BAFICI: más sobre El país del diablo

Por Martha Silva

(El país del diablo, de Andrés Di Tella)

Esta es una película que se refiere a una parte de la historia que ha sido distorsionada. La llamada “Conquista del Desierto”. En realidad, en esas tierras que el director recorre vivía gente que fue exterminada y a los pocos descendientes que sobrevivieron se los obligó a borrar de su memoria las palabras de su lengua natal, según el testimonio actual de un anciano maestro de escuela.

Al cabo de la campaña de exterminio, se montaron zoológicos humanos con los prisioneros hambreados y enjaulados, a los que se llevó de gira por países europeos. Hoy mismo podemos ver en nuestros museos los cráneos archivados de los pobladores muertos. Según dicen los custodios actuales de estas “exposiciones”, los restos no pertenecen a indios asesinados, sino a muertos desenterrados. O sea, en buen romance: profanaron sus tumbas.

En el film de Di Tella es emocionante la ceremonia de navidad en Leubuco, cuando los descendientes de los antiguos pobladores de ese “País del Diablo”, como se lo nombra en los mapas, quieren rescatar un rito de sus antepasados, a pesar de que no tienen ninguna certeza de que fuera tal como ellos lo han reconstruido.

Pero la película también muestra una escuela en la que el maestro enseña la lengua de los antepasados preservada por pura trasmisión oral, ya que no tenían escritura. Allí los niños llevan nombres propios de resonancias poéticas. Desde la memorable Shunko de Lautaro Murúa (1960), el cine argentino no se ocupaba de esto.

La historia argentina se está haciendo hoy, dice el autor de Fotografías, con este film apasionante.