por Juan Aguzzi
(Para el diario El ciudadano de la ciudad de Rosario, publicado el 9 de mayo de 2009)
La cocina, de Willy Villalobos, descubre en un conmovedor retrato fílmico la figura de un verdadero talento musical. Un genio que hizo equilibrio entre creatividad y locura y dejó cantidad de bellas canciones inéditas.
Los días pasaron y el Festival de Cine Independiente de Mar del Plata/Marfici, que finaliza hoy, fue tomando un ritmo vertiginoso, los filmsquenohabía quedejarde ver se amontonaron; aparecieron películas que después de visionarlas dejaron ganas de entrevistar a sus realizadores y hasta surgieron problemáticas y formas de ver el cine entre algunos de estos directores y críticos presentes que generaron un clima de cotejo y polémica sin horario ni lugar. De ese modo, y entre las sorpresas que siempre están en un rincón del catálogo, se tuvo la posibilidad de ver La cocina, un film argentino-uruguayo, dirigido por Willy Villalobos, que “descubre” a un verdadero talento, el músico uruguayo Gustavo Pena Casanova, más conocido como El Príncipe, otra suerte de Eduardo Mateo con una impresionante capacidad creativa y con la misma impresionante capacidad de descuidar su existencia, que terminó en 2004 con la salud arrasada, y con una increíble cantidad de composiciones –y discos armados– inéditos. Apenas algunas pocas grabaciones fueron circulando entre sus amigos músicos, entre los que se cuenta Martín Buscaglia, pero bastaron para que las nuevas generaciones comenzaran a escuchar allí a un creador tan loco como genial, con una particular filosofía de vida que encontró en su música y en la amistad el motivo para mantenerse respirando.
Villalobos conoció primero su música y luego se dejó seducir por un personaje entrañable, por su cualidad creativa y por su enorme voluntad para enfrentar una vida adversa con humor y generosidad. Con esa impronta que ya no lo abandonaría –la pasión con la que describe su relación con El Príncipe–, Villalobos fue pensando en la posibilidad de hacer un film y se lo propuso al ahora mítico músico uruguayo. Allí comenzó otra aventura que terminaría llamándose La cocina, un retrato fílmico intimista donde la figura de El Príncipe ejerce un poder hipnótico a través de una personalidad avasallante en sus resonancias imaginativas. Casi a modo de legado, La cocina instala la curiosidad sobre el (in)genio de un músico y pone a prueba cierta interioridad del espectador, aquella que da por sentado formas únicas de entender la vida. Como refiriéndose a un amigo que lo dejó un poco más solo, Villalobos contó a El Ciudadano detalles de esa amistad que se transformó en película.
—¿Quién fue exactamente El Príncipe?
La cocina, de Willy Villalobos, descubre en un conmovedor retrato fílmico la figura de un verdadero talento musical. Un genio que hizo equilibrio entre creatividad y locura y dejó cantidad de bellas canciones inéditas.
Los días pasaron y el Festival de Cine Independiente de Mar del Plata/Marfici, que finaliza hoy, fue tomando un ritmo vertiginoso, los filmsquenohabía quedejarde ver se amontonaron; aparecieron películas que después de visionarlas dejaron ganas de entrevistar a sus realizadores y hasta surgieron problemáticas y formas de ver el cine entre algunos de estos directores y críticos presentes que generaron un clima de cotejo y polémica sin horario ni lugar. De ese modo, y entre las sorpresas que siempre están en un rincón del catálogo, se tuvo la posibilidad de ver La cocina, un film argentino-uruguayo, dirigido por Willy Villalobos, que “descubre” a un verdadero talento, el músico uruguayo Gustavo Pena Casanova, más conocido como El Príncipe, otra suerte de Eduardo Mateo con una impresionante capacidad creativa y con la misma impresionante capacidad de descuidar su existencia, que terminó en 2004 con la salud arrasada, y con una increíble cantidad de composiciones –y discos armados– inéditos. Apenas algunas pocas grabaciones fueron circulando entre sus amigos músicos, entre los que se cuenta Martín Buscaglia, pero bastaron para que las nuevas generaciones comenzaran a escuchar allí a un creador tan loco como genial, con una particular filosofía de vida que encontró en su música y en la amistad el motivo para mantenerse respirando.
Villalobos conoció primero su música y luego se dejó seducir por un personaje entrañable, por su cualidad creativa y por su enorme voluntad para enfrentar una vida adversa con humor y generosidad. Con esa impronta que ya no lo abandonaría –la pasión con la que describe su relación con El Príncipe–, Villalobos fue pensando en la posibilidad de hacer un film y se lo propuso al ahora mítico músico uruguayo. Allí comenzó otra aventura que terminaría llamándose La cocina, un retrato fílmico intimista donde la figura de El Príncipe ejerce un poder hipnótico a través de una personalidad avasallante en sus resonancias imaginativas. Casi a modo de legado, La cocina instala la curiosidad sobre el (in)genio de un músico y pone a prueba cierta interioridad del espectador, aquella que da por sentado formas únicas de entender la vida. Como refiriéndose a un amigo que lo dejó un poco más solo, Villalobos contó a El Ciudadano detalles de esa amistad que se transformó en película.
—¿Quién fue exactamente El Príncipe?
—Fue alguien desconocido a nivel masivo para los uruguayos. Tiene algo parecido
a Eduardo Mateo, que fue el gran músico contemporáneo junto a Zitarrosa, y que juntos
abrieron una nueva puerta a la música popular uruguaya. Hoy, El Príncipe es el que más influencia a las jóvenes generaciones de músicos. La nueva camada habla de El
Príncipe como un tesoro oculto.
—¿Cómo se da esa influencia?
—El Príncipe se murió y todavía no había sido editado ningún disco, y es un tipo
que tiene cientos de composiciones. Lo único que se edita después demorir, a los pocos días, es un concierto en vivo; un día me despierto en la casa de él mientras estábamos filmando, y me dijo que había firmado con una discográfica y le pregunté adónde había firmado si no había salido de la casa, y me dijo que tenía el contrato desde hacía tiempo y que acababa de decidir firmarlo. Lo que más le impactaba era su propia experiencia de vida, entonces, poco le importaba el éxito y el estrellato, y tenía desconfianza de las discográficas. Era un tipo con un mundo musical muy propio, decía que todos los géneros eran importantes, que no era un rockero pero hacía rock, que no era un jazzero, pero hacía jazz; cuando se refería a sus alumnos decía que a los fanas de los stones, les recomendaba a Viglietti y Zitarrosa y viceversa, porque sostenía el carácter universal de la música y que el género sólo era el vehículo para expresarse. Sostenía que todos tenemos una misión en la vida, algo para hacer, y que eso se manifiesta y que uno sólo tiene que hacer eso; decía que nunca quiso ser músico pero eso era lo que siempre fue; un aspecto sorprendente es que se daba cuenta de lo que había escrito una vez que lo había escrito, nunca antes. Es decir: tenía un sentido de la espontaneidad impresionante. Y cuando se sorprendía, decía, era porque estaba bien lo que había hecho. Tenía muchos problemas físicos y una vez que se quebró el brazo, lo cual le generaba todo un problema para tocar la guitarra, se vale de una computadora y programas para editar música y soluciona su problema de creación, mucho antes de habérsele compuesto el brazo, es decir, tenía claro que su misión era seguir componiendo.Una misión que El Príncipe respaldaba con su actitud.
—¿Cómo llegás a escucharlo?
—Por mis amigos músicos, que me dicen que tengo que escuchar a este tipo, algo que
también yo hice después con otros amigos.
—¿Escuchar su música te hace pensar que con El Príncipe había que hacer alguna película?
—Sí, porque me daba cuenta de la influencia que El Príncipe estaba teniendo en estos músicos; lo primero que veo es cómo había impactado enmúsicos que yo respeto y me doy cuenta que estoy ante un músico importante; luego comienzo a escuchar más cosas y a enterarme un poco más y me enamoro de su música y luego empiezo a acercarme. Un día uno de esos músicos me invitó a su casa y ahí lo conocí; en realidad lo encuentro muy mal físicamente y él nos dice que era una suerte que hubiéramos ido porque tenía algunos temas nuevos para mostrarnos, para que escuchemos, no nos dijo que era una suerte que hubiéramos llegado para ayudarlo sino para que escuchemos sus temas. Al rato nos ponemos a conversar de todo, demúsica, de películas, habíamos vivido lamisma época, ese fue mi primer encuentro. La segunda vez lo veo en un hospital de Montevideo, estaba otra vez hecho mierda, y cuando entro al lugar me dice “hoy no puedo hablar”, y yo le dije, no vengo a que hables, vine a acompañarte solamente. Me preguntó si me quedaba y se pusomuy bien, era un tipo muy amable, allí comienza una relación que me permitió hacer la película. No sabía bien cómo cuidarse de los padecimientos físicos, para combatir la diabetes que lo cercaba tenía que tener mucha disciplina, pero no era capaz de eso. Era un tipo con tanta sensibilidad que por ejemplo iba al patio del hospital a escuchar el canto de los pájaros y el sonido ambiente, sintiendo que ése era un lugar especial. A las enfermeras las presentaba como si fuesen sus tías. También tocaba y componía ahí mismo, decía que tenía “un cuarto con vistas a un hospital”.
—¿Componía todo el tiempo?
—Sí,decía que podía componer dos o tres temas por día, en su computadora había como 15 discos que había compuesto en muy poco tiempo.
—¿Y cómo ibas pensando la película?
—Viene un poco después, porque en ese momento estoy seducido por el tipo, me encantaba
ser su amigo y le tenía una enorme admiración porque era un tipo con una gran magia, vos ibas a hablar con él y la cosa empezaba a girar e ibas de la música a cualquier otro tema con una facilidad asombrosa, era un tipo que alimentaba con su filosofía de vida y con su música. Ya cuando estábamos filmando, una noche, como a las cuatro de la mañana, cae un músico de una banda uruguaya de rock a pedirle consejos, y él se levanta y lo atiende y lo apacigua diciéndole que confíe en lo que hacía y le daba ánimos y yo pensaba qué poca gente puede brindarse de esa manera. Muchas veces cuando me levantaba ya lo veía sentado a su computadora y con los auriculares componiendo y al rato me llamaba para que escuchase un nuevo tema, tenía una voluntad impresionante para crear.
—¿Qué pensaba él de la película y cómo trabajaron?
—Creo que es poco usual encontrarse con artistas de este tipo y amíme interesó sobre todo hacer que los demás escuchasen sumúsica porque es como si vos le dieses de escuchar a un extranjero a Charly (García), son cosas que no te podés quedar para vos, ymás con El Príncipe que no tenía editado nada. Al principio empecé escribiendo sobre él y cuando vuelve un amigo camarógrafo de España conversamos y me preguntó si tenía algo que me gustase hacer y ahí le dije que sí, que tenía a El Príncipe. Al principio no sabíamos cómo arrancar, así que decidimos empezar por lo que sabíamos, que consistía en tomar mate y hablar de todo y grabar y hablar de otros músicos y desde allí no dejamos de filmar, fueron alrededor de dosmeses donde convivimos y filmamos. El se enganchó enseguida con ese plan de trabajo.
—¿Los momentos surgían espontáneamente o ibas preparado a grabar determinadas cosas?
—La idea, y así lo habíamos arreglado con él, era que desde que llegábamos a su casa, empezábamos a filmar. Así transcurrió la primera parte que fue en una chacra que se llama El Casilisto, a 30 kilómetros de Brasil, luego grabamos en Cabo Polonio, donde yo vivo; allí el tiene un coma porque se había olvidado la insulina y lo internamos, pero igual decía que había que filmar todo y luego veríamos que hacíamos.
—¿Ves al film como una suerte de legado de su existencia y su música?
—El se tomaba las cosas en serio, y así se tomó lapelícula, el único mérito nuestro fue haber estado a su lado. Estaba conganas de que nosotros nos enteráramos de cuáles eran las cosas importantes de la vida para él; su método era hablar a cámara, tocar un tema y explicarte qué le sugería ese tema y volverlo a tocar, era muy didáctico, hacía variaciones sobre sus propios temas, interpelaba su propio modo de componer los temas, y es como si te transmitiera toda esa energía y vos te empezaras a preguntar cosas. Era un tipo con un gran mundo interior. Decía que no estaba diseñado para este mundo. Yo podía creerle todo lo que decía porque podía constatarlo al escuchar su música, que era maravillosa y era un mago como puede serlo Charly o Spinetta, que consiguen la trascendencia a partir de su propia creatividad. Una vez leíamos una nota sobre (Robert) Bresson donde se citaba una frase que decían los personajes de PickPocket, cuando la pareja se encuentra con una reja de pormedio, pero que era el único modo de que pudiesen estar juntos y se dicen “qué caminos raros hemos recorrido para llegar hasta aquí”, y bueno, eso lo hacía identificarse mucho con la película que estábamos haciendo. Y sí, la película es una forma de transmitir un poco quién fue.
—Armaste el film a partir de su muerte, ¿cómo fue?
—Murió en 2004 y a partir de allí comenzó el trabajo de editar lo grabado para convertirlo en película. Sólo pude hacerlo cuando pude tomar distancia de todo lo vivido con El Príncipe, me había afectado tanto su muerte que no podía trabajar sobre el tema y luego temía que cuando trabajase con un editor manipulase mucho los tiempos, a que se intercambiaran etapas, a que no hubiera un registro fiel, porque su muerte me generaba una gran responsabilidad para transmitir ese legado. Siempre trabajé con una gran emoción y fui trabajando con distintos editores hasta que encontré el que podía hacerlo delmodo que yo imaginaba, que implicaba algún enganche con el personaje, que lo mirara y escuchara su música y entonces allí podíamos empezar a trabajar. Era una forma de entrar en la misma comunión que tuve con El Príncipe. Hubo tipos como un baterista que decía que no podía volver a hacer con él lo que hacía con El Príncipe, porque cuando tocaban juntos no tocaban lo que habían ensayado sino que eso sólo servía para conocerse y luego comenzaba una nueva experiencia que era soltarse totalmente para tocar.
2 comentarios:
Además de felicitar a Villalobos (que, por lo que se aprecia, extiende su fama al interior del país...), pongo en esta entrada mi comentario para el post siguiente (que no tiene espacio para comentarios)
El texto del crítico Alain Bergalá me parece de una belleza digna de las Histoire(s)de Godard...Este film me parece una experiencia poética imperdible, y está bueno que cada sábado tengamos una pequeña dosis de esa experiencia.
Y la canción de Paco Ibáñez...un placer, sin duda.
saludos
Liliana:
ya está solucionado el tema de los comentarios en el post sobre Godard, fue un error mío no abrir los comentarios.
saludos
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