Un análisis político del acto del 24 de marzo: La otra.-radio, para escuchar clickeando acá
"Es necesario que haya nuevos organismos de Derechos Humanos": la ira de Alfredo Leuco, que quiere formar organismos a la medida del régimen macrista -integrados en su humilde proposición por figuras como el doctor René Favaloro, Juan José Campanella, Santiago Kovadloff, Graciela Fernández Meijide, Daniel Sabsay, Magdalena Ruiz Guiñazú y otras celebridades- es síntoma de la irritación con que el oficialsimo recibió el acto del 24. El paso de Obama por el país justo cuando se cumplían los 40 años del golpe se planeó como la apoteosis del regreso argentino al mundo libre. En este marco, el gobierno intenta una reescritura del discurso estatal sobre los derechos humanos en función del nuevo ciclo de ajuste y endeudamiento.
Hay que deskirchnerizar la memoria y retroceder hacia la aséptica abstracción de unos derechos humanos desligados de la historia vivida, una maniobra que sirva para condenar el autoritarismo bolivariano y al mismo tiempo convalidar la prisión política de Milagro Sala, la subsistencia de la cárcel de Guantánamo y el ajusticiamiento televisado de déspotas musulmanes. La foto de Obama y Macri caminando con sigilo por el Parque de la Memoria, lanzando flores al río, intenta borrar las huellas digitales de los responsables civiles -locales y norteamericanos- de la masacre. Ninguno de los dos se mancha la lengua con palabras sucias como "terrorismo de estado" o "Plan Cóndor". Los medios oficiales prohíben hablar de la dictadura cívico militar. Ahí "cívico" no cabe, no sea cosa que alguien asocie esa palabra con los apellidos Massot o Blaquier.
Lopérfido se puso a la vanguardia de la operación negacionista y detrás vino Macri relanzando la teoría de los dos demonios ("la violencia política e institucional") y desmantelando las oficinas gubernamentales que el kirchnerismo instaló como auxiliares en el avance de los juicios a los genocidas civiles y militares. Lo de la "mesa donde se arregló el número de 30.000" no es un exabrupto de un muchacho hiperestimulado, como interpretó la semana pasada Verbitsky con benevolencia, sino la punta de lanza de una operación coordinada, que conduce a la cooperación de la DEA y la CIA con las fuerzas armadas en asuntos de seguridad interna. Es una política zonza la de querer pensar por separado lo que viene junto.
El acto del 24 perturba este diseño no solo por la masividad que ninguna otra causa política puede movilizar hoy por hoy en el país. La autoridad conquistada por los organismos de derechos humanos argentinos es capaz de eyectar al presidente de la primera potencia mundial y su representante en la Argentina a miles de kilómetros de la Plaza. Obama y Macri tuvieron que fugarse a Bariloche y aún ahí los alcanzaron las puteadas. La solidez de su alianza tiene algunas grietas por donde la luz se filtra.
El documento leído el jueves pasado en la Plaza por Madres, Abuelas, HIJOS y Familiares es una piedra en el zapato del régimen. Se permite no solo marcar las continuidades de las luchas populares pasadas y presentes, sino también reivindicar los avances logrados en los 12 años de gobiernos kirchneristas y el retroceso brutal de los 100 días macristas. Es insoportable que hoy se acentúe que el trabajo es un derecho humano. Es irritativo que en la marcha haya tantos trabajadores sindicalizados y que las siglas de la CTA y la CGT queden tan a la vista. Al gobierno no le resulta agresivo tener encarcelada a una dirigente social sin que esté procesada ni balear a los niños de una murga sino que estos atropellos sean denunciados como lo que son: violaciones a los derechos humanos del presente.
La operación para abstraer los derechos humanos de la lucha política es imposible. Y lo es más para el macrismo, cuyos genes y planes lo fuerzan a violarlos. Durante el kirchnerismo hubo sectores socialdemócratas que deploraron el acercamiento de los organismos al estado: la matriz liberal de la socialdemocracia se ilusiona con una equidistancia imposible. La lucha de los derechos humanos nació con una marca política: contra el diseño de un estado terrorista y dependiente del imperialismo. No contra cualquier estado. Los derechos humanos no corrieron peligro al kirchnerizarse. El kirchnerismo no se "apropió" de los organismos: se trató de una alianza política inevitable. No era por los subsidios estatales, como piensa la derecha neoconservadora, era por las políticas sociales inclusivas, "con la gente adentro". Al macrismo, por más maniobras que se le ocurran, le resultará imposible cooptar a los organismos y más aún disputarles las banderas de los derechos: la naturaleza de su proyecto exige dejar un pedazo de gente afuera.
Lo que dijo la Plaza es esto: los derechos humanos no se van a deskirchnerizar hasta que surja un proyecto político que supere las conquistas igualitarias del kirchnerismo. Nunca antes.