Con dirección de Marcelo Velásquez se ha repuesto Criminal, pequeña tragedia sobre una transferencia contratransferencial, ya convertida en un clásico del dramaturgo Javier Daulte.
Se trata de las intrincadas relaciones de dos psicoanalistas con sus respectivos pacientes- casados entre sí- y a la vez, entre ellos, relacionados como profesionales. Por si alguien piensa que la trama puede carecer de interés dramático, aclarmos que está incluido en ella un crimen anunciado que se trata de evitar. Los entrecruces verbales y físicos son ríspidos y sorprendentes, y aunque el autor explica ante cada uno de sus estrenos que el humor en él es inevitable, debemos aclarar que se trata de un humor bastante feroz. Estos exabruptos causaron manifestaciones de asombro en un público de cierta sofisticación, que debería estar familiarizado con estos avatares. Es que siempre se esperan profesionales criteriosos a cargo de pacientes perturbados y no que los inseguros y desquiciados sean los psicoanalistas, como efectivamente ocurre. Aquí quedarán al desnudo los peores vicios de analistas que imparten subrepticias normas que ellos mismos violan permanentemente. Lejos de sugerir cuestionamientos sociales, apuntan siempre hacia la conservación del statu quo, lo que lleva a que los pacientes dejen de serlo y se transformen en vengadores.
Ambos terapeutas obtendrán su merecido, aunque tampoco esto se logrará por medios lícitos. De ninguna manera. La obra cerrará con una reflexión acerca de este mundo enrarecido que busca la felicidad eterna. Desde hace rato esta idea de la felicidad y su consecución ronda al autor (Criminal se estrenó en 1996, en el Teatro Payró). Se trata de un concepto nodal en la obra de este autor argentino. Theodor Adorno ha dicho que la idea de felicidad no puede ser analizada desde el presente: sólo podemos decir que hemos sido felices. Buscar la felicidad como estado no es otra cosa que un propósito vano.
Daulte trata este problema también en el programa 200 años, producción que une a realizadores de cine y teatro. En este caso su co-equiper fue la cineasta Sandra Gugliotta, por Canal 7. En nuestros corazones para siempre -así se denomina el programa- es la historia de un actor (Arturo Puig) que hace 40 años que encarna en una serie televisiva al jefe de una familia feliz, en la cual no falta un tío maldito y otros clisés del genero. Este actor se encuentra pasando un momento conflictivo: crisis existencial, laboral y de pareja. Espera poder tomar distancia, viajar y ver si es posible acceder a otra oportunidad como actor. Pero nada de esto será posible. Un golpe en la nuca lo hace despertarse en una casa extraña, donde una familia que evidentemente no está en sus cabales lo ha raptado y aislado. Le exigen que actúe, que haga su personaje y que todos tengan su rol en esa familia dichosa. Pero él no estará en condiciones de darles esa ficción, esa felicidad artificial que le exigen.
La felicidad, obviamente, también gira en torno a bonanza conseguida a cualquier precio. Son las disparatadas, a veces desopilantes, aventuras de una familia no convencional: una pareja madura y su joven hija, para la cual desean el don más preciado del amor, y un increíble robot que los secunda en sus propósitos y es tan humano y divertido como los maniquies de la obra Automáticos del mismo autor.
La felicidad aquí es un mandato social con el cual habrá que cumplir a rajatabla, aun a costa de innumerables mutilaciones. Esta obra fue estrenada en 2007 y reestrenada este año. Después de varios meses en cartel encuentra ahora su punto de sazón, cuando debe bajar de cartel. Una pena que tanta perfección en la puesta y en el rubro actoral, no puedan perdurar.
La felicidad se escabulle permanentemente: el fenómeno teatral tambien.
Criminal: Teatro del Borde. Chile 630.
La felicidad: Teatro Regina. Santa Fe 1235
MARTHA SILVA
2 comentarios:
Què bien Martha.
El unitario 200 años fue excelente con una veronica llinas y un luis machin desquiciados, secuestradores de puig.
La felicidad no la vi, pero he leido que es la continuacion de Automaticos 20 años despues.
Saludos
Silvia
Hola Silvia: Ah! No sabía que la FELICIDAD era la continuación de AUTOMATICOS. Interesante, todo cierra entonces.
Gracias Silvia. Martha
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