por Martín Farina
Dromómanos: 1er. película del Bafici 2012. Había llegado ampliamente recomendada y después de verla, deja diversas sensaciones. Ficción extrañamente documental, con una cámara desesperada, que no permite o nos aleja de su propio punto de vista. Marginal, observa las deformidades excentricas de gente más extraña que lo que podrían llegar a ser antes de ser vistos. Exorcismos, alcohólicos, mendigos, asesinos y ladrones que piden perdón sin saber qué es lo que han hecho. No te enterás de nada. Una chica brasilera, posiblemente ajena a todo, se desespera por encontrar a su chancho perdido a quien quiere redimir de su estigma de ser cerdo transformándolo en un gran campeón de natación. Un enano es apedreado por un grupo de chicos desesperados y embarrados hasta el pelo, mientras él intenta pedirle perdón a su ex novia jorobada por haberla engañado. Dice que va a cambiar, ella no le cree y no lo perdona. Entonces se van a misa evangélica. Juntos. Allí intentan el milagro de sanar su joroba y no lo logran. Mientras tanto. Dos alcohólicos ensayan varios métodos alternativos para lograr abrir su botella número? No pueden. Rompen el pico y se lo toman igual. Estos son algunos de los fragmentos que configuran al Dromómanos de Luis Ortega. Fragmentos arrojados. Posiblemente sin ningún valor más allá de la alegría del espectador al sentirse completamente extraño.
Vol spécial: Vale la pena conocer el cine de Fernand Melgar. Su cámara documental se convierte en un testigo de la realidad política que decide vivir el pueblo suizo. Integramente filmada en una prisión donde esperan ser deportados, los africanos conviven muy pacíficamente con los guardiacárceles que no ahorran en eufemismos para diferir amablemente el trágico final que se demora en llegar: todos los africanos y los este-europeos serán deportados. Las opciones son: ¿lo harán como hombres libres, por voluntad propia? ¿o tendrán que tomar un vuelo especial? La película es la vida de los hombres esperando el exilio. Ser separados de sus familias. Llegar a la muerte segura que los espera del otro lado del mediterráneo. El director se detiene a observar las conductas, principalmente de sus conciudadanos. Intuyo la hipótesis de que es el mismo sistema carcelario suizo el que alberga la posibilidad de mostrar y dejar filmar todos los procedimientos que allí se llevan a cabo. Entonces Melgar puede asistir a las reuniones de evaluación post-fin de semana; observa las amables conversaciones entre carceleros y prisioneros. Los mira y los mira. Está muy cerca. Asombrosamente cerca. Escalofriantemente cerca. Las técnicas de persuasión psicológica, la abundancia de la comida, el apacible bienestar a los cuales son sometidoslos ilegales resultan visibles, y no solo eso. Son los mismos suizos los que declaran su profundo pesar por enviar a estos hombres a una muerte segura. Al destierro. Porque ¡cuidado! no son ilegales así nomás. Todos ellos viven y forman parte de la comunidad suiza desde no menos de 10, 15 o 20 años. Todos aportan sus impuestos. Ninguno de ellos con antecedentes penales, ni algo que se le parezca. Pero como dicen los mismos carceleros: la sociedad democrática suiza decidió que ahora las cosas son así. Entonces ellos, encariñados con los presos, los mandan amablemente a la mierda. Y los africanos bonachones, aceptan, lloran y se van. Primero por las buenas, pero ante la posibilidad legal de arrepentirse una vez en el aeropuerto, regresan a la cárcel esperando el milagro. Pero el milagro no sucede. Lo que si sucede es la opción dos: el vuelo especial. Y ahí aparecen los pesados, mi amor. La policía especial, etc. Y se van, y no vuelven, y mueren. La película es tan abiertamente radical que, si bien en situaciones políticas opositoras podría caer cualquier gobierno mundial, la sociedad suiza se evidencia tan monstruosamente racional que no se le mueve ni un pelo de nadie. El mundo real, en estado puro.
Vol spécial: Vale la pena conocer el cine de Fernand Melgar. Su cámara documental se convierte en un testigo de la realidad política que decide vivir el pueblo suizo. Integramente filmada en una prisión donde esperan ser deportados, los africanos conviven muy pacíficamente con los guardiacárceles que no ahorran en eufemismos para diferir amablemente el trágico final que se demora en llegar: todos los africanos y los este-europeos serán deportados. Las opciones son: ¿lo harán como hombres libres, por voluntad propia? ¿o tendrán que tomar un vuelo especial? La película es la vida de los hombres esperando el exilio. Ser separados de sus familias. Llegar a la muerte segura que los espera del otro lado del mediterráneo. El director se detiene a observar las conductas, principalmente de sus conciudadanos. Intuyo la hipótesis de que es el mismo sistema carcelario suizo el que alberga la posibilidad de mostrar y dejar filmar todos los procedimientos que allí se llevan a cabo. Entonces Melgar puede asistir a las reuniones de evaluación post-fin de semana; observa las amables conversaciones entre carceleros y prisioneros. Los mira y los mira. Está muy cerca. Asombrosamente cerca. Escalofriantemente cerca. Las técnicas de persuasión psicológica, la abundancia de la comida, el apacible bienestar a los cuales son sometidoslos ilegales resultan visibles, y no solo eso. Son los mismos suizos los que declaran su profundo pesar por enviar a estos hombres a una muerte segura. Al destierro. Porque ¡cuidado! no son ilegales así nomás. Todos ellos viven y forman parte de la comunidad suiza desde no menos de 10, 15 o 20 años. Todos aportan sus impuestos. Ninguno de ellos con antecedentes penales, ni algo que se le parezca. Pero como dicen los mismos carceleros: la sociedad democrática suiza decidió que ahora las cosas son así. Entonces ellos, encariñados con los presos, los mandan amablemente a la mierda. Y los africanos bonachones, aceptan, lloran y se van. Primero por las buenas, pero ante la posibilidad legal de arrepentirse una vez en el aeropuerto, regresan a la cárcel esperando el milagro. Pero el milagro no sucede. Lo que si sucede es la opción dos: el vuelo especial. Y ahí aparecen los pesados, mi amor. La policía especial, etc. Y se van, y no vuelven, y mueren. La película es tan abiertamente radical que, si bien en situaciones políticas opositoras podría caer cualquier gobierno mundial, la sociedad suiza se evidencia tan monstruosamente racional que no se le mueve ni un pelo de nadie. El mundo real, en estado puro.
1 comentario:
Buenísima Vol Special. La hipocresía de los suizos, con su "amabilidad" para con los inmigrantes que son deportados, me pareció detestable.
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