sábado, 8 de marzo de 2008
Esperando a Bob
Bob Dylan llegó a Nueva York el 24 de enero de 1961, un día de mucho frío. Tenía veinte años. Esa misma noche tocó un par de canciones en el Café Wha? del Greenwich Village. A ese bar iban por lo general turistas, ansiosos por conocer a los beatniks que por entonces andaban por el Village. Esa noche, la actuación de Dylan no debe haberles parecido gran cosa, ya que no se recuerda ninguna reacción especial de la concurrencia. Así es como contó Bob su llegada a la Gran Manzana:
Es invierno en New York
Viento helado por todas partes
Más de uno debe estar helado hasta los huesos
Yo no tenía frío entonces
Con mi vieja guitarra
Tomé el subte
Y salí del otro lado de la ciudad
Greenwich Village
Después de caminar terminé en un café del barrio
Subí al escenario y me puse a cantar
El tipo dijo: “Volvé otro día
sonás como un palurdo montañés,
nosotros acá queremos cantantes folks”
Cuando conseguí un empleo tocando la armónica
soplando con mis pulmones por un dólar al día
soplaba para adentro, soplaba para afuera
El tipo de ahí dijo que le encantaba mi sonido
le gustaba tanto que me pagaba un dólar.
(Talkin’ New York, Bob Dylan, 1961)
Habían de pasar unos meses todavía hasta que Dylan fuera realmente descubierto. En septiembre Robert Shelton, crítico del New York Times, presencia su actuación como telonero de los Greenbriar Boys y a los tres días publica en el diario un exaltado elogio de Bob. A ese cronista quizás le deba la humanidad el haber descubierto a uno de los artistas más enigmáticos que haya dado la música popular, el más célebre de los genios desconocidos. Desde entonces, los cazadores de talentos han estado tratando de emular a Shelton, tratando de descubrir al nuevo Dylan. Desde entonces, no pasa un semestre sin que alguna revista especializada “descubra a un nuevo Dylan”: llámese Donovan, Phil Ochs, Tom Waits, Bruce Springsteen, Loudon Wainwright III o Beck, la mayoría de ellos es rápidamente olvidado, unos pocos quedan, pero ninguno da la talla. Entre nosotros, en sus artículos dominicales de RADAR, Rodrigo Fresán descubre a un nuevo Dylan cada ocho semanas: “esta vez sí, éste es el nuevo Bob”.
Desde la edición de su segundo disco The Freewheelin’ Bob Dylan (1963), la reputación de Bob creció y creció. Primero tuvo a todo el Village a sus pies, después a todo New York. Fue la gran esperanza blanca, el joven prodigio inmediatamente adoptado por los grupos radicales que luchaban por los derechos civiles. Se lo consideró el gran cantante de protesta americano, el heredero natural de Woody Guthrie y Pete Seeger. Subía junto con los otros cantantes del movimiento (Seeger, Joan Baez, Peter Paul and Mary) y todos tomados de la mano cantaban Pronto venceremos. Dylan compuso himnos militantes que hicieron época: The times they are a-changing, Masters of War, Blowin’ in the wind... Aquello de “Cuántas veces más deben volar las balas de cañón / antes de que sean prohibidas para siempre / la respuesta, amigo mío, está soplando en el viento.” Hasta que un día, Bob mostró su otra cara: su voz nasal e idiosincrática empezó a hablar de cuestiones menos consensuales, se quitó de encima la responsabilidad de llevar-a-América-a-alguna-parte:
Antes pensaba que la vida era blanco y negro
hablaba de lo que salía de mi cabeza
hazañas románticas de mosqueteros
basadas en una especie de profundidad
Ah, yo era mucho más viejo entonces
Soy más joven ahora”.
(My back pages, 1964).
Pero la izquierda que tanto lo veneraba tardó en registrar la mutación. Hizo falta que al año siguiente Bob dejara su guitarrita acústica y le infundiera a su música una descarga eléctrica. Subió el volumen de los equipos al mango y su imaginación se enrareció: lo hizo -nada menos- en medio del festival de Newport, el encuentro anual de la izquierda folkie. Entonces sí descubrieron a Bob Dylan: lo abuchearon, le dieron la espalda, le exigieron volver al viejo repertorio, más tarde lo llamaron “Judas”... Pero ya era tarde. En tres discos grabados entre 1965 y 1966 (Bringing it All Back Home, Highway 61 Revisited, Blonde on Blonde) Dylan cambió no sólo el rumbo de su carrera y terminó de dispersar a los pocos folkies que aún quedaban entre su público: lo que hizo fue cambiarle la cara a la música popular moderna. Fue entonces que los Beatles descubrieron a Dylan y las letras de sus canciones cambiaron: de I wanna hold your hand pasaron a You’ve got to hide your love away. Dylan perdió a su antiguo público pero ganó uno más grande: a la altura de los Beatles, fue considerado el más grande talento individual del movimiento rock.
Nadie siente ninguna pena
esta noche mientras me quedo bajo la lluvia
todo el mundo sabe
que mi chica tiene un vestido nuevo
pero ahora veo que sus cintas
se le cayeron de los rulos.
Ella toma como una mujer
hace el amor como una mujer, sí
y sufre igual que una mujer
pero se quiebra como una niña pequeña.
La Reina María, ella es mi amiga
sí, creo que voy a verla otra vez
no hace falta adivinar
que mi chica no será dichosa
hasta que entienda finalmente que es como el resto
con su niebla, sus anfetaminas y sus perlas.
Ella toma igual que una mujer,
hace el amor como una mujer, sí,
y sufre como una mujer
pero se quiebra como una niña pequeña.
Esuvo lloviendo desde el principio
y yo estaba ahí muriéndome de sed
así que entré aquí
Y tu antigua maldición duele
pero lo que es peor
es este dolor que siento acá adentro
no puedo quedarme aquí
¿No está claro que no puedo encajar?
Sí, creo que ya es hora de terminar
Cuando nos encontremos de nuevo
y nos presenten como amigos
por favor, que no se te escape que me conociste
cuando yo estaba hambriento y el mundo era tuyo.
Ah, fingís como una mujer
hacés el amor como una mujer, sí
y sufrís como a una mujer
pero te quebrás como una niña pequeña.
(Just like a woman, 1966)
Bob está llegando a Buenos Aires en pocos días. Mientras lo esperamos, mañana domingo a la medianoche la seguimos en La otra.- radio.
L. O.
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3 comentarios:
Qué alegría saber de Dylan, el Domingo no falto en el aire. Lo que me interesa en relación con lo que se habla sobre bob en este último tiempo es una cierta tendencia (quizás promovida por el propio dylan a partir de la factura de no direction home) a congelar su carrera en el 66, en el accidente de moto, como si luego dylan no se hubiese seguido transformado como un mutante (aunque no me gustó mucho la forma de mostrarlo como estereotipo de i m not there). Es innegable que fue uno de los momentos más significativos de su carrera, y que luego esta tuvo altibajos como la de todo artista. Pero lo que me fascina de dylan es como sus canciones más allá de ser autónomas pueden ser vistas también como el protocolo de una búsqueda implacable, de un fervor extraordinario que, en el tiempo que se relata en el post, va aprendiendo a ser cada vez menos condescendiente. Joan Baez dice en No direction...que no hay velos entre lo que Bob produce en su laboratorio de canciones y lo que llega al público. Dice: si no te gusta bien, pero si esto pasa, es dificil no sumergirte casi totalmente en su universo, tenerlo tan cerca, como decía patti smith: que había hablado tantas veces con dylan en su cabeza, cuando lo vio por primera vez era como si ya lo conociese. Para mi, que lo escucho hace no tanto tiempo, fue un hallazgo que todavía no acabo de dimensionar. En este sentido es una paradoja como puede ser a la vez tan trasparente y tan escurridizo, tan novedoso en cada nueva escucha.
¿Quién no ha mantenido una conversación con Dylan, si es uno de los interlocutores necesarios de nuestra época? Y su privilegio es la amplitud de su mirada, que arranca en los últimos 50 y atraviesa décadas hasta llegar con una espléndida madurez al sXXI.
Mucha agua pasó bajo el puente, muchos aparecieron y pasaron y Dylan está ahí.
La idea de concentrar su carrera hasta el 66 no es, seguro, del propio Dylan, porque desde el Never Ending tour que empezó a fines de los 80 y que lo tiene tocando 3 veces por semana hasta el día de hoy, en cuyo lapso ha grabado algunas de las grandes joyas de su carrera (Oh mercy, Time out of mind, World gone wrong... hasta Modern times), Dylan vive en un presente continuo en el que coexisten todos los Dylans.
La decisión de Scorsese es totalmente necesaria, porque el material de la música popular previa al rock es tan rico y fascinante, el ascenso y consagración de Bob es tan cautivante y su giro y ruptura con su primera imagen de "protesta" es tan dramático, que no podia contarse en menos de las 4 horas que dura NO DIRECTION HOME. Su carrera, seguramente, merece varias películas de 4 hs hasta llegar aquí.
Nosotros mismos, en este blog y en el porgrama, no podemos agotarlo en un post y en una emisión, por lo que habrá varios capítulos en los próximos días. Y en la radio, en las próximas dos emisiones, recurriremos a algunos fans de Bob como Tomás A. y Pablo D. para que nos ayuden a abarcarlo.
saludos
Una belleza esta letra, por favor!
leerla solamente, ajena a su música provoca tantas cosas...
esa es la diferencia entre Dylan y el resto, no quedás indemne después de escucharlo o leerlo
aguardo los post que vendrán
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