jueves, 12 de marzo de 2009
Estado de excepción
Por Oscar A. Cuervo
En el extenso debate que se produjo en el post ¿Entendés? varios participantes plantearon cómo y cuándo hablar de seguridad, si hay que resignarse a convivir con la inseguridad mientras haya desigualdad e injusticia, si es un valor que hay que dejarlo en manos de la derecha o hay que resignificarlo desde una posición progresista.
Yo creo que la seguridad es un valor de la derecha, para decirlo con una palabra un poco percudida, o que es enteramente funcional en esta fase neoliberal del capitalismo, para situarlo históricamente. Es una etiqueta que sirve para vender diarios y enloquecer a televidentes, pero es también un concepto súmamente impreciso.
Se lo usa para simplificar un nudo de asuntos diversos (algo parecido pasa con las palabras "droga" y "terrorismo"). Ahora también se ha empezado a usar "garantismo" con una intención despectiva. (Habría que analizar también cuánto ayuda a instalar este tipo de simplificaciones homicidas la industria de la distracción, cuántas películas de Dirty Harry y cuántos Caballeros de la Noche han preparado el terreno para que el estado de excepción y la exaltación fálica de la "eficacia policíaca" sean vistos como imágenes glamorosas -justo ahora que Clint se ha reconvertido en un león herbívoro. El problema de la inseguridad puede que sea ante todo un problema cultural, pero eso lo dejamos para otro momento).
Hablamos de un mundo de desigualdades violentas, un tipo humano aburguesado (de arriba a abajo de la sociedad) desesperado por el consumo, donde ser equivale a tener y si no tenés tal marca de zapatillas corrés el riesgo de volverte invisible.
Hablamos de medios que ayudan en la construcción de un estereotipo del "otro", del "peligroso", que es la fase cultural que antecede a todo genocidio.
Hablamos de sectores que gozan de las ventajas de la tecnología de última generación conviviendo en la misma ciudad con personas que viven peor que en la edad media.
Hablamos del narcotráfico como un negocio suculento, que se aferra al corazón de multitudes sin motivaciones existenciales que no sean la de consumir más y más. Hablamos del consumo de estupefacientes como apoteosis del modelo consumista.
Hablamos de una policía corrupta, que mata a delincuentes de poca monta y defiende a delincuentes de guante blanco.
Hablamos de un modelo de existencia (la vida sólo tiene sentido si tenés guita, si podés comprar) promovido por los mismos medios que alientan la paranoia de la inseguridad (y de la droga, y del terrorismo), cuando no hay mejores propagadores de la inseguridad, la droga y el terror que esos mismos medios.
Hablamos también de cárceles que están llenas de pobres, cárceles en las que un joven que cometió un delito será indefectiblemente degradado.
Habría que ver si estas "olas de inseguridad" responden a un aumento real de la comisión de delitos o si son conceptos que de pronto aparecen en la agenda de los medios cuando estos medios quieren presionar al gobierno de turno. ¿Alguien sabe si efectivamente en el último mes se produjo un aumento de los delitos?
Podríamos hablar de una sociedad que convive desde hace décadas con todas estas lacras y que se hace la boluda, que acepta que las cárceles sean escuelas de corrupción, que deja a sus hijos frente a la tele para que la tele les enseñe a desear, que tira manteca al techo durante los ciclos de prosperidad capitalista, que sube los vidrios del auto para no ver a los pibes que duermen en la calle y que salta como fiera exclusivamente cuando le tocan el bolsillo.
Como meterse con todas esas cosas a la vez sería muy complicado, como cuestionaría la mezquindad sobre la que estamos apoltronados, entonces salimos a pedir pena de muerte. Este modelo de vida en el que estamos inmersos genera mucha rabia, mucho resentimiento y mucha desesperación. Y matar es el modo más fácil y barato de escapar.
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28 comentarios:
La muerte: una pena
Una reflexión sobre las implicancias políticas y sociales latentes en el discurso de Susana Giménez y otros integrantes de la farándula a favor de la instauración del crimen como castigo.
Por Eduardo Grüner
“El miedo originario crea fantasmas absurdos. Evoca mutiladas víctimas de los relatos de Ulrico Schmidl. Sabemos que nos defienden disciplinadas fuerzas del orden, y la oleada del peligro nos llega desde allá (...). La tierra desde lejos nos transmite ese pavor. Un pavor mortecino, húmedo, terrestre y antiguo que también brota al menor descuido. Una ciudad inestable y atroz reposa muda y quieta, dentro o debajo de las otras.” Etcétera, etcétera. Durante unas 300 páginas más elabora ese tono, entre melancólico y apocalíptico, Ezequiel Martínez Estrada en su obra maestra La Cabeza de Goliat. Parece –es casi una banalidad decirlo– “escrito ayer”. Salvo que en su época la luz y el sonido catódico/estupefaciente no se deslizaba todavía en las penumbras íntimas del living o el dormitorio del proverbial “burgués asustado” listo para improvisarse fascista en el desayuno. Ni había, por lo tanto, vedettes ya ni siquiera con la ternura de la decadencia, chocheando gagá-gangosamente, transidas –es probable– de dolor auténtico y sin embargo con la peor mala fe, llamando a un ojo por ojo que, bien lejos de la épica vetero-testamentaria, apenas aspira al patetismo mediocre del susto de casta (adquirida, no adscripta) y la mueca casi última de una Judith con las marquesinas ya quemadas: el que mata tiene que morir, va de suyo, y como esto último nos va a suceder a todos, cuanto más cerca están más quisieran algunos/as, en ese resentimiento, irse acompañados/as. Ella no lo sabe –y por eso dice la verdad–, pero está planteando, por la negativa, un sesudo dilema de ética kantiana: ¿Acaso no tengo derecho a elevar mis pasiones personales a ley universal? Si en buen/a ciudadano/a pienso que el que mata debe ser matado, pero yo, claro, no sería capaz de hacerlo, ¿no debería hacerlo el Estado, “representante” de la voluntad del pueblo? “Hay muchos que piensan como yo” no es una mera falacia estadística: es sensibilidad para procesar una voluntad (incluso una “conciencia”) de clase, más el candor impune proveniente de haber llegado a la “clase”, y no tener que dignificar una prosapia. El Su-tinellismo (que ahora sabemos incluye reflejos spinettistas) no es una insensata farandulada individual: es una influyente configuración político-cultural que –como se dice– “produce subjetividad”. Así que –salvo por el detalle de ese catodismo actual con un poder multiplicador para el terror ya largamente inscripto en el corpus del socius (tema eminentemente león-rozitchneriano, se advertirá)–, salvo por eso, seguimos en don Ezequiel. Quiero decir: evocando “mutiladas víctimas” que vienen del fondo de los tiempos (o de los estómagos de los deglutidores de Garay) para que el pavor mortecino brote al menor descuido –aunque no parece tan descuidado que re-brote, sin duda por azar, casi siempre en calendas electorales–. La div(in)a no sabe –por eso es eficaz– que dice la verdad: los ventrílocuos a los que chiroliza se preparan para gobernar. “La mayor pasión de mi vida ha sido el Miedo”, confesó célebremente, hace tres siglos y medio, Thomas Hobbes, el fundador de toda posible filosofía del Estado “autoritario” (aunque, éste es otro debate que alguna vez habría que hacer: ¿no dice Freud, en algún lado, que el autoritarismo aparece precisamente cuando falla la autoridad?). ¿Por qué habríamos de ser menos los porteños de hoy, con nuestro “pavor” de que en cualquier momento (“por un descuido”) se resquebraje el asfalto de Belgrano o Recoleta y emerja –como en alguna vieja película B de ciencia-ficción en la que los invasores marcianos salían de bajo tierra (¿o era que se levantaban los muertos?: ya no recuerdo)– esa “otra ciudad” inestable o atroz que preferiríamos des-conocer (porque descompensan nuestra energía, parece que dijo otra vetero-vedette, con tonalidades más new age). El miedo fue el tema de Hobbes, en los albores del capitalismo, y sigue siendo el nuestro, en sus estertores indeterminadamente prolongados. Lo conocimos, inflado hasta el horror indecible –ninguna apelación oficial a la Memoria logrará borrar ese recuerdo– del ’76 al ’83. Pero sobrevivió después (es una de esas ciudades escondidas “dentro o debajo de las otras”), trasmutado en hiperinflación o la sorpresa que correspondiera. Hubo que pasar al que se fue (único de los todos que se tenían que ir) en autogiro nocturno, y la re-fundación del 2003 (que no re-fundó nada pero abrió una rendijita de aire fresco hoy un poco enrarecido) para descubrir que estamos otra vez en lo mismo: el tema –o el lévi-straussiano “mitema”– sigue siendo el miedo. Hoy bifurcado, básicamente, en dos fuentes ominosas: por un lado, una vez más, el miedo económico: a saber, la crisis “globalizada” (qué raro: hasta hace unos meses lo “global” era la solución, no el problema), cuya relativa modestia local es mediáticamente sobredimensionada con típica lógica de “profecía autocumplida”; por otro, con renovados bríos, el miedo social: éste, aunque venga del fondo de los tiempos, convengamos en que ha sufrido una pronunciada degradación; si antes era al potencial revolucionario de la clase obrera organizada o al pueblo insubordinado, ahora es al fantasmal lumpenaje de un “más allá” que ni siquiera se sabe bien dónde queda (las fronteras urbanas han devenido lábiles, y ya ni la avenida Córdoba nos garantiza ser norteños), y sólo secundariamente a un “populismo” light que trabaja de chivo emisario por haber renunciado a darse base de masas: del “subsuelo sublevado de la patria” hemos pasado a los “muertos-vivos” surgiendo de los sótanos oscuros, de la policía brava a la UCEP, esa gestapito Macri-biótica. La solución de nuestras vedettes mortecinas (para insistir con ese estupendo adjetivo martinezestradista), altamente representativas –hay que decirlo– de una “clase política” más afecta a las cámaras (las empresarias y las de TV) que a la incómoda calle, es muy poco táctica, y un poco contradictoria: producir más muertos –más fantasmas–, sea por hambre o por “pena”, para poder seguir tranquilamente con los negocios... que están en crisis. Mr. Lynch, se sabe, es más eficaz que la morosa Justicia argentina para tender puentes de cadáveres sobre los ríos infestados de cocodrilos ante los portones del castillete. Es decir, para tranquilizar momentáneamente a los asustados, no importa qué pase después. Y sería ingenuo acusarlos/as de no haber leído a, digamos, un René Girard, con sus explicaciones de la violencia mimética como destructora de toda forma de comunidad, y la idea (a menudo malentendida) de que la “solución” del chivo expiatorio sólo puede ser transitoria: aunque ella sea el origen violento de la Ley, ésta (alguna Ley, no necesariamente las que tenemos) deberá reemplazar la “salida” del asesinato colectivo. O de desconocer las ingentes bibliotecas ya escritas que demuestran la inoperancia de la pena de muerte para reducir la violencia social. Inútil, esa acusación de ignorancia, porque el conocimiento para nada serviría: ante el terror, la única Razón valiosa (con “valor de cambio”, y plusvalor fetichista) es la Razón puramente instrumental, “técnica”, que alienta hoy la bola de nieve de la muerte para algunos para que mañana nos matemos entre todos. Y no es que las causas de esos efectos no sean eficientes: en el reino de la actual (im)política, con la fórmula Miedo Económico + Miedo Social se ganan –se ganarán– elecciones. Ganará, con esa fórmula, cualquiera sea el que gane. Hoy, en el mundo, se gana siempre –lo ha analizado agudamente Alain Badiou para el caso Sarkozy– con el slogan apenas matizadamente único del miedo. Si es por “centroderecha”, es el miedo al “otro” (sin mayúsculas); si es por “centroizquierda” (la mediaclase progre de hoy, sabemos, es extremista de centro y fundamentalista de la moderación) es por “miedo al miedo”: reacción especular del que quiere diferenciarse dentro de la cancha que ha marcado el adversario. Reconozcamos que también aquí hay un cierto declive cultural en nuestros fantasmas. Con una modesta metáfora literaria: si el Quasimodo de Victor Hugo gritaba “¡las campanas, las campanas!”, o el Kurtz de Conrad gritaba “¡el horror, el horror!”, nuestro burgués asustado grita “¡los negros, los negros!”, y nuestro progre bienpensante “¡el campo, el campo!” (todavía no hemos llegado, pero llegaremos, a: “¡el country, el country!”). Dicho sea esto último no para minimizar el desagrado ante la conformación de un sólido bloque de derecha que –miedos y medios mediante– viene galopando al son de los bombos sojeros (y cada vez con menos retenciones en su armado propiamente político), sino para establecer que aún nos falta ver, en la vereda de enfrente de la nueva guardia restauradora, algo realmente diferente, y no un tironeo –quizá defendible en términos de oposición a “lo peor”, pero nada más– en el interior del mismo “campo”. No es entre el miedo y el “miedo al miedo” que hay que elegir. No es entre la “seguridad” y la “inseguridad” (resignada), o entre la pena de muerte y el “garantismo”, que hay que definirse. Mucho menos entre la “seguridad” y la “inseguridad” (¿cuándo, en efecto, estuvo la clase media argentina más “segura” que entre 1976 y 1983?). Desde ya: los ciudadanos argentinos (aun cuando nunca hayan estado en Nueva York o San Pablo, para poder comparar) tienen derecho a sentirse protegidos de los delincuentes. Pero “seguridad” es mucho más que un concepto policial: es –o debería ser– una categoría política completa, que incluye la seguridad al acceso de alimentos, vivienda, empleo, educación, salud. Pero estas ampliaciones del campo semántico, claro, son siempre “a largo plazo”, y no entran en los nítidos dualismos. Así presentados, esos sistemas de oposición binaria son de una insanable mediocridad ideológica y de un avieso cinismo clasista, aunque se los anuncie desde diez radios al mismo tiempo. El efecto que pretenden –al igual que en su momento la oposición blanquinegra “Gobierno/Campo”– es el de dividir a esa entelequia llamada “opinión pública” en bandos congelados, “ontológicos”, que no responden a ninguna relación “dialéctica”, mucho menos a un debate político sustantivo o a una interrogación crítica sobre las condiciones integrales de enunciación de las palabras que se naturalizan. Lo que sí logran es un inmediato efecto “performativo”: si alguien está a favor de la legalización del aborto es automáticamente un asesino de nonatos, si está en contra de la pena de muerte es cómplice de los delincuentes. Hay que escupir esa sopa de letras y armar un nuevo crucigrama. Sentarse a definir los términos y debatir a qué política de la lengua (y, por lo tanto, de todo lo demás) responden esas definiciones. Como se decía en un tiempo: hay que “achicar el pánico” antes de que ese “pavor mortecino” del que habla Martínez Estrada nos deslumbre hasta dejarnos ciegos.
* Sociólogo, ensayista, profesor de Teoría Política (UBA).
Como la vida es injusta para los que no tienen nada, entonces que tambien sea injusta para los que tienen algo. Así podría resumirse el post de cuervo, lo demas es carton pintado.
Afortunadamente la mayoria de la gente no se va a conformar con esta receta resentida y va a exigir mas seguridad, hoy, mañana y sobre todo en Octubre.
Que los medios operan no es ninguna novedad, lo que pasa que ahora como le operan en contra al gobierno muchos saltan.
De todas formas este es el gobierno menos castigado por la prensa desde que volvió la democracia, lo que sucede es que es el mas llorón.
Si pensamos un poco en frio, y nos acordamos del papel de la prensa en los gobiernos de Menem, De La Rua y el mismo Duhalde me van a dar la razón. Imitaciones, burlas constantes y operaciones politicas a granel. ¿Que se lo merecian? Obvio.
Kirchner tambien.
Iba a recomendar la nota de Gruner pero me ganaron de mano.
¿que sea injusta para los que tienen algo? creo que este tipo de violencia afecta a todos, mi barrio no es un country ni me considero de clase media, pero tambien me afecta. pero por eso no voy a salir a pedir pena de muerte, si mi barrio es peligroso desde que yo tengo memoria! es mas, ni idea que es la seguridad, ni me interesa saberlo. si es darle mas poder a la policia, estan en pedo. ademas, no soy estadistico, pero escuche muchas veces que la brecha entre los que menos ganan y los que mas ganan, en este pais, aumento considerablemente en las ultimas decadas. si esperan que la respuesta sea una sumision pacifica a esa violencia social... no sé que pasaria si realmente todas las personas que estan por debajo de la linea de pobreza saliera a "delinquir". tienen suerte que no son todos los que eligen esa via. y ademas esta violencia ni siquiera es politica en el sentido de ideologia. no viví en la decada del 60 y 70, pero supongo que en esos años las desigualdades eran canalizadas por movimientos politicos. para mi, esta violencia actual sale para cualquier lado, creo que tiene mas que ver con desesperacion que con ideologia. y los que dicen que los delincuentes matan por un par de zapatillas, bueno, nadie mata por amor. hay odio, y ese odio no creo que este dirigido hacia las clases "altas" unicamente. yo estudio y trabajo, y en mi barrio de monoblocks... soy un cheto! y ni me visto con ropa de marca! pero cualquiera que no este en su situacion, es distinto y te marcan esa diferencia. pero esto es asi desde hace mucho, no es de ahora, pero con la cuestion del paco, como que se acentuó, porque cada vez son mas pendejos los q andan en la calle. y tambien va a llevar tiempo modificar esta situacion, pero si la solucion va a ser matar a todos los q quedaron excluidos de este sistema tan lindo, bueh, yo suponia que eran las victimas, pero parece que tambien son los cupables de esta "inseguridad", que solo se ocupa del indice delictivo y no de todas las demas inseguridades, laboral, de enfermedades del medioevo, de vivienda (si estos monoblocks se pueden llamar así)y etc.
tambien no hay ningun problema en que los medios critiquen a un gobierno, la diferencia que yo veo es que discurso, que critica y desde donde la hacen. yo tambien puedo tener criticas al gobierno, pero nunca voy a repetir el discurso de la rural
saludos Oscar
y vos anonimo anda a cagar logi
Así que estudias y trabajas? sos de libra? venis siempre a bailar aca?
Muy lindo miguel de claypole, ahora te pasamos el tema de Shakira que nos pediste.
y ordená tu cuarto que te van a retar.
gracias por el comentario de la señorita de Claypole! ¡que tierna!
está a tono con las pedorreadas de cuervo, que no sabe como tapar la verdadera inseguridad : la inseguridad jurídica de la corrrupción KK.
la otra no es inseguiridad. es seguridad que los chorros te aplican ellos la pena de muerte, y ante eso, mejor bajarlos antes. de recién nacidos, si es posible. así no crecen y intentan sacarnos lo que tanto nos costó conseguir.
Al pan, pan y al vino vino
¿publicarás esto o aparte de chupaculos de ls KK sos cagón?
Peto Lanza es un troll kirchnerista, que juega al "efecto rebote".
Componé mejor el personaje Peto.
Che, estaba escuchando la radio y reprodujeron declaraciones de Patricio Giménez, el hermano de la mina de los teléfonos. Dijo que a los pibes habría que darles paco hasta que se les queme la cabeza, así dejan de matar gente. O es un hijo de puta, o vende paco y está viendo el negocio...o tendría que ir en cana por hacer apología del delito.
"ASESINATO BRUTAL EN LA MATANZA Para robarle 200 pesos le cortan el cuello de un navajazo a una mujer
Tenía 62 años y estaba con su hija, de 27. Fue a plena luz del día, cuando un ladrón las amenazó y les sacó el dinero. La víctima quiso resistirse, pero el delincuente le cortó la yugular y escapó. Murió desangrada." Esta es una de las tantas noticias que complican seriamente a la teoria de Oscar Cuervo segun la cual la seguridad es un valor de la derecha.
Pero mientras exista la propiedad privada, la marginalidad, la codicia y la eyaculación precoz hablar de inseguridad es ser fachista.
Sigamonos distrayendo con lo que dice el hermano de Susana, Cacho Castaña o el taxista que nos llevó a Ezeiza una vez.
Por que ya sabemos, no hay nada mas lindo que sentirse bueno.
El alivio católico de la primera comunión transformado en consignas progresistas.
No es que nosotros los matamos, los rematamos antes!!??.
Hay dos películas que me parece que habria que ver para pensar en el tema, "Los olvidados" de Buñuel y "Pixote" de Babenco, y dejarse de joder con juguetear con la posibiladad de matar.
Me acuerdo de algo que escribió Maria Elena Walsh: "Cada vez que escucho hablar de la posibilidad de que exista la pena de muerte creo que la humanidad retrocede en cuatro patas", y terminaria como la película "los olvidados", con la imagen de un adolescente de la calle, ladrón, asesino, violador, olvidado de toda forma de cariño y aceptación que escupe rabiosamente la cámara, y uno siente el escupitajo en el medio del alma, lástima que no todos sean capaces de sentirlo.
si, ademas es dificil hacerle ver a alguien que no quiere mirar. fijate los mensajes de los boluditos de peto lanza y el anonimo. por ahi estan tan avispados del mundo que no necesitan ver mas nada, solamente ponen en el buscador frases re-ingeniosas y las pegan acà! me hacen reir tanto como los "flor de pensamientos" de la barcelona.
Las hienas están sedientas de sangre, che. Quieren otra temporada videlista, extrañan la seguridad del proceso. ¡esta sí que es Argentina!
Pero Claypole: Ya ordenaste tu cuarto?
Vamos, dale.
no soy troll k, antes de eso, me muero.pero parece que quien hace este blog viviera en montecarlo, el otario. hasta que le pase algo a él, je
jaja que pelotudo es este anonimo!!
me haces reir, de verdad! te imagino una mezcla de baby etchecopart y moria casan. si queres llorar, llorà.
este blog s uno de los mejores, admiro el nivel de los comentarios, por lo inteligente de los debates. por eso no da que hagamos una charla personal desvirtuando el tema. asi como el otro salame de peto, se pueden juntar e ir al foro de seprin, que esta a su nivel de comentarios, o tambien a la marcha de Su y Marce, y engrosar el porcentaje de apoyo segun cronica TV. asi que si me quieren escribir (para otra cosa no les da la nafta, me bardean porque seguro que cara a cara se tienen que cambiar los pañales) le paso mi mail: campi1982@yahoo.com, y ahi pones las boludeces que escribis siempre y dejas que pueda ver mensajes interesantes en este foro. de gonca que sos ni el nombre ponès, asi que no pongo mucha espectativa, pero por ahi te haces el polenta y tengo la oportunidad de vacilar a un viejo facho y careta. no te respondo mas, espero tu mensajito yosapa
Es que me queda re lejos claypole, si queres vení vos, que sos mas buenito (pero volvé temprano, entrá despacito y sin prender luces, que se despiertan todos y despues te cagan a pedos).
Ahora la última pregunta: ¿Ya ordenaste tu cuarto?
P.D: Y no soy viejo, tengo 25 años. Vos cuantos tenés?
Hay algo de cierto en lo que dice un anònimo por ahi: a los que quieren la pena de muerte, habrìa que informarles que ya la tuvimos del 76 al 83. Solo que no habìa juicios y las ejecuciones se hacìan a la sombra. Tampoco estaba tificado el delito por el cual se aplicaba la pena. Lo bueno del terror procesista, para nuestros pusilànimes taxistas resentidos, es que no se perdìa tiempo en expedientes. La justicia es lenta, la picana no. Los milicos invertìan la presunciòn de inocencia y "mataban por las dudas" y los señores taxistas mientras tomaban mate con la patrona, murmuraban "algo habran hecho" y gritaban los goles de Kempes. Claro que para el morbo y la sed de sangre, las FFAA pifiaron en la puesta en escena: tiraban los cuerpos al mar lejos de la costa y de noche o montaban un auschwitz de 2 ambientes en algun paraje perdido del campo. Lo que hoy piden a gritos la patrona y su marido es que el show de la muerte se transmita por TV, para mirarlo mientras tomamos mate. Escarmiento para no tener mas miedo. Mas mapas de la inseguridad. Mas cacheo. Mas requisas. Mas balas por las dudas. Mas ejecuciones. Que el trabajo sucio lo hagan otros y que me dejen tranquilo tomando mate con la patrona.
Che Cesar, el que dijo lo de la temporada videlista no fue un anónimo, fui yo, ya nos conocemos de otros debates, eh? Lo novedoso de este fascismo es que es de los mediáticos. Los milicos ya no tienen poder, por suerte, pero ahora directamente el fascismo está comandado por nuestra farandula, Sofovich, Moria, Susana, Tinelli, que siempre fueron los payasos de las dictaduras genocidas, los qu animaban las fiestitas en la Esma y los que tiraban serpentina durante el menemismo. Ahora pasaron al frente ¿se viene el berlusconismo argento?
Hola Gonzalo. Perdón no vi tu nombre. Es como decís, ahora los promotores de la mano dura son los idiotizadores profesionales de la TV. No hay límites para el vómito demagógico. Tinelli, Gimenez, Legrand, etc. son el opio de nuestro pueblo.
A dios gracias tenemos a Pergolini y a Nacha Guevara para despertarlo, Cesar.
"ASESINATO BRUTAL EN LA MATANZA Para robarle 200 pesos le cortan el cuello de un navajazo a una mujer
Tenía 62 años y estaba con su hija, de 27. Fue a plena luz del día, cuando un ladrón las amenazó y les sacó el dinero. La víctima quiso resistirse, pero el delincuente le cortó la yugular y escapó. Murió desangrada." Esta es una de las tantas noticias que complican seriamente a la teoria de Oscar Cuervo segun la cual la seguridad es un valor de la derecha".
A ver, intentemos razonar un poco sin epítetos simplistas. No defiendo a Oscar Cuervo ni mucho menos. Entre otras cosas tengo mis propias ideas y visión del mundo (abro el paraguas antes que me tiren mierda).
Porque defiendo con OC la idea de que "Seguridad" es un concepto de derecha y no se necesita ser un arqueólogo para darse cuenta. Es algo más que obvio y salta a la vista. Tiene que ver con una lógica de los medios, con una utilización de la noticia, con un uso y abuso de la novedad.
¿Vos te crees que los medios estan tristes porque le arrancaron la yugular a una mina en la matanza?.. no para nada, se estan recagando de risa, se regodean con eso, estan en su propia salsa, haciendo notas editoriales, dando pautas de como tenemos que vivir. Poniendo sonidos de catacumba mientras el nabo que esta en el lugar del crimen te cuenta cuantos tajos recibió el cuerpo.
Al lado de los deudos esperando que terminen de llorar (o si lloran mejor)... que puedan articular una palabra dentro del dolor para pedir consignas de muerte... como eufemismo en realidad, para decir que "la policia" buenuda policía haga algo y nos proteja de los delincuentes.
Pero eso es apenas el principio. El problema argentino de la violencia es un problema estructural que no se resuelve haciendose el guapo (ni a lo kirchner, ni a lo lilita moral, ni a lo robocop, ni con papa de la in-seguridad).
La perdida de códigos de los chorros... que dicen que ahora no tiene códigos como antes, obedece a que las reglas de juego no son las mismas de antes. Una violencia estructural (social) cayó sobre todos, como dice Miguel de Claypole. Le encuentro razón cuando reflexiona "gracias que no salen todos a robar, y que algunos eligen otra vía", que es la de laburar dignamente... pero anda a saber donde encontras un laburo digno. Eso si es trabajo de arqueologo.
En fin. Discutir por discutir no me gusta, detesto engancharme con boludeces. Este tema es serio y hay que tomarlo como es. Por eso decía en un post anterior que me parece peligroso que cualquiera salga a opinar solo porque tiene boca, termino el secundario o alguien lo conoce.
Vivimos en un estado de excepción. Es interesante eso que OC lo dijo pero no lo desarrollo totalmente.
Mientras más excepcional es un momento más excepcionales son las medidas que se pueden tomar. Esta es la lógica del miedo y me parece, la más peligrosa porque todos terminamos siendo tan rehenes de una, la inseguridad como de su contrapartida.
Saludos.
Fede:
no sólo los editores del diario se regodean al publicar la nota, también el anónimo que la mandó se habrá puesto contento de que mataran a la pobre mujer para mandarse una piolada en este debate. Obviamente son lágrimas de cocodrilo, antes lo hacía Crónica pero no tenía una finalidad política precisa, sólo una finalidad comercial. Me acuerdo cuando Crónica llamaba "amoral" a los homosexuales: "Matan a un amoral en su departamento de Barrio Norte". ¿Alguien se acuerda? El gallego García se alegraría cada vez que mataban a alguien, porque podía vender esa edición de su diario. Ahora ya no es sólo Crónica, también Telenoche, C5N y hasta el diario del gordo Lanata celebran estas noticias, pero ya con finalidad política. De Clarín yase sabe que podemos esperar cualquier cosa. Pero de Lanatta uno imagina que podía conservar aún ciertos escrúpulos. Pero la tapa de ayer de Crítica no tiene que envidiarle nada a la peor tapa de Crónica. ¡Hasta la ilustró con manchas de sangre! Hay un largo recorrido desde la innovación editorial que signifícó la tapa de "Amarillo/12" o la tapa en blanco cuando se indultó a los genocidas, hasta esta tapa de ayer con manchas de sangre.
Lanata es ya un veterano, no puede esconderse detrás de la careta de joven talento con ideas audaces. Un diario que empieza a alentar los reflejos más primarios de sus lectores, que empieza a trabajar con el golpe bajo del chorro de sangre, no tiene manera de justificar ya una posición ni lejanamente progresista. En el diario Crítica no hay el menor asomo de problematizar el tema, de brindar matices alrededor de la cuestión de la inseguridad, ni siquiera de usar el viejo recurso de una columna de opinión de derecha y otra de izquierda, para apelar a un ejemplo básico. Nada: solo la historia truculenta, las fotos sangrientas, el conteo de cadáveres.
¿Por qué un tipo como Lanata rifa de esta manera el resto de prestigio que le queda? ¿Perdió la brújula? ¿Quiere posar de independiente? ¿Es dura la competencia de Perfil, Clarín, Diario Popular? ¿Quiere captar a los lectores de Crónica? ¿Estará pasado de merca? ¿Se está fundiendo?
¿Seguirá haciendo esas reuniones de redacción tan bonitas que se mostraron al comienzo de Crítica, con Caparrós, el gordo Panozzo, Osvaldo Bazán, Alfieri? ¿Se discutirá ética periodística, semiología? ¿Habrá recibido fondos non sanctos para salvar una empresa en caída libre? ¿habrá quedado tan golpeado después del fracaso del Maipo que perdió toda referencia?
Son cosas que me pregunto, no es que tuviera una especial estima por un tipo que se proyectaba como el nuevo Jacobo Timmermann, sólo que me impresiona el envilecimiento que va teniendo a la cruda luz del día. No sirve ya ni para ser una versión progre de Chiche Gelblung. Lo que hace es periodísticamente malo y éticamenta abyecto.
En fin.
La misma logica se repite en todos los temas, tanto los seguidores de la Carrio como los de Sola apuestan a que empeore la situacion del pais, creen que pueden avanzar si se producen situaciones catastroficas. Por eso van a alegrarse de cualquier mala noticia, quieren mas muertos en el conurbano, quisieran corridas con el dolar, apuestan a que los chacareros de dragones corten las rutas. Su unica esperanza es el caos. Lastima que si se cumplieran sus deseos, igualmente no tienen ni capacidad ni ideas para manejar la situacion. Sola va pasando de una posicion a otra y en todos lados tiene la misma cara de oler mierda, no tiene tropa propia y no podria gobernar. Y el rejunte de Carrio es la corte de los milagros, el perro Murphy, la pato Bulrich, los radichas, la feminista Maffia que se entera de la realidad leyendo Clarin. Si la Carrio estuviera diez minutos en el sillon presindencial el pais se incendia.
Despues del mapa del delito...
Seamos solidarios con los que menos tienen....
www.meayudas.com
Hay que tener la cara muy pero muyyy dura.
Christian
Los derechos humanos de los delincuentes
Por Roberto Gargarella *
Cíclicamente reaparecen los miedos generados por la inseguridad y, con ellos, el discurso público vuelve a inundarse de bravatas altisonantes que, por su repercusión, conviene tomarse en serio. Quisiera concentrarme aquí en algunas de las expresiones que circulan en estos días, vinculadas con la relación aparentemente excluyente o de suma cero que existiría entre la protección de las víctimas y la defensa de los derechos de los delincuentes. La idea aparece en expresiones como la que dice que “en este país mueren inocentes mientras se protegen los derechos humanos de los delincuentes” o “estoy cansado de los derechos humanos de los delincuentes”. ¿Qué se quiere decir con tales expresiones?
Una primera posibilidad sería que tales afirmaciones involucran un juicio descriptivo como el siguiente: “en los hechos, hoy, en la Argentina, se están favoreciendo los derechos humanos de los delincuentes, mientras se descuidan los derechos de las pobres víctimas”. Apenas reflexionamos unos instantes sobre esta idea, sin embargo, se advierte que ella es, más que falsa, groseramente falsa. Resulta demasiado obvio que en nuestro país en la actualidad se violan cada día, y de modo gravísimo, los derechos de los que cometieron (o son acusados de haber cometido) ofensas hacia los demás, muy especialmente si ellos provienen de sectores económicamente desaventajados. Esas violaciones gravísimas incluyen la detención por años de personas a las que no se les ha probado la comisión de delito alguno; la privación de libertad a personas que han cometido delitos menores, y condiciones extremas, brutales, violentas para los que ya están encerrados. Es decir, descriptivamente, lo que la realidad nos muestra, sin ambages, sin ambigüedades, sin margen de duda alguno, es exactamente lo contrario de lo que aquella proposición vendría a sugerir. Si hoy tenemos un problema grave en materia de inseguridad, entonces, sin dudas, ése no es el de que el Estado argentino se está excediendo en la protección de los derechos de los delincuentes.
Una segunda posibilidad sería que al decir “estamos cansados de los derechos humanos de los delincuentes” se esté haciendo referencia a una explicación referida a la imposibilidad material de proteger, al mismo tiempo, los derechos de las víctimas y los derechos de los criminales. Pero esta respuesta también es, fundamentalmente, falsa: en los aspectos más básicos, resulta obvio que se pueden hacer ambas cosas al mismo tiempo. Asegurarles a todos un juicio justo (escuchar a los acusados; asegurar que las pruebas de un juicio no sean inventadas); impedir la tortura; no encerrar a quien no ha sido encontrado culpable de ningún crimen; evitar que se trate a los detenidos como animales es perfectamente compatible con tener un presupuesto adecuado en materia de seguridad, o velar por la recuperación de las víctimas y la restauración de sus derechos. Es decir, no es en absoluto cierto que si queremos cuidar la seguridad de “los buenos ciudadanos” sea necesario, de algún modo, reducir los cuidados básicos hacia delincuentes.
Tercero, la afirmación sobre el “exceso” de respeto hacia los derechos de los delincuentes podría ser normativa, es decir, estar dirigida a afirmar que “debe darse menos protección a los derechos de los delincuentes, porque ellos no se merecen ningún cuidado, dada la gravedad de lo que han hecho”. Ahora bien, si las dos observaciones anteriores eran –en su esencia– fácticamente falsas, ésta es valorativamente inaceptable. Hay cantidad de problemas serios con esta idea. Primero, respetar los derechos de los delincuentes no significa premiar a los criminales ni dejar de reprocharles sus eventuales faltas, sino impedir que se los trate inhumanamente, o que se condene a inocentes porque “necesitamos condenar a alguien”, como muchas veces ocurre. Segundo, los derechos no están reservados para los que se comportan decentemente o los que no cometen faltas (graves), sino para todos, por el solo hecho de ser personas. Tercero, los derechos no son disponibles o removibles de acuerdo al humor de algunos, sino lo contrario de ello: su virtud es, por suerte, la de no estar sujetos a la buena voluntad de nadie.
Finalmente, puede que con la idea de “los derechos humanos de los delincuentes” se esté pensando en que, en nuestro país, algunos o muchos eventuales culpables de crímenes no quedan encerrados. Pero esta idea también es muy pobre. Primero, tenemos una proporción de presos alta y creciente, y no baja. Segundo, si hay gente responsable de crímenes que no es condenada debido a las argucias o trampas de sus abogados, ésa no es responsabilidad de los “derechos humanos”, por lo que conviene no ensuciar el término de ese modo. Tercero, si lo que ocurre es que algunos no quedan detenidos porque no se prueba su culpabilidad, eso no es un “exceso” de respeto de los derechos, sino sólo un acto justo, porque nadie quiere que se encierre a los que no son culpables de delito alguno (¿o sí?). Finalmente, pero esto da para otra discusión, no es cierto –por fortuna– que las únicas respuestas que tenemos a mano frente al crimen son las respuestas extremas, draconianas, que empiezan, como en nuestro país, con la privación de la libertad en condiciones infrahumanas. Es decir, condenar no es ni debe ser igual a “dejar encerrado a alguien”.
Decir lo dicho no implica decir que debemos actuar como si en la sociedad no hubiera delitos, ni comportarnos de modo ingenuo, ni dejar de reprochar con firmeza las faltas que se cometan en nuestra sociedad. Decir lo dicho implica afirmar que, no importa el grado de irritación que tengamos, o la antipatía que nos produzca algún grupo, o los deseos de venganza que nos provoque una situación de injusticia, no tenemos que poner en cuestión el valor de seguir tratando a todos –a todos– con dignidad y respeto. Más importante aún: tenemos que aprender a reconocer que, al respetar los derechos básicos de los criminales no estamos insultando a las víctimas. Como he tratado de mostrar, los cuidados extremos hacia las víctimas del delito de ningún modo, y en ningún sentido, necesitan del maltrato hacia quienes las han ofendido.
* Doctor en Derecho, profesor de Derecho Constitucional (UBA-UTDT).
http://www.pagina12.com.ar/diario/sociedad/subnotas/121718-38801-2009-03-18.html
otra nota:
Los otros
Por Eduardo “Tato” Pavlovsky
http://www.pagina12.com.ar/diario/contratapa/13-121720-2009-03-18.html
no sé bien dónde dejar esta nota:
Una larga larga siesta
Por Diana Maffía
El domingo 8 de marzo fue el Día Internacional de las mujeres. Ninguna mención hubo en la sesión pasada, salvo el espectáculo bochornoso y recurrente de un diputado bajando de un golpe la mano levantada de una compañera de banca que votaba por una posición diferenciada del bloque. Escena que nos hace reflexionar acerca de cuánto falta para alcanzar la no violencia en las relaciones interpersonales, la igualdad en política, el respeto por las condiciones intelectuales y morales de las mujeres y otros básicos derechos semejantes.
El gobierno de la ciudad, que el año pasado nos regaló un decreto con directivas sobre igualdad de oportunidades y de trato que a la hora del informe final muestra un cumplimiento decepcionante, y a la hora de la discusión de presupuesto evidenció una ignorancia impune de los ministerios, este año decidió cambiar de obsequio.
El Ministerio de Cultura, el crítico Ministerio de Espacio Público y la Fundación Banco Ciudad auspiciaron la instalación de una gigantografía de 88 m de largo por 34 m de alto, que reproduce una foto de Guillermo Ueno llamada “Siesta”, en la que una joven y bella mujer de refinada lencería reposa plácidamente para solaz visual de los transeuntes.
Pasiva frente a la mirada, pasiva especialmente frente al ojo activo del artista que dispara la cámara, esta apropiación personal y luego donación colectiva del cuerpo inconciente de una mujer, fue objeto de múltiples comentarios. Desde los que recuerdan que se trata de una serie programada de cuatro obras de arte (la primera fue “Velocidad”, foto de Fabián Burgos, en pleno debate por la contaminación visual y la reforma del Código de Publicidad), hasta los que recuerdan que en total nos costarán a los vecinos y vecinas de Buenos Aires $ 930.000, cifra cuya equivalencia en políticas públicas de emergencia social e insumos dejo a la imaginación de mis colegas.
Pero volvamos a la siesta que nos propone el ejecutivo. Yasunari Kawabata, primer escritor japonés en ganar el premio Nobel en 1968, es autor de una novela maravillosa y sutil llamada “La casa de las bellas durmientes”. Relata la vida rutinaria de un hombre anciano que concurre a un discreto prostíbulo especialmente preparado para hombres mayores, cuya oferta era pasar una noche junto a una joven dormida. El placer sutil de yacer junto a esa joven es relatado por Kawabata con una prosa delicada donde la subjetividad masculina y sus debilidades son expuestas con dolor.
Mucho más brutal, casi obsceno, Gabriel García Márquez publica en 2004 su “Memoria de mis putas tristes”, donde un anciano consumidor habitual de prostitución y violador humillante de su empleada doméstica, decide regalarse para su cumpleaños 90 una noche con una adolescente virgen. Concurre al prostíbulo donde la administradora le ofrece una adolescente de 14 años narcotizada, de la que él se enamora por primera vez en su vida, y a la que dedica tiernas escenas. Por supuesto unilaterales y omnipotentes.
Muchas cartas de lectoras protestaron contra la siesta que nos propone a las mujeres en nuestro día el gobierno de la ciudad. Pero para ser justa, debo decir que la Dirección de la Mujer también preparó una celebración, en los bosques de Palermo, con mucho movimiento y gimnasia, esponsoreado por Activia. Un yogurt que nos comprende como somos, con tránsito lento y siempre hinchadas, y está allí para ayudarnos discretamente a regularizarnos con placer.
Esta Legislatura tiene una Comisión de la Mujer, y una Comisión Especial de Igualdad de Oportunidades y de Trato, donde el lunes evocamos el día de la mujer con un decálogo de derechos y compromisos para que mujeres y varones hagamos de esta ciudad un espacio de ciudadanía plena. Como la mayoría de ustedes no estuvo presente, los invito y las invito a compartirlo, y a incidir para que las políticas públicas sean las herramientas de su concreción. El día de la mujer pasó, pero tenemos otros 363 para celebrar la democracia.
* Maffía es diputada porteña de la Coalición Cívica
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