por Liliana Piñeiro
“Otra vez Raya”- pensé, resignada, cruzando las piernas. Se sabe que este director espera espectadores pacientes: por suerte las butacas del Hoyts son cómodas y probablemente, agotada después de un día de trabajo y de ver algunas películas anteriores, me dormiría un rato. En un día de expropiaciones, el título de Buenas noches, España me pareció una feliz coincidencia, y la cita inicial sobre el amanecer de la patria (según recuerdo…) reforzó esta impresión.
Un hombre maneja un auto, el camino, el hombre maneja, el camino es largo, el hombre maneja, el camino…la escena se regodea en la repetición, saturada de distintos colores. El camino sigue, el hombre maneja, el camino es largo y aparece al costado de la ruta la figura de una chica que camina. La chica camina, sube al vehículo, camina, sube al vehículo, camina en distintos colores, dormita, el sonido acompaña, dormita, el camino es largo, el hombre maneja, saturado de color…El procedimiento se repite, el sonido se repite, a veces creo que es el infinito el que asaltó la pantalla. ¿Otro Possible Lovers?
Sin embargo, esta vez los amantes son posibles: las imágenes muestran el encuentro amoroso de una pareja que pasea, juega, atraviesa un bosque. Ellos y sus fantasmas suben los escalones de un museo en Bilbao, se emocionan ante las pinturas allí exhibidas, la cámara se demora en los detalles de las pinturas, la música y el sonido acompañan, todo desenfocado, saturado en distintos colores, en el juego de la repetición. Una frase sobre el colonialismo y la transportación pretende titular, los amantes ponen sus manos sobre una piedra con inscripciones y yo fracaso en darle sentido.
“Viaje a la luna” abre la segunda parte, y el silencio se hace ominoso. En blanco y negro la pareja se pierde en un paisaje desconocido, ven caer las gotas de lluvia sobre un río. Nunca había visto caerlas sin ningún sonido: el silencio se abre en demasía y viene de la pantalla hacia mí. El mundo se ha vuelto extraño y la clave es la inadecuación.
El siguiente título nos informa sobre un soldado filipino perdido hace muchísimos años en Méjico, creo. Así se abre la tercera parte, donde una figura esférica… la luna? cae lentamente, muy lentamente, al centro de la pantalla. La música la acompaña, esta vez, hasta el final.
Me quedo clavada un rato en la butaca. Raya tiene rasgos de genialidad, a veces solamente de provocador, y esta vez me gustó que me provoque así. Todo ha sido inesperado, mi percepción habitual desacoplada, el tiempo tendió a infinito vía la repetición. Me dejé llevar por una experiencia visual y sonora irreal, en fragmentos, donde el sentido huía velozmente delante de mí… tal cual el amor. Tal vez, quizá, una de las formas del colonialismo.
Y no me dormí, claro.
2 comentarios:
linda reseña. tiene un tono diferente al que solés escribir. me gustó :)
Bueno, Raya Martin tiene un tono diferente de lo que suelo ver...
saludos!
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