Marcha federal del orgullo antifascista y antiracista
La marcha fue tan grande que dejó con gesto amargo a los trumperonistas y a los que se acomodaron a la idea de dejarse basurear por Papadas. Los que ayer anhelaban des-movilizar y quienes lamentan la movilización pretendieron escaparse por atajos esencialistas: que el mileísmo no es fascismo stricto sensu, que movilizar contra el fascismo implica no hacerlo contra el neoliberalismo o contra el partido demócrata o la socialdemocracia, como si invocando esos espantajos se pusieran automáticamente en el campo correcto, cuando lo único que nos propusieron fue no movilizarnos. La convocatoria antifascista fue pragmáticamente eficaz porque logró convocar a una multitud transversal, festiva, orgullosa de nuestra condición, a la que tanto se quiere doblegar. Salir a la calle a responderle con orgullo al que nos dijo que nos va a perseguir hasta el último rincón donde nos escondamos significa que no nos escondemos y que esperamos al autócrata en la calle que, después de todo, es nuestra.
Después aparece Esteban Schmidt (Parte de inteligencia 20): no quería la marcha, ni fue, él hubiera preferido que fuera minúscula, desprecia a los sectores que marcharon pero se arroga la potestad de aconsejarnos con qué consignas no habríamos tenido que convocarla. Schmidt nos alecciona acerca del peligro de movilizarse "contra" el fascismo porque milei "solo es loco" y "si gana las elecciones" con nuestras consignas sólo lo "empujaríamos hacia un fascismo real". Como si debiéramos ser cuidadosos al nombrar al opresor para no disgustarlo. Su trampa es olvidar que ya hemos sido agraviados, milei ya nos amenazó con persecución y exterminio: nuestro deber no es tranquilizar al opresor sino vencerlo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario