Confesión es un film fronterizo. Filmado tres años después de Spiritual voices y dos después de Madre e hijo, se trata de alguna forma de la cruza de estas dos películas. Spiritual voices, acreditada como un documental, era el resultado del paso del cineasta ruso por una base militar ubicada en la frontera de Tadjikistán, en los estertores de la guerra del imperio ruso contra Afganistán, ya extinta la Unión Soviética. Film de fronteras espaciales y temporales, entre las cosas que aún no acaban y las que todavía no comenzaron. Madre e hijo es una experiencia ficcional ubicada en una frontera de la existencia: la del hijo que acompaña a la madre en su última hora de vida. En sus 70 minutos no hay apenas más que la madre y el hijo (“vivamos sin los otros, ¿para qué necesitamos a los otros?). Apenas los dos se separen durante ese rato de sus vidas, cuando el hijo sale a caminar, cruza un bosque y se detiene a pensar de cara al mar: a lo lejos vemos un barco; el hijo se afloja y se larga a llorar. Basta esa breve separación para que la vida de la madre se extinga. No sabemos -y parece que no hace falta que sepamos- si madre e hijo han vivido juntos todo ese tiempo o si sólo él ha venido a acompañar la agonía de ella. Pero el sollozo desgarrado de él cuando contempla el barco, como la posibilidad de zarpar, de soltar amarras, funciona como una apertura hacia la lejanía: ¿será él mismo un marino? ¿estará pensando en lanzarse al mar?
Y bien: el capítán de Confesión es un hombre en la frontera: comandante de un barco situado en una base naval en el Artico, en medio de la noche boreal, absorto en su diálogo interior ("necesitamos el Norte, pero él no nos necesita"). A Sokurov le gustan las fronteras: hizo esta película con formato de miniserie para la televisión rusa. Se supone que fue a filmar a los marinos en el Artico, que pasó una temporada con ellos. Pero decir que es un documental o que se trata de un programa de tv es muy engañoso. Porque le da a la pantalla un formato panorámico propio del cine, porque se aleja del espíritu (o falta de) de la sintaxis televisiva, para practicar su ya célebre trascendental style. Porque a las imágenes registradas documentalmente superpone la voz de un narrador en tercera persona (el propio Sokurov) que lee el diario íntimo del capitán (quien ha dudado de ponerse a escribir sus confesiones por miedo de que alguien las lea). La interacción de la imagen con la voz hacen que su filiación documental se vuelva incierta. El subtítulo de Confesión dice que se trata de “Una novela cinematográfica corta dividida en cinco capítulos”, pero durante las tres horas y media de su extensión las peripecias novelescas se reducen a prácticamente nada. Se trata de la perspectiva de un desdichado, el capitán, un hombre que se ausenta del presente para tratar de encontrarse en la espera o en la rememoración.
De vez en cuando vemos al capitán, pero la mayor parte de las veces vemos lo que él ve: a sus marineros, una masa de adolescentes rusos de piel blanca, casi niños, casi iguales unos a otros, en sus rutinas diarias, durmiendo, soñando, haciendo la comida, bañándose con agua helada, pensando, llegando a la base y partiendo. Frente a ellos, el capitán se pregunta qué son ellos para él y qué es él para ellos. El es la orilla, piensa, y ellos son el río que pasa.
Sokurov filma, entonces, en la frontera de todo. De alguna forma, estiliza y perfecciona el planteo de Spiritual voices, porque el día ártico (diez minutos de luz gris antes de que anochezca nuevamente), el encierro de los cuerpos encimados en un espacio exiguo, facilitan la abstracción que nos sume en un estado mental. Cuando el comandante, al final, decide no escribir más, el último mensaje dice apenas “mamá querida”.
Confesión es una obra maestra, una de la cumbres del cine de Sokurov, un ente de carácter incierto. Y fue una alegría conocerla este fin de semana en la sala Lugones. Esto que acaba es el germen de un texto más largo que saldrá en revista La Otra.
4 comentarios:
Y...dan ganas de seguir leyendo, Oscar. Participé este fin de semana del ciclo de la Lugones, y si bien "Confesión", no me parece superior a "Spiritual....", me impactó de la misma manera. Las referencias a Chéjov, la propuesta de retomar a los grandes escritores rusos...
Entre el murmullo de los actos cotidianos, Sokurov hace hablar al paisaje. Excelente.
Liliana:
aclaro por las dudas de que mi comentario diera lugar a entender que Confesión es "superior" a Spiritual. No es eso lo que quería decir, porque es difícil hablar de superioridad ante dos obras excelentes.
Al decir que "estiliza y perfecciona" el planteo de Spiritual, me refiero a un trabajo de depuración del planteo estético. Spiritual Voices, algunos pasos más cerca del documental, incluye muchos elementos, situaciones y personajes contingentes, mientras que la cantidad de elementos, situaciones y personajes se reducen al mínimo en Confesion, porque su estructura está subordinada al punto de vista del comandante del barco, del cual el film nunca se separa. También el vacío del páisaje ártico y el espacio reducido del barco, contribuyen a esta sustracción. DE modo que la subjetividad de comandante (que se expande sobre todo en la banda sonora) impregna toda la experiencia.
saludos
sin haber visto ninguna de las películas, hay lazos, palabras claves, hay un sentido poético y vibrante en este artículo, a años luz de lo que se acostumbra para hablar de cine.
de madre e hijo, leí el texto conmovedor de Liliana, que vuelve aquí con una mirada sobre ese zarpar, la posibilidad de un barco que se estrecha en el horizonte, el desprendimiento doloroso.
entonces es el ártico, la madre, el hijo, el silencio o la blancura de un confinamiento, la partida y el pasado que cierra en las palabras "mamá querida" del diario del capitan. quien contempla en esos muchachos, algo del hijo? algo de ese devenir, ríos, corrientes, lo que despega de la orilla materna/paterna?
será un placer leer ese artículo completo, porque viendo o no estas películas, yo siento que tus palabras acercan al ojo, pequeños detalles de una trama sutil, de esa trama en la que estamos inmersos y que se llama vida.
Saludos
Lilián
Gracias, Lilián. Qué compromiso, voy a tener que esmerarme para que salga un buen texto.
saludos
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