a su vez cientos de estudiantes en sus aulas-. Así es como yo la conocí: muchos otros fueron alumnos de sus multitudinarios teóricos en el aula mayor de Paseo Colón, otros la conocieron leyendo sus libros.

Así que no puedo ser un lector lo suficientemente distante de su nuevo libro, Filósofa punk. Una Memoria (Ariel, 2019) como para hacer una reseña profesional. Tampoco soy un crítico literario. Cuando el año pasado se presentó la película Mujer nómade, en la que Martín Farina -también mi amigo- hace un notable retrato de ella (ver acá), por lo menos contaba con instrumentos conceptuales como para producir una distancia crítica que me permitiera hablar de la obra trascendiendo el vínculo que me une a ambos. Pienso con frecuencia en la naturaleza del cine como para ser capaz de ver Mujer nómade con independencia de quienes la hicieron. Pero en el terreno de la narrativa literaria soy un lector bastante ingenuo y tosco. Como Filósofa Punk pertenece al género autobiográfico, yo creía conocer a la autora que ahí se narra en primera persona del singular. Lo más significaativo que puedo decir del libro es que, contra mis expectativas, y aún a pesar de haber tenido noticias de algunos de los episodios de su vida ahí narrados, después de leerlo sé que Esther era también una desconocida para mí. 

Hay al menos una sensibilidad que me trasmite el libro y yo no esperaba: el de una nena asustada. No una mujer nómade, ni una profesora cautivante, ni una directora de cátedra segura de sí y estimulante. No: una nena asustada. Cuando ella narra el episodio en el que su papi -así lo llama en el libro muchas veces- le arroja un cuchillo a su hermana y después van al hospital y, para eximir a su padre de culpa, la familia le atribuye a ella haber tirado el cuchillo, Esther es una nena aterrorizada, y definitivamente sola en el mundo. Ese terror se repite cuando ella tiene que defender su tesis de doctorado ante un jurado hostil, cuando es humillada por un amigo en una noche de joda, o cuando tiene que proteger a su hija Fabiana de una patota de violadores en su propia casa. La casa que yo había conocido como un ámbito de trabajo amable podía ser esa misma noche un escenario de horror. Cuando Esther volvía a su casa en la madrugada, cuenta en Filósofa punk, miraba con miedo si la ventana estaba iluminada, porque eso podía significar que su hija estaba despierta en situaciones de peligro. Cuando en medio de la noche Esther escuchaba el golpe de la puerta de la heladera, se aterrorizaba por lo que eso implicaba. Filósofa punk puede ser para otros lectores muchas cosas, pero para mí es sobre todo un libro de terror desde la perspectiva de una nena asustada.

Los pasajes que ahora cito de la charla que tuvimos el domingo en la radio no hacen hincapié en ese terror, porque Esther Díaz es también, como lo saben muy bien los oyentes de La otra.-radio, una conversadora muy divertida. Además, algunos de estos episodios de su vida no figuran en la autobiografía, así que son un regalo para los oyentes y lectores de La otra:


Lita

- ¿Cómo te decían de chica?

- De chica me decían Lita. Por empezar, tengo que decir que en aquella época casi todo el mundo tenía sobrenombre, por lo menos en mi clase social, que era una clase baja. Y el sobrenombre de mi papá era Tito. Tito era el diariero de Ituzaingó, no había otro diariero en Ituzaingó. Además él ansiaba tener hijos varones, era hincha de Boca fanático y nos hizo hinchas de Boca a nosotras. Me acuerdo de que cuando yo tenía 15 años salió campeón Boca. Y él nos llevó en su coche, porque cuando Boca salía campeón se hacía un corso. Entonces nos sentamos en los guardabarros, las tres vestidas como jugadores de fútbol, con pantaloncitos cortos y la remera de Boca. Todas esas cosas lo consolaban de no haber tenido un varón, que es lo que él quería... Me fui tanto por las ramas que no sé lo que me habías preguntado.

- Lita.

- Ah, sí. A mi hermana mayor mi papá le puso de sobrenombre Tita, igual que él pero en femenino. Entonces aparecí yo y me pusieron Esther Araceli, pero nadie me decía Araceli. Y, como él quería poner la "t" de Tito, inventó Lita. Y después a mi hermana, que su nombre es Martha, le puso Tina. Porque quería que todos nuestros nombres tuvieran alguna "t", como él. De ahí viene la cosa. Y después cuando entré a la universidad, un profesor al que yo le había pedido ayuda en una materia de literatura me dijo: "No. Usted va a ser alguien importante en su profesión, así que un nombre tan largo como 'Esther Araceli Díaz' no es marketinero" -no se decía así en aquel momento, pero eso es lo que me quiso decir-. "Usted es Esther Díaz, el Araceli quedó en Ituzaingó". Ahí pasé a ser Esther Díaz, a punto tal que hay mucha gente que me tiene mucha confianza y me tutea, y sin embargo me dice "Esther Díaz", como si vinieran juntos.

- Como si fuera una marca.

- Sí, tal cual.

El nacimiento del peronismo y la muerte del chancho

- Yo tenía cuatro o cinco años y extrañamente me mandaban al jardín de infantes, no sé por qué, hincharía mucho en mi casa, a mis hermanas no las mandaron ni era obligatorio en aquel tiempo. Y yo sabía que ese día no iba al colegio, porque venía un tío mío de un pueblito del interior que se llama La Violeta. Entonces me levanto, porque escucho conversaciones, mi papá había vuelto temprano del trabajo, y lo veo a mi tío con un cuchillo ensangrentado  en la mano. Y era que había traído un cerdo y lo había matado. Pero no sé si era porque no sabía matar cerdos o porque siempre pasa eso, pero el cerdo estuvo horas chillando. Es terrible. Y yo escuchaba que los grandes decían: "Así debe estar gritando Perón en Martín García". Yo no sabía quién era Perón ni qué era Martín García. Y no podía creer que los grandes dijeran con tanta displicencia que estaban por matar a alguien y en ese momento estaba dando chillidos como el chancho moribundo. A mí me preocupó eso. Estaba contenta, por el ambiente de fiesta que había en casa, pero me preocupó eso. Al mediodía se cocinó al cerdo, que era para comer a la noche. Después que cenamos, como era típico de aquella época, los chicos nos teníamos que ir a dormir, no podíamos intervenir en la conversación de los mayores, pero yo me quedé expectante, porque todo el día se habló de ese Perón al que no sabía por qué lo querían matar. En determinado momento escucho que ponen más alta la radio y hacen exclamaciones. Entonces me levanté y fui a escuchar detrás de la puerta y llego a enterarme por lo que escuchaba de que la gente se había movilizado, la Plaza de Mayo estaba llena de gente que habían pedido por Perón y los militares lo habían traído de Martín García, que ahí supe que era una isla. Y Perón se había salvado y la gente lo estaba ovacionando. Entonces yo me fui contentísima a dormir porque ese señor se había salvado. Y no sabía, no podía saberlo entonces, que el día que mi tío Felix mató al chancho fue el día que nació el peronismo.

Nuestro mayo del 68

- Nosotros como siempre -dice Esther- llegamos un poco retardados respecto del primer mundo y la movilización fue en el 69. Filosofía y Letras de la UBA estuvo cerrada un mes. Yo me acuerdo que pensaba '¡Tantos sacrificios para llegar!'... Yo ya era vieja para estudiar en aquella época, porque el término de vida esperable era de 65 años y yo casi a los 30 entro a la Universidad. Yo ya había perdido la fe, había sido muy católica, bueno, fui monja de clausura, pero yo decía: 'A la naturaleza, a quien sea que le pido, al destino, que por favor pueda terminar mi carrera, después que me muera, pero que pueda terminar...'. Cuando fue "nuestro mayo del 68", en el 69, yo tengo una pequeña anécdota, no me acuerdo si la cuento en el libro. Resulta que durante el día trabajaba de peluquera, como ya es bastante conocido, vivía en Ituzaingó y a la noche dejaba a mis dos hijos con una chica que los cuidaba y me venía para el centro a la facultad. Y cuando volvía a Ituzaingó en el Sarmiento llegaba a las doce, a la una, una y media, así que no había nadie. Ituzaingó era una aldea todavía. Y una noche cuando me bajo del tren veo que hay un grupo de gente al final del pasillo, ahí nomás estaba mi casa, yo vivía en frente de la estación y a media cuadra vivían mis padres. Y veo que hay gente y entonces me extrañó. Y cuando fui acercandomé me di cuenta de que era gente de mi familia. No mis hijos, que eran chiquitos y estaban durmiendo, pero sí mi mamá y mi papá, hermanos, sobrinos...  Y me dicen: '¿Qué te pasó? ¿cómo estás?'... y yo no sabía de qué me hablaban. Entonces viste cómo hacés cuando no te das cuenta de algo, que hablen los otros para ver si la pescás, ¿no? Entonces digo 'bien, bien'. Y me preguntan 'Pero ¿cómo?, ¿no estás lastimada?, ¿no te hicieron nada?, ¿no te llevaron presa'. 'No, está todo bien' contesto. Y entonces una hermana mía muy ansiosa no aguantaba más y dijo: 'No, porque vimos por televisión cómo entró la policía a la facultad y cómo les pegaba, los metían los camiones y se los llevaban'. Y yo ahí me despaché de lo que pasaba porque esa noche me había ido con un compañero al telo, así que no me enteré de nada de nuestro mayo del 68.

La presentación del libro se hace este sábado a la tarde, pero antes pueden escuchar su presentación en La otra.-radio clickeando la primera parte acá y la segunda acá.