Hoy el diario Perfil publicó una nota bizarra que puede integrar la antología del disparate discursivo. Fontevecchia entrevista (es un decir) a dos intelectuales (así se los presenta a Beatriz Sarlo y Horacio González) para debatir "descarnadamente" el balance de los años kirchneristas y las perspectivas futuras de la política argentina. Esta pretensión es explícita y los tres participantes aceptan los términos de este planteo. Sarlo lo hace de modo entusiasta; Fontevecchia parece necesitar montar una escena así que lo incluya. González lo hace resignadamente. Si tienen ganas de exponerse a un abismo de ridiculez, lean la nota acá.
La nota abunda en diagnósticos sobre la Argentina, la política, la historia, la economía, la cultura, la filosofía, las tradiciones argentinas y mundiales. Pero el resultado es tan deforme que la única evidencia que deja es la de su propia precariedad.
Es imposible seguir el hilo de las argumentaciones porque la nota fue editada por alquien que no entiende lo que transcribe. Los engendros verbales que contiene (la "firmología del espíritu" es su ejemplo extremo) y la falta de consistencia sintáctica están muy por debajo de los estándares profesionales. Es cómico que parezcan tres personajes que no pueden entender lo que dicen y que a la vez admitan que están participando de un debate intelectual. La distancia entre la pretensión y el resultado es extrema.
Uno podría pensar que Fontevecchia montó la escena para causar esa impresión de disparate, pero él sale muy mal parado como regisseur del mamarracho. Perfil no parece disponer de correctores que sepan castellano y entonces su declarado propósito de conducir una conversación entre quienes piensan la Argentina con pasión e inteligencia se desploma. Parece una parodia de Capusotto. El envaramiento con que se presenta todo contrasta con su desarrollo.
Algunas preguntas: ¿leyó Fontevecchia la nota antes de decidir publicarla? Parece que no. El se permite hacer algunos severos diagnósticos sobre la clase dirigente y sobre la intelectualidad argentina, pero no puede sostener su propio personaje. El maneja el canal a través del cual se comunica el encuentro, pero ese canal produce ruido y la conversación se vuelve ininteligible. Fontevecchia puede producir el encuentro, definir los términos del drama, asignar los roles de cada uno y finalmente inferir conclusiones. Lo puede hacer básicamente porque es el dueño de un diario, pero también porque los otros dos se prestan a la escena. Si faltaba alguna prueba de que Perfil está en serios problemas, esta nota es una evidencia irrefutable. Digamos: si llegara a ser posible un debate entre intelectuales que discuten apasionadamente el país, Perfil parece ser el lugar menos indicado. Fontevecchia no garantiza un control de calidad mínimo.
¿Por qué necesita ponerse en ese lugar, el de quien produce el encuentro entre "los grandes intelectuales" de la Argentina actual? ¿Por qué ofrece un resultado tan malo? Probablemente porque él o su empresa están en problemas que él no termina de asumir, o quizá ni los percibe. Todo el diario es muy malo, pero la centralidad de esta puesta en escena, la trascendencia que Fontevecchia le adjudica y lo mal terminada que está quedan muy a la vista. Si yo tuviera una escuela de periodistas, propondría estudiar esta nota como un caso extremo de incapacidad profesional.
Ahora: ¿por qué se prestan los otros dos?
Sarlo está cebada. Parece que le agrada su rol sádico, o que halaga su estima aparecer como una castigadora aguda e implacable. Lo cierto es que aparece diciendo frases incomprensibles, con arrebato canyengue en las caderas (incluso en las fotos que ilustran, pero sobre todo en sus dichos). ¿Qué habrá pensado al leerse diciendo sinsentidos con tanto entusiasmo? ¿Podrá más su vanidad que sus años de profesora de letras? ¿Se excusará pensando que ella no podría imaginar que todo iba a salir tan mal?
Lo de Horacio González me produce tristeza. Parece prestarse al juego con resignación. Busca un reconocimiento recíproco que Sarlo no está dispuesta a darle y que ella, por el contrario, se complace en negarle. Y confía en que Fontevecchia puede montar un escenario en el que una conversación franca sea posible. González les otorga entidad a esos interlocutores y se presta a un extenso desastre. ¿Lo hace por un optimismo a toda prueba sobre la buena fe de los otros dos? Se expone a que Sarlo le diga: "ustedes son los kircneristas honestos, pero son unos imbéciles". Ella no lo dice con estas palabras, pero casi. ¿Hay motivos biográficos que llevan al director de la Biblioteca Nacional a esperar un reconocimiento que Sarlo nunca le dará? ¿Se replanteará su disposición a participar en escenarios tan adversos para sus propias intenciones? ¿Qué habrá sentido al leerse?
No es algo extremadamente importante lo que está en juego en esta nota. Este es solo un apunte de tarde de domingo. Pero me quedo pensando también en los lectores del engendro. Hay otras notas en la misma edición (entre ellas una de Tomás Abraham). Lo mejor que se puede decir de ellas es que hacen juego con esta nota central. Como lector pienso en los otros lectores. Como editor de una revista, un blog y un programa de radio modestos, y como posible invitado de entrevistas mucho menos visibles que esta, solamente deseo nunca terminar así.
4 comentarios:
la alianza no volverá ... jamás
En alguna oportunidad pasaron por tvr el día en que Sarlo no le aguanto a Viñas el improperio de "funcionaria" y se fue masticando bronca de un estudio de atc. Lo pasaban pegado con otro de Cristina reivindicándose como dirigente,por lo tanto su necesidad de pensar por la progresiva, que dejo titubeante y caliente a Viñas. Gonzalez me parece inocenton, parece mentira siendo un lector de grandes polemistas. No entiendo el tono conciliador, como si la prensa hoy se prestara para argumentos extensos o grandes debates.
No creo que haya que poner el acento en Horacio Goznález, a quien admiro y respeto por su escritura, pero se equivoca al aceptar estas invitaciones. En cambio, me impresiona el dislate periodístico de Fontevecchia porque, involuntariamente lo deja al descubierto en el lugar berreta que ocupa, totalmente diferente a la pose de periodista con formación cultural que se arroga. Perfil es un producto impresentable.
Y Sarlo es pérfida, lo sabemos de hace rato: es una pena que Horacio espere de ella un gesto de reconocimiento.
No es equilibrado que pongas tu esperanza sobre quien cayó en el resentimiento.
Obra en contrario y obtendrás como respuesta la monstruosidad y la desproporción.
Silo
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