Por Maximiliano Diomedi
Me topé con la música de Florencia Ruiz hace unos años cuando sonaba por los parlantes de una disquería de la calle Corrientes. Recién había editado Cuerpo –su segundo disco- y su voz me paralizó como un rayo. Recuerdo que no me importó tanto qué cantaba, sino la voz con la que cantaba. Una vez que el disco giró en mi compactera no fue tan fácil poder asimilarla, porque su voz no está educada en la escuela de las voces femeninas que hay en nuestro país. Su música parece simple, pero las melodías y armonías están muy trabajadas, los versos son cortos en su mayoría: y su canto (ese canto...) estira las frases casi hasta quedarse sin aire (“deslizarme y ahogarme en mí” dice una de sus canciones), sobre un motivo melódico que se repite una y otra vez. Con el tiempo me fui dando cuenta de que es una música que te toma el cuerpo de a poco, que te penetra, a la que hay que dedicarle el tiempo que lleve degustarla, o bien puede no pasar nada de eso, pero no es indiferente.
- Cuando yo estaba en sexto grado empecé a hacer canciones sin ningún acompañamiento. Siempre de chica tuve un pequeño conflicto: escuchaba una música constantemente en mi cabeza, entonces eso me llevó a distintos tipos de psicólogos.
- ¿Eso se lo decías a tus viejos?
- Claro, yo siempre estaba como mmmm... , soñaba y estaba bastante perturbada, porque escuchaba una música y no la encontraba en ningún lado, no sé como explicarte, me volvía medio loca eso.
(La nota completa en LA OTRA 18)
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