Lanata le dice a Macri: la gente quiere ver presa a Cristina. Macri se lo concede.
Un fin de semana frío en el que empiezan a dibujarse los contornos de una nueva configuración política. Porque los tiempos, el clima. el tempo y las palabras con las que se canta cada momento de la historia no aparecen inmediatamente ni se mueven al ritmo de los deseos de nadie, suenan como se les canta. El poder, esa bestia esquiva. Pese a todo y por suerte la historia no se puede diseñar. Se puede simular el desenvolvimiento de un modelo en el tiempo pero hay variables que no pueden reproducirse en un laboratorio social.
Argentina algunas veces en su historia fue tratada como un laboratorio social.
La dictadura de Videla fue uno de esos momentos. Ahora es otro. Es decir: un alineamiento muy macizo de los poderes: oligárquico, financiero, mediático, judicial, el 90% del sistema político de representación, todos respondiendo a un guión de hierro. Esta vez empezó a funcionar exactamente el 10 de diciembre pasado, una puesta en escena esmerada en sus mínimos detalles. El repertorio inicial traía aires de ligereza, globos amarillos, sale fiesta en el bunker de macri, "hoy ganamos los boludos", dijo un boludo.
Todo eso se diseña. Pero la realidad es terca.
Recién ocho meses de gobierno de Macri y ya Morales Solá tiene que salir a aclarar que el presidente no es De la Rúa. Argentina tiene tensiones permanentes que no cesan a partir de ningún gesto fundacional. No terminó la inflación cuando Alfonsín anunció el Plan Austral, la casa no estuvo en orden después del intento de golpe de los carapintadas, no hubo reconciliación después de los indultos de Menem, la historia no terminó cuando dijo Fukuyama, el golpe en la mesa de De La Rúa no produjo una impresión de autoridad. Y por sobre todo: la dictadura masacró a una generación, aterrorizó a los que quedaron vivos, lavó cerebros y destruyó el tejido social. Aún así: no pudieron cumplir su ciclo estratégico de "Reorganización Nacional", se fueron a los empujones, fueron juzgados finalmente, los genocidas como Videla vivieron su peor momento con los Kirchner y murieron en celda común. El avance de la justicia estaba empezando a rozar a los dueños de la dictadura: los Massot, los Blaquier, esos apellidos que hace pocos meses estaban en el banquillo de los acusados, a los que ahora muchos argentinos con sus votos les devolvieron el país normal.
Recién ocho meses de gobierno de Macri y ya Morales Solá tiene que salir a aclarar que el presidente no es De la Rúa. Argentina tiene tensiones permanentes que no cesan a partir de ningún gesto fundacional. No terminó la inflación cuando Alfonsín anunció el Plan Austral, la casa no estuvo en orden después del intento de golpe de los carapintadas, no hubo reconciliación después de los indultos de Menem, la historia no terminó cuando dijo Fukuyama, el golpe en la mesa de De La Rúa no produjo una impresión de autoridad. Y por sobre todo: la dictadura masacró a una generación, aterrorizó a los que quedaron vivos, lavó cerebros y destruyó el tejido social. Aún así: no pudieron cumplir su ciclo estratégico de "Reorganización Nacional", se fueron a los empujones, fueron juzgados finalmente, los genocidas como Videla vivieron su peor momento con los Kirchner y murieron en celda común. El avance de la justicia estaba empezando a rozar a los dueños de la dictadura: los Massot, los Blaquier, esos apellidos que hace pocos meses estaban en el banquillo de los acusados, a los que ahora muchos argentinos con sus votos les devolvieron el país normal.
Este país no es normal. La Argentina contenciosa, o camorrera, si elegimos una palabra menos sociológica. El diseño cerrado de Cambiemos, con todos los poderes alineados, llega un punto en que empieza a oxidarse al contacto con el aire. El aire del planeta quiso que el pimer semestre fuera frío y el segundo empieza gélido. El frío es la prueba de realidad. El tarifazo fue el tropiezo.
El macrismo parece haber advertido algo: el crédito se le va acabando. José López y las monjas le dieron un tiempo extra. Ahora están tratando de estirar el efecto: lázarobáezjosélópezlázarobáez. Pero no surte el mismo efecto: el fiscal Moldes y la DAIA intentan revivir a Nisman, que ya les prestó demasiados servicios.
Lanata le dice a Macri: la gente quiere ver presa a Cristina. Macri lo deja seguir, le concede. En este pequeño paso de baile veo una admisión de debilidad. Necesitan traer a Cristina, necesitan eliminarla. Están pensando en salvarse para volver a enterrarse. Cuando el gobierno no sabe qué hacer, dice "Cristina", pero su inconveniente es que la necesidad de reponerla surte efecto siempre que sea para eliminarla. Y luego volver a evocarla otra vez, sombra terrible patagónica, y volver a eliminarla. La duda que se les nota es que ponerla presa es la carta que todos saben que se guardan en la manga para cuando las cosas se pongan muy fuleras para ellos. El problema es que se nota mucho y nadie puede arriesgar cuánto durará el efecto. O si no será peor.
¿Amenazar constantemente con apresarla, sin llegar a hacerlo? ¿Dejar correr el tiempo hasta que el deterioro inevitable del humor social lo haga imperioso? ¿Cuando ya sea demasiado tarde? ¿Presa cuánto? Suponiendo que en el núcleo duro del votante macrista la foto de Cristina presa produzca algarabía, ¿cuánto durará el efecto? ¿y si la combinación de ella presa y el pedido de que el pueblo haga un último doloroso sacrificio se les vuelve en contra? Si "Cristina tiene que ir presa" es el principal sostén del régimen, significa que no tienen nada mejor que ofrecer. No habrá lluvia de inversiones ni efecto rebote, sino recomendaciones de los organismos financieros de que es preciso ser más austeros, apagar más luces y estufas, esperar más tiempo un derrame que se aleja como la zanahoria al burro.
Este fin de semana frío la cosa está así: Macri resuelve dar entrevistas a interlocutores amigos, gente que lo trata con afecto y le evita cualquier disgusto. Macri sobreactúa relax, afabilidad y se viste de invierno frío y estufa apagada. Justo al revés de la foto que hizo circular cuando se jugaba la final de la Copa América: en pocas semanas hubo que sustituir "el calor del hogar" por "el frío de la austeridad" como dos imágenes de diseño que, estando tan cerca una de otra, muestran la falsedad de las dos.
Cristina también apareció en una rueda de prensa ante corresponsales extranjeros. También se nota afinidad política con sus interlocutores. Tanto las entrevistas de Macri con Fantino, Lanata y Barili, como la de Cristina con Telesur muestran que los interlocutores dejan a cada uno desplegar su figura. Cristina se extiende en amplias contextualizaciones regionales e históricas. La entrevista se propaga por las redes pero ellos intentan voltear el video varias veces. Necesitan tenerla pero cuando aparece no quieren verla. Macri apela a la complicidad de sus amigachos para contestar con guiños, frases de cinco palabras, oraciones unimembres: le dijeron que eso le conviene pata contrastar con Cristina. Pero además es difícil que Macri pueda decir algo más.
El que gobierna es Macri. Nadie sabe cuánto vale el gas ni cuándo va a llegar la factura. A esta altura cuaqluier salida del matete tarifario parece mala: mantenerlo, postergarlo para el año que viene, retroceder, pasarle la pelota a la Corte: todas las salidas tienen un costo político todavía incalculable. Los focus groups deben estar trabajando a destajo. Los callcenters de Peña Braun al pie del cañón esperando que les dicten el hashtag. Lo que se acerca son las elecciones de medio término. Monseñor Aguer dice que habría que eliminarlas, porque no dejan gobernar.
Lo interesante en estas entrevistas de ambas figuras políticas no está tanto en lo que dicen, sino más bien en lo que callan. Una sola cosa que dice Cristina tiene un filo cortante: no teme ir presa: "cuando te metés con los poderosos, sabés que podés terminar presa". Ahí la debilidad se hace fortaleza: es un problema de ellos decidirse a hacerlo o dejar pasar la oportunidad. Ella, los desafía, los está esperando.
Una buena noticia para la política macrista sería que no necesiten amenazar con ponerla presa. Y si dejaran libre a Milagro Sala, sería un síntoma de que la política de Macri empezó a funcionar.
Cristina, dice un recuadro firmado por Edgardo Esteban para Página 12, no quiere anticipar nada sobre su futuro político: "Un solo tema no abordó, prefirió aun mantener el silencio sobre su futuro político. Según un vocero cercano, no es el momento para anticipar el camino político que tomará la máxima referente del kirchnerismo". Ese silencio se vincula con la ansiedad que provoca cualquier gesto de ella al respecto. Para mí quiere decir dos cosas: ella está haciendo política (la misma entrevista es signo de eso) y no está preocupada por aglutinar a la oposición en las elecciones del año que viene. La preocupación de pejotistas, peronistas amigables y conversos de última hora es prenderse en algún bondi que lleve a 2017. No es ese el tiempo que apremia Cristina.
Y Macri tiene que hacer algo que no le sale del todo: gobernar.
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