por Gonzalo Chaet
La banda inglesa se lució en el escenario del Club Ciudad de Buenos Aires. Durante dos horas y diez minutos, Radiohead, una banda tan diversa como prolífica, no por la cantidad de discos editados –siete en más de dieciséis años de carrera-, sino por las innovaciones estilísticas que sentaron las bases paradigmáticas para muchas bandas posteriores, hizo saltar y cantar a todo el público presente.
El show estuvo estructurado por su último disco de estudio -In Rainbows-, y contó a su vez con grandes clásicos, que produjeron una mezcla de éxtasis y agitación en las más de 35 mil personas que danzaban hipnóticamente en el campo. Arrancaron con 15 Step, y rápidamente arremetieron con Airbag. El repertorio contó con momentos de trance y explosión: desde There There y All I Need, hasta Pyramid Song, pasando por Karma Police, Street Spirit o Everything in its Right Place.
Como complemento de lo musical, la puesta en escena fue propia de una banda que cuida los estilístico hasta en el más mínimo detalle. Un sonido impecable y un escenario atravesado por tubos que colgaban del techo y desprendían luces coloridas al ritmo de la música, provocaron una extrema sensación de entusiasmo y admiración.
El máximo esplendor del show sucedió en Planet Telex, momento en el cual el escenario se convirtió en una serie de destellos multicolores al compás de los gritos de Thom Yorke que afirmaba “todo está roto, todos estamos rotos”.
Sin embargo, Radiohead sonó muy unido: cada nota, cada ruido, cada instrumento tuvo un por qué. Incluso las distorsiones más ruidosas se oyeron armoniosas. Es en este funcionamiento colectivo en el que el todo supera ampliamente a las partes, que Johnny Greenwood pudo abandonar su guitarra durante todo un tema, para tocar el teclado, el xilofón o las máquinas, que parecían juguetes sonoros.
Otro momento memorable de la noche fue cuando tocaron Paranoid Android, esa canción ciclotímica, que llevó al público de la calma expectante a la euforia extrema, con el fondo de un escenario que se bañó de rojo sangre. Este tema es un buen resumen de lo que fue el show. Al ritmo del bajo de Collin Greenwood y de la batería de Phil Sealwy, aparecían canciones que hacían saltar y gritar a todos lo fanáticos presentes y temas que provocaban los trances más profundos.
En esta mezcla de emociones y sensaciones, hubo tiempo para una mención especial por el 24 de marzo. En un correcto castellano el guitarrista Ed O’Brien dijo: “queremos dedicarle la siguiente canción a todas las victimas que sufrieron, a los que perdieron a sus seres queridos, a los que fueron encarcelados y torturados y a los que desparecieron”. Segundos después sonaba How to Disappear Complete.
Mucho se puede decir de lo que fue, aún más de lo que podría haber sido -uno siempre espera las canciones que no tocaron-; pero más allá de todo eso, lo que queda es un deseo: que no pasen tantos años hasta volver a tener una noche tan mágica, que a esta altura ya parece un sueño vivido, pero lejano. (Más sobre Radiohead en Buenos Aires en el blog de Cece).
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