viernes, 11 de octubre de 2013

Entre Mozart y Arjona

Tantanián y Penelas


Hay una experiencia artística muy grata que viví el domingo pasado y ustedes pueden vivir en los próximos domingos (6, 13 y 20 de octubre - 10, 17 y 24 de noviembre a las 20:30 horas): Alejandro Tantanián y Diego Penelas se presentan en Clásica y Moderna a hacer Las Canciones. Tantanián es un hombre de teatro del que ya hablamos varias veces. De un rango de destrezas bastante amplio, por lo visto: actor, puestista, autor, cantante. En Las Canciones se permite ser todo eso junto. Parece ser que para él las canciones tienen una relevancia especial y espacial: cada canción es un relato, una puesta, una ópera, una telenovela, la composición de un personaje, incluso de varios a la vez. "Las canciones tienen varias capas de sentido", puede decir medio en broma o quizás en serio entre una canción y otra de este espectáculo. Con la compañía de Penelas (pianista y arreglador notable) se dedica a desplegar esas capas una a una, como las enaguas de una novia de antes.

Una canción es parte del inventario sentimental de un pueblo -decía Leonardo Favio-, también una representación histriónica autoconciente de su artificio, una cita de la cultura baja o de la cultura alta, o un inestable devenir entre una y otra cosa. ¿Creemos en nuestras emociones cuando nos emocionamos? ¿O nuestros sentimientos son citas escenas de películas, arias de ópera, letras de canciones o capítulos de un teleteatro malo? ¿Y si todo sentimiento fuera teatral?

Tantanian se dedica a decir estrofa por estrofa, a considerar sus posibilidades escéncias y narrativas mientras las va entonando o deletreando, se emociona o juega a que se emociona, se ríe de la emoción, hace un metalenguaje de la canción en el que desmenuza sus lugares comunes, las ridiculeces, las exageraciones, sale del clima y vuelve a meterse y a salir hasta que ya no sabemos si estamos adentro o afuera o terminamos aceptamos que finalmente no importa. El espacio en el que se mueve es el exiguo que permite un lugar íntimo como Clásica y Moderna, con los espectadores a apenas centímetros, muy cerca de Penelas y su piano. Pero también está el espacio imaginario que instaura cada representación, en el que el cantante se abstrae: ese espacio es Broadway o una noche en la ópera, una novela de Puig o un teleteatro de Migré. En tres minutos cabe todo. Y cabe también la distancia de la intervención irónica y la complicidad con el espectador, al que Tantanián chucea una y otra vez, jugando al divo histérico que necesita aplausos siempre más intensos, a la vez que descree del aplauso sobreactuado y hace aparecer toda devolución del otro como parte de la representación. Este juego estético (histérico) genera una vacilación infinita. Las capas de sentido.

Hay un espacio en el que Ricardo Arjona puede convivir con Wolfgang Amadeus Mozart y ellos dos con Homero y Acho Manzi y Schumann, y Gloria Trevi con Robert Burns, y está totalmente bien ese concubinato en la promiscuidad de ese lugar tan chiquito: el café concert.

Hegelianamente: la posición de la senisbilidad (afirmación), la conciencia de la posición (negación) y la conciencia de la diferencia entre la afirmación y la negación y a la vez la identidad entre la identidad y la diferencia. ¿Se entiende?

Seguro que no, la cosa es que la pasé de puta madre. Si pueden, vayan, no sean tontitos.



1 comentario:

julieta eme dijo...

Diego Penelas es el hermano de un profesor de filosofía de la facultad creo...