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domingo, 20 de abril de 2008

BAFICI: el consenso de las hordas y la hora de pensar

Por Oscar A. Cuervo
Llegó la hora de los balances, los cuales se suelen hacer en el mismo ritmo frenético con que se vivió durante el festival. ¿Tiene sentido? ¿Qué se puede decir consistente-mente acerca de un acontecimiento que consta de miles de funciones en las que se proyectan más de 400 películas, además de las actividades especiales y los corrillos en los que se discute con ardor y se chusmea con morbo? Nadie tiene una perspectiva lo suficientemente amplia como para intentar evaluaciones cualitativas de la programación ni tampoco es posible vislumbrar tendencias que permitan comparar los presuntos avances y retrocesos del festival, así como del Nuevo Cine Argentino, al que se pretende ligar fuertemente al Bafici. Con el cansancio de 12 días de películas no hay modo de elaborar conceptos que no estén teñidos de los estados de ánimo ocasionales, productos de una ansiedad exacerbada. En estos casos suele predominar una desazón que siempre aparece al cabo de jornadas frenéticas, porque nunca termina de suceder todo lo que uno espera. Y otro factor distorsivo es el microclima de camarillas que generan consensos instantáneos y apabullantes. El Bafici se especializa en esa psicología de horda primitiva que se da manija para imponer una verdad única.


En el día de hoy, la verdad única es la de que Historias Extraordinarias de Mariano Llinás es un hito descomunal en la historia del cine argentino, que por décadas se hablará de este film, que ha sido injustamente marginado en la premiación, que los jurados internacionales no la entendieron porque son unos caretas a los que les gusta el cine académico, que el próximo jurado habrá que integrarlo por gente "del palo". En los blogs se trata al largo film de Llinás (más de 4 horas) como el campeón moral de la 10 edición del BAFICI, se habla de la "derrota" de esta película, como si se tratara de la final de un mundial de fútbol. Todos parecen contagiados de una fiebre quintiniana que obliga a emitir dictámenes urgentes de cara al futuro del cine, de la Argentina y, por qué no, de la humanidad.


Yo aún no vi la pelí-cula, por dos razo-nes: por-que no me resultó fácil acomodarla en la agenda complicada de estos días y porque considero que tengo todo el resto de mi vida para verla. La ciénaga la vi dos años después de estrenada y otro tanto me pasó con La libertad y Los muertos. ¿Y qué? Ahí estaban las películas con la lozanía de las obras que pueden esperar mucho más de dos años para mostrar su vigencia. Detesto la dinámica de la horda, máxime cuando se trata de la horda de snobs que maneja el sentido común cinéfilo porteño desde hace unos 10 años. Una película merece verse fuera del contexto de la aclamación obligatoria. Dentro de algunas semanas, si Dios quiere, veré Historias extraordinarias. Para ese entonces ya no tendrán ninguna importancia los premios que dejó de recibir y las discusiones sobre cómo hacer para armar jurados formados por gente "como uno". Ahí veremos si efectivamente es genial e inmensa, si es el acontecimiento que nos puede sacar a los argentinos del atolladero, si Llinás es el Orson Welles del cono sur, o si tan sólo es el autor de una película interesante, ingeniosa (como Balnearios) y más efectista que efectiva (como Balnearios), si la película provocó el entusiasmo de unos cuantos críticos amigos y la indiferencia de los críticos extranjeros por razones buenas o malas.

Pero el Bafici es, desde hace ya 10 años, mucho más que una película: es al menos 400 películas. Es un meeting político atravesado por tensiones que exceden lárgamente al cine independiente. Un botín con el que todos quieren quedarse. Un hecho cultural que despierta odios inexplicables, de parte de gente que elabora sarcasmos y burlas hacia las películas que no ve y hacia espectadores a los que se condena por algo tan superficial como su ropa.

Claro que el Bafici se puede evaluar y así lo haremos, trataremos, después de que los ánimos se hayan refrescado, después de que el humo se haya disipado, tras recuperar horas de sueño, de conversar con el propio director del festival, con algunos de los cineastas y críticos que participaron, con simples espectadores, que preferentemente que no pertenezcan a la camarilla que está urgida de imponer consensos inapelables.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Lo que me pasó a mí es que dedicarle 4 hs. a un director cuyo defecto principal es que no sabe sintetizar, no me copó demasiado.Eso lo demostró en Balnearios- buena pero no para tanto donde el personaje final invadió la película. Hizo lo mismo con una carta enorme que mandó a EL AMANTE repitiendo conceptos.Que economice.No es Bela Tarr. Martha

Anónimo dijo...

La horda: no sé cómo todavía pueden someterse a algo que no funcionó: "Los seguidores de..."Si existiera la carrera universitaria buscarían licenciarse. Esto no puede implementarse en este tipo de sociedad.El Poder, la información ,se reparte ¿Por qué adherir a UNO en todo?¡qUIÉN FUÉ EL ÚLTIMO CAUDILLO?

julieta eme dijo...

me hizo reír el comentario de martha acá. muy bueno. beso.