Bluesky

Al actuar como jefa de La Cámpora en detrimento de los intereses populares @cristinafkirchner.bsky.social se arriesga a devaluar su legado. En Rosario se la vio aislada, simulando liderar a una totalidad que no está, ansiosa por revalidar una relevancia que ni siquera debería estar en discusión.

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— Oscar Cuervo (@oscaracuervo.bsky.social) 24 de noviembre de 2024, 3:45

jueves, 26 de septiembre de 2013

El triunfo de la voluntad

Leni Riefenstahl: el poder de las imágenes y las imágenes del poder


Leni Riefenstahl era una adorable estrella de las películas montañesas: el bergfilme es un género cinematográfico muy popular en los años 20 que para la cultura alemana significaba algo equiparable al western para los norteamericanos. Hitler era un fan del cine montañés, particularmente admirador de Leni y, al igual que Goebbels, un cinéfilo entusiasta.

Ella, Leni, después, toda su vida dijo no entender nada de política, haber aceptado la oferta del régimen nacionalsocialista solo porque le propusieron hacer un film artístico y no uno de propaganda. El Triunfo de la Voluntad no es un film propagandístico, dice ella con cierta razón, porque no hay una voz en off que exalte la ideología nazi. Ella se limitó a extraer del Congreso Nacional del Partido de 1934 su cualidad más puramente cinematográfica. Leni es una cineasta asombrosa: alguien capaz de llevar el poder de la cámara cinematográfica más allá de lo que se creía posible. Lo que ella hizo no es propaganda, ni tampoco documental: hizo un auténtico film de horror. Se vale de la puesta escenográfica monumental y tenebrosa que diseña el arquitecto Albert Speer, otro de los talentos detrás de la imagen nazi.

Dice Speer:

"...distribuí las manifestaciones de modo tal que los Amtswalter cruzaran el campo zeppelin en la oscuridad, en un mar compuesto por miles de estandartes nazis. Dividí a los abanderados en diez gruesas columnas, formando bandas entre las cuales podrían marchar hasta la plataforma de los oradores. Los reflectores iluminaban la masa de estandartes, así como la inmensa águila que coronaba el estadio. Para realzar el efecto, le pedí a Hitler que requisara ciento treinta reflectores antiaéreos, casi todos los que habia en la Luftwaffe en esos momentos. Instalé esos reflectores antiaéreos alrededor del campo, a intervalos de doce metros, con las luces enfocadas hacia el cielo nocturno, visibles a dos mil quinientos metros de altura ; en ese punto se disolvían en un resplandor luminoso. El efecto dramático era apabullante, superior a lo que yo había imaginado. El estadio, inundado de luz, daba la impresión de ser un salón gigantesco, circundado por titánicas columnas blancas y relucientes, con alguna nube ocasional que flotaba a través de la majestuosa muralla de luz en un efecto surrealista, como una anémona traslúcida que derivara en el mar. Neville Henderon, el embajador britanico, escribió màs tarde que era como estar en una catedral de hielo...".


Leni Riefenstahl había conocido a Hitler en un mitín y quedó inmediatamente fascinada por esa personalidad que hoy nos parece un payaso extravante y siniestro, pero que a los alemanes cultos y sofisticados de su época (como Speer y Heidegger) los cautivaba. Hoy quizás sea más interesante pensar no tanto en la demencia tenebrosa que irradia Hitler en sus movimientos exageradamente patéticos, sino en las sensibilidades que pueden haber visto en ese pelele del Diablo un Conductor. El gusto contemporáneo parece emerger como resultado de la derrota del ridículo énfasis hitlerista.



Riefenstahl se aproximó a este aquelarre con su infinita frivolidad, con su abismal incapacidad para pensarse políticamente; una incapacidad comparable a la de Speer o Heidegger. Cada uno de ellos muy diferente al otro, junto a millones de personas infinitamente menos talentosas y más mediocres, todos hicieron posible que el nazismo existiera.

Nadie logró mostrar el horror nazi mejor que la propia Leni Riefensthal en 1934: en sus imágenes tenebrosas y centelleantes, sin ningún tipo de comentarios ni juicio moral, el nazismo ya se había mostrado como sería, aunque todos (todos) se dieran cuenta mucho más tarde.


(En la segunda Jornada del ciclo Leni Riefenstahl: el poder de las imágenes y las imágenes del poder invitamos al arquitecto Fabio Grementieri, especialista en patrimonio e historia de la arquitectura comparada. Grementieri se referirá a los siguientes temas: La arquitectura de entreguerras: romanticismo y clasicismo, innovación y tradición, dictadura y democracia. La sublimación de las formas y del discurso. Megalomanía urbana en el fin de la modernidad: el plan de Berlin de Speer en contraste con el modelo Bauhaus. La trasmutación en la Argentina. Sábado 28 de septiembre a las 16:00 hs. en la Fundación Centro Psicoanalítico Argentino, Uriburu 1345, 1° piso. Informes: 4822-4690 | 4823-4941 | 4821-2366. E-mail: fcpa@fcpa.org.ar)

1 comentario:

Carlos G. dijo...

Leyendo el post y viendo esas imágenes recuerdo que hace unos meses leí Hammerstein o el tesón, que relata el ascenso del nazismo haciendo centro en la vida del barón Kurt von Hammerstein-Equord y de su familia.
Es tan increíble que todo ese horror parece un cuento.