por Oscar Cuervo
Lucía Seles es la única irrupción inesperada en los últimos años de la cinematografía local. Imposible encuadrarla en alguna tradición cinematográfica (se puede forzar meterla como alguna variante de la "nueva comedia", pero más por pereza clasificatoria que por fidelidad a dejar ver la obra). Imposible vincularla con las tendencias en boga en festivales internacionales.
La clave de su cine no está en lo narrado (da pena ver a críticos veteranos tratando de "contar" la película, sin advertir que lo que está sucediendo en pantalla es otra cosa: muchos años de Netflix terminan por arruinar las mentes más adiestradas).
Lo que sucede en el cine de Lucía Seles es el desenvolvimiento de un descalabro cósmico (cómico) que entrelaza situaciones y vínculos que siempre bordean un abismo cercano a la catástrofe pero por su propia precariedad se mantiene milagrosamente en marcha.
Los diálogos, el extraordinario desempeño actoral, con caracteres al borde de lo angélico o lo psicótico, los movimientos de cámara, la estructura espacio-temporal fracturada responden a una sensibilidad que los precede y a la que subordinan en una rara perfección. Una vez más la crítica standard se estrella contra una idea de "desprolijidad" que solo expone su torpeza conceptual.
Seles hace un cine en el que la lengua se desquicia tanto como la sintaxis cinematográfica, pero nada funcionaría si no fuera capaz de hacer emerger un registro de eso que no cesa de no escribirse: lo real.
Ciertos recursos del costumbrismo son descalabrados para que los bordes del horror existencial sean recibidos con carcajadas. Lo cómico como el reflejo oblicuo del desastre.
En una totalidad precisa y rotunda no es justo obviar a la pareja de madre e hijo sanjuaninos (Susana Pampín e Ignacio Sánchez Mestre), en un olimpo argento en el que conviven con Catita, Pepe Biondi y las poetisas de Batato, Urdapilleta y Tortonese.
No es un mérito menor de Terminal Young el de conquistar para el cine ese lugar precioso que es Puente Alsina y hacerlo con tanta gracia y belleza. Nunca vi mi barrio tan hermosamente filmado.
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