¿Qué viene después de la muerte de Dios? Tres conceptos que Nietzsche lanza a partir del anuncio del asesinato de Dios: el Eterno Retorno de lo Mismo, la Voluntad de Poder y el Superhombre. Esos tres conceptos van a dominar el pensamiento de Nietzsche hasta su final [abrupto].
El Eterno Retorno es quizás el elemento más anómalo de todo el pensamiento nietzscheano, la piedra con la que todas las interpretaciones se topan sin saber bien qué hacer. Tomarlo como su filosofía de la historia no lo deja muy bien parado, ni siquiera parece interesante: ¿se trata de la banalidad de que todo vuelve una y otra vez igual? ¿qué tendría esto de estremecedor? Pero es notorio que el propio Nietzsche quiere dotar a la comunicación de esa experiencia de un halo terribilis. La experiencia del Eterno Retorno lo asalta como una experiencia mística. Es curioso que lo que pone fin a su etapa "iluminista" sea una experiencia mística:
"La concepción fundamental de la obra [Zaratustra], el pensamiento del Eterno Retorno, esa fórmula suprema de la afirmación a la que pueda llegarse, es de agosto del año 1881: se encuentra anotado en una hoja en cuyo final está escrito: «En Sils Maria, 6000 pies sobre el nivel del mar y más alto sobre todas las cosas humanas»..."
Sin embargo, mucho antes de este arrebato en las alturas, ya hay escritos juveniles donde Nietzsche había especulado con la idea del Eterno Retorno, sin la conmoción que en 1881 lo sacude. Tampoco puede decirse que la doctrina del Eterno Retorno sea original. En la antigüedad, Heráclito sostenía que todas las cosas perecen en el fuego y luego vuelven a aparecer, en lo que se denominó "el gran ciclo cósmico"; también hay alusiones al eterno retorno en los estoicos. Entonces, si Nietzsche ya había considerado esta idea, si forma parte de la herencia antigua ¿por qué esta experiencia de 1881 lo perturba tanto y se siente empujado a ser el portador de la noticia?
¿Qué significa exactamente? La certeza de que este instante que estamos viviendo se va volver a repetir infinitas veces, que ya se repitió infinitas veces.
El propio Nietzsche, a lo largo de estos años, adopta distintas actitudes frente a su experiencia y su consiguiente misión. En algún momento quiere racionalizar la idea y trata de buscar fundamentos en libros de ciencia. Busca por el lado del principio de la conservación de la energía. La cantidad total de la energía del universo permanece constante, no se agrega ni se pierde nada; por ende, arguye Nietzsche, si el tiempo es infinito, todas las cosas volverán a combinarse del mismo modo una y otra vez. Esta es su versión cosmológica. ¿Por qué sería inquietante? Rüdiger Safranski dice que esta manera de presentarlo es un argumento frío, no es capaz de perturbar a nadie. Si esto que estamos viviendo ya se repitió infinitas veces y no nos damos cuenta, ¿qué tiene de inquietante?
Ahora, Nietzsche sí se ha dado cuenta: lo terrorífico sería que se va a repetir lo horrible de su existencia, lo que él quisiera dejar atrás. Si uno lee su correspondencia de esos años, encontramos una monótona repetición de quejas por sus padecimientos físicos y sus torturas psíquicas. La idea de que eso tenga que volver a vivirse infinitamente puede volverse una fantasía infernal. Sin embargo, él dice que quien sea capaz de no sucumbir frente a esa certeza se transforma en Superhombre ("lo que no me destruye, me fortalece"). Safranski considera la posibilidad de darle al Eterno Retorno una interpretación "pragmático existencial", que consiste en volver a elegir tu existencia tal como ha sido, decirle "sí" infinitamente. Se trataría entonces de una posición ética subjetiva, que se manifestaría como un estilo de existencia y no de una teoría cosmológica. De todas maneras, aún interpretándolo así, tampoco suena tan terrible, no se entiende cómo iría a producir un cimbronazo en la civilización occidental, como Nietzsche presume. Podemos comprender que el advenimiento del nihilismo promueve un acontecimiento terrible: puede ser que ahora lo estemos atravesando y no hace falta explicar lo que tiene de terrorífico. No parece ser el caso del Eterno Retorno.
Él se da ánimos para soportarlo: "¿Es cierto que lo haré innumerables veces?". En otro escrito póstumo: "Imprimamos la copia de la eternidad en nuestra vida. Este pensamiento tiene mayor contenido que todas las religiones que desprecian la vida como algo fugaz e inducen a mirar hacia una determinada vida diferente". El Retorno significaría que esta vida nuestra [y no una vida más allá de esta] es eterna. Cada instante permanece en la eternidad.
La existencia que dice sí a lo terrible: yo pienso que Nietzsche siempre está bordeando el cristianismo, aún cuando él crea que lo está superando. La idea del asesinato de Dios, de que "nosotros lo matamos", bien puede leerse con una connotación evangélica. La aspiración de imprimir la eternidad en el tiempo es perfectamente compatible con una interpretación del cristianismo. Así es como lo experimenta unas décadas antes Kierkegaard. La bienaventuranza como un estado del corazón y no como una vida después de esta vida, la intersección de la eternidad y el tiempo en este instante. Hasta usa el mismo concepto. Para Kierkegaard esta experiencia no es compatible con la versión vulgar de la cristiandad, que promete el cielo para después de la muerte: el cielo es vivir ahora en la eternidad. Un instante lleno, el "pleroma" al que se refiere Johannes Climacus, pseudónimo de Kierkegaard, en Migajas filosóficas:
“Y ahora el instante. Este instante es de naturaleza especial. Es breve y temporal como instante que es, pasajero como instante que es, es pasado como le sucede a cada instante en el instante siguiente, y decisivo por estar lleno de eternidad. Para este instante tendremos que contar con un nombre singular. Llamémosle: plenitud en el tiempo”.
Kierkegaard no inventa esta idea del instante pleno de eternidad: lo saca de la Epístola a los Gálatas. Llama al instante la encrucijada entre el tiempo y la eternidad. Treinta y cinco años después Nietzsche dice que el instante es el portal de la eternidad. ¿Dicen lo mismo? No es seguro, pero tampoco es imposible.Hay una diferencia: en Kierkegaard es el amor al prójimo lo que te vuelve eterno. Nietzsche parece haberse quedado sin prójimos y dispara una flecha hacia el que vendrá: el Superhombre.
Lo pueden escuchar acá.
*****
Capítulo XIII. Así habló Zaratustra
Las cuatro partes de un libro donde Nietzsche se vale de ese personaje para decir aquello que no puede ser dicho por él de manera directa. Dice Heidegger que Nietzsche crea el personaje de Zaratustra para que piense lo que él no puede pensar. Toma el nombre de un viejo sabio persa, Zoroastro, quien hace miles de años habría enseñado las tablas del Bien y del Mal y lo "hacer volver" para que Zaratustra rompa esas tablas.
En la primera parte del libro, Zaratustra anuncia de la muerte de Dios y no es comprendido. Solamente consigue el rechazo de la multitud que lo desprecia y a la que él desprecia. A partir de ese primer desencuentro, comenzará un extenso soliloquio. Encontraremos a un Zaratustra hablando siempre solo, con sus animales, o con interlocutores que no están a su altura. Zaratustra habla al vacío o a un interlocutor que todavía no nació, prefiere pensar Nietzsche. Esto evidencia su situación existencial de entonces, porque él se siente rodeado cada vez más por interlocutores que no están a su altura.
En la segunda parte del libro Zaratustra anunciará al Superhombre. En la tercera, la doctrina del Eterno Retorno. En la cuarta (escrita unos años después) Nietzsche intentará bajar el tono profético de las partes anteriores y aludir con un cierto humor a los "últimos hombres", aquellos que ante la muerte de Dios no pueden alcanzar la otra orilla y se quedan en un nihilismo incompleto. Es posible que detrás de esos personajes se escondan los interlocutores reales que Nietzsche encontró en esos años, ninguno de los cuales parecía ya poder entablar un diálogo a la altura de su "mensaje".
Uno de esos interlocutores fallidos es una mujer, una joven aristócrata rusa a la que él, ni bien la conozca, le propondrá -sin demasiada convicción- casamiento. Lou Andreas Salomé. Nietzsche intentará varias veces trasmitirle con sigilo su experiencia del Eterno Retorno, esa idea cuyo peso temía no poder sobrellevar solo. Lou no se mostró particularmente deslumbrada por el terrible secreto que él le insinuaba. La relación entre ellos fue intensa y breve. Al final, Nietzsche quedará herido por este fracaso. Años más tarde ella escribirá:
"Lo común a los dos es el fundamental rasgo religioso de nuestra naturaleza, el cual quizás ha hecho su irrupción en nosotros con tanta fuerza porque somos incrédulos en el sentido más extremo. En el incrédulo la experiencia religiosa no puede referirse a ningún Dios y ningún cielo fuera de sí, donde puedan saldar sus cuentas las fuerzas formadoras de la religión, tales como la debilidad, el miedo y la codicia. En el incrédulo, la necesidad religiosa que ha surgido a través de la religión, por así decirlo, puede ser arrojada de nuevo a uno mismo, convertirse en fuerza heroica de su esencia, en el impulso de la propia entrega a un gran fin".
¿Qué pasa cuando matamos a Dios? ¿En que nos hemos de transformar? El hombre necesita matar al Dios que él creó y hacerse cargo de su propia fuerza creadora, potenciándose y desbordándose: desbordando su humanidad, rompiendo su propio molde: Die Übermensch. El Superhombre es una instancia que pretende desbordar lo humano, dejarlo atrás como un intento fallido de la vida. Es inevitable encontrar en estas ideas un eco del darwinismo que flota en el aire por esos años. Una vez más, como pasa con la doctrina del Eterno Retorno, Nietzsche vacilará entre construir una racionalización basada en sus lecturas científicas o revestir este advenimiento de una sonoridad mística, una religión para incrédulos, como decía Lou. Para hablar del Superhombre con parábolas sugerentes e imprecisas, Nietzsche escribe Zaratustra. Cuando trate de describir el temple con que una especie superior se destile a partir del sacrificio de los malogrados, su precisión sonará horrible: La genealogía de la moral será el libro que dé ánimos a los proyectos eugenésicos de los nazis de las décadas venideras.
El capítulo XIII se escucha acá.
*****
Capítulo XIV. Zaratustra habla solo
En este capítulo contamos con un invitado de lujo: el escritor Pablo Ramos.
Ante nuestra pregunta recurrente, ¿qué pasa después de la muerte de Dios?, aparece el peligro de quedarse solo frente a nada. Ese peligro se percibe en los soliloquios de Zaratustra: si Nietzsche tenía la intención de presentar su doctrina con tonos grandiosos, el libro en cambio se vuelve una prolongada sucesión de sentencias lanzadas al vacío. Como no hay un otro, no hay auténtico drama. Le habla a la muchedumbre y ellos se burlan. Le habla a sus animales, le canta a la noche, saluda al sol, se deshace de sus discípulos, que lo han encontrado "demasiado pronto". Siempre habla solo: nadie puede contraponerle una palabra otra. "Para encontrar un interlocutor que esté a mi altura, tengo que retroceder varios siglos, para hallar a Heráclito; o tengo que dirigirme a quien todavía no ha nacido". Es una fuga desesperada.
La figura del Superhombre dará lugar, en las sucesivas oleadas interpretativas del siglo xx, a diversas lecturas: desde la lectura nazi hasta una liberal libertaria, desde lecturas anarquistas hasta la exaltación del burgués que no depende ya de ninguna otra cosa más que de su voluntad desmesurada. El Superhombre como la exaltación del artista o como ejecutor de una Voluntad de Poder sin límites. En esta amplitud de rangos (todos los cuales pueden fundarse en algunos pasajes del propio Nietzsche) podemos reconocer su necesidad de postular una superación de lo humano y la indeterminación de sus contornos.
El presagio horrendo: "Se trata de ganar aquella enorme energía de la grandeza, a fin de que, mediante el cultivo de la especie -y, por otra parte, de la destrucción de millones de malogrados- se configure el hombre futuro, y no perezcamos por el sufrimiento que producimos, un sufrimiento de tal tamaño como no lo hubo con anterioridad" -escribe en un fragmento póstumo. Horrible. En La genealogía de la moral: "La humanidad como masa sacrificada al desarrollo de una única especie fuerte de hombre: eso sería un progreso". Este es el Nietzsche que veneran los nazis.
Si esto nos resulta insoportable, podemos avanzar unas décadas después de la derrota de Hitler, incluso de la caída de la Unión Soviética. Para quedarnos con la voluntad desencadenada de la burguesía que construye para destruir en un despliegue incesante de poder. Pero eso ya lo había profetizado Marx, unos años antes de Nietzsche. Quizá esto podría hacer el Superhombre:
“Todas las relaciones estancadas y enmohecidas, con su cortejo de creencias y de ideas veneradas durante siglos, quedan rotas; las nuevas se hacen añejas antes de haber podido osificarse. Todo lo sólido se desvanece en el aire; todo lo sagrado es profanado, y los hombres, al fin, se ven forzados a considerar serenamente sus condiciones de existencia y sus relaciones recíprocas”.
Quizás el Superhombre no fue derrotado en 1945, sino que está entre nosotros.
El capítulo XIV se puede escuchar acá.Quizás el Superhombre no fue derrotado en 1945, sino que está entre nosotros.
Hoy a las 17:00 en FM 88,7, seguimos con el capítulo XV: el Nietzsche de Heidegger.