todos estamos igual

lunes, 20 de junio de 2016

Amor y odio

Noche de luna llena, la penúltima noche del otoño: un programa con Esther Díaz para escuchar clickeando acá



Somos un sueño imposible que busca la noche
para olvidarse en sus sombras del mundo y de todo
somos en nuestra quimera doliente y querida
dos hojas que el viento juntó en el otoño.

Somos dos seres en uno que amándose mueren
para guardar en secreto lo mucho que quieren
pero qué importa la vida con esta separación
somos dos gotas de llanto en una canción.

Noche gélida de domingo de un fin de semana largo de una semana mala. Noche de luna llena, la última noche del otoño. Viene Esther Díaz a Radio Gráfica a hacernos escuchar boleros y a pensar en cómo el género opera en nuestra subjetividad. Amor romántico, canciones de amor y odio, sistema de educación masiva para nuestras sensibilidades: los boleros nos enseñan a sufrir y a gozar en el dolor. Los boleros además son lindos. A veces bordeando la fina línea que separa lo sublime del ridículo, a veces traspasándola directamente. Queremos enamorarnos para sufrir, tenemos que escuchar boleros para gozar de tanto dolor.

Para que sepan todos a quien tú perteneces,
con sangre de mis venas te marcaré la frente,
para que te respeten aún con la mirada,
que sepan que tú eres mi propiedad privada.
Que no se atreva nadie a mirarte con ansias
y que conserven todos respetables distancia
porque mi pobre alma se retuerce de celos
y no quiere que nadie respire de tu aliento.
Porque siendo tu dueño no me importa más nada
que verte solo mía, mi propiedad privada.

"El bolero es una tecnología de poder -dice Esther-, como es en general el amor romántico, al servicio de la coacción de la mujer. Investigando en el tema descubrí que hay también boleros que resisten a eso, no son muchos, pero los hay, y más recientemente descubrí el bolero-venganza".

Sigue Esther: "Un poco como pasó con el amor cortés en la edad media, cuando se idealizaba a la mujer para tenerla a distancia, para que no jodiera. Es como un catecismo para enseñar cómo hay que enamorarse: el verdadero amor tiene que tener celos, el verdadero amante tiene que sufrir, quien realmente ama tiene que apropiarse de la cosa amada. A punto tal de que estamos enamorados e incluso cuando somos correspondidos sufrimos, porque nos enseñaron que el amor es sufrimiento".

Igual que en un escenario finges tu dolor barato.
Tu drama no es necesario, yo conozco ese teatro.
Yo confiaba ciegamente en la fiebre de tus besos,
mentiste severamente y el telón cayó por eso.

Sí, teatro, lo tuyo es puro teatro.
Falsedad bien ensayada, estudiado simulacro.
Fue tu mejor actuación destrozar mi corazón,
y hoy que me lloras de veras recuerdo tu simulacro.
Perdona que no te crea, me parece que es teatro.

Amor de preferencia lo llama Kierkegaard: te quiero porque me veo reflejado en tus ojos, en vos me admiro, te quiero solo para mí, pero, en cuanto algún destello no me devuelva la imagen que yo quiero, la carga se invierte y paso a odiarte con la misma intensidad que te quería.

Rata inmunda, animal rastrero
escoria de la vida, adefesio mal hecho
infrahumano, espectro del infierno
maldita sabandija, cuánto daño me has hecho.

Alimaña, culebra ponzoñosa
deshecho de la vida, te odio y te desprecio
Rata de dos patas, te estoy hablando a ti
porque un bicho rastrero aun siendo el mas maldito
comparado contigo se queda muy chiquito.

Justo cuando terminó el programa, me acordé de lo que decía Fassbinder: "El amor es el mejor, el más insidioso y eficaz instrumento de represión social". No lo dije, me acordé después. El programa, nuestra conversación con Esther Díaz y los boleros se pueden escuchar clickeando acá.



La idea la habíamos conversado con Esther hace varias semanas y lo agendamos para la noche de ayer. No sabíamos que esta semana iba a ser tan horrible en nuestro país: la derecha avanzó varios casilleros en su tarea de demolición del poder popular. Una semana ideal para los cínicos (en el peor sentido de esta palabra). Al final del programa nos reservamos unos minutos para empezar a pensar y a sentir lo que pasa.


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