todos estamos igual

martes, 18 de diciembre de 2012

Una historia violenta

Tierra de los padres en La otra nº 27


por NIcolás Prividera

Hace algún tiempo se produjo un hecho extraordinario y mínimo a la vez (y fue esa ruindad lo que redoblaba su significancia). Fueron condenados algunos represores (palabra demasiado límpida y formal para hacerles justicia), y luego del fallo se pudo ver a la tristemente célebre Cecilia Pando insultando a los presentes, con especial enjundia hacia el Secretario de Derechos Humanos, Eduardo Luis Duhalde. En medio de su verba desaforada, de sus improperios caníbales, Pando hizo un gesto casi maquinal: se pasó el dedo índice por el cuello. Lo más sorprendente era precisamente la maquinalidad del gesto (como algo lateral al discurso, pero a la vez mas violento que el discurso mismo), esa rúbrica del cuerpo (que Pando luego excuso como tal y nadie nunca creyó, aunque tal vez fuera su única verdad): Esa emergencia profunda de un odio residual merece toda nuestra atención. No recuerdo otro caso igual entre los condenados (que prefieren el impertérrito juicio de la Historia), y mucho menos entre los acusadores (a los que los acólitos de Pando gustan en llamar “rencorosos del pasado”): el rostro desencajado de la mujer del militar (y uno estaría tentado de hacer una lectura en clave de género) no deja lugar a dudas de donde viene ese odio. (Este texto de Nicolás Prividera y el dossier sobre Tierra de los Padres se puede continuar leyendo en la edición impresa de revista La otra, ahora en kioscos).

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