Las canciones del año 2
Natalia Lafourcade y María Bonita
Acuérdate de Acapulco, de aquellas noches,
María bonita, María del alma.
Acuérdate que en la playa con tus manitas
las estrellitas las enjuagabas.
Tu cuerpo del mar juguete, nave al garete,
venían las olas, lo columpiaban,
y mientras yo te miraba, lo digo con sentimiento,
mi pensamiento me traicionaba.
Te dije muchas palabras de esas bonitas
con que se arrullan los corazones,
pidiendo que mi quisieras, que convirtieras
en realidades mis ilusiones.
La luna que nos miraba ya hacía un ratito
se hizo un poquito desentendida,
y cuando la vi escondida me arrodillé a besarte
y así entregarte toda mi vida.
Amores habrás tenido, muchos amores,
María Bonita, María del alma,
pero ninguno tan bueno ni tan honrado
como el que hiciste que en mí brotara.
Lo traigo lleno de flores como una ofrenda
para dejarlo bajo tus plantas.
Recíbelo emocionada y júrame que no mientes
porque te sientes idolatrada.
Y tiempo después, la banda Natalia y La Forquetina.
Natalia Lafourcade y María Bonita
Acuérdate de Acapulco, de aquellas noches,
María bonita, María del alma.
Acuérdate que en la playa con tus manitas
las estrellitas las enjuagabas.
Tu cuerpo del mar juguete, nave al garete,
venían las olas, lo columpiaban,
y mientras yo te miraba, lo digo con sentimiento,
mi pensamiento me traicionaba.
Te dije muchas palabras de esas bonitas
con que se arrullan los corazones,
pidiendo que mi quisieras, que convirtieras
en realidades mis ilusiones.
La luna que nos miraba ya hacía un ratito
se hizo un poquito desentendida,
y cuando la vi escondida me arrodillé a besarte
y así entregarte toda mi vida.
Amores habrás tenido, muchos amores,
María Bonita, María del alma,
pero ninguno tan bueno ni tan honrado
como el que hiciste que en mí brotara.
Lo traigo lleno de flores como una ofrenda
para dejarlo bajo tus plantas.
Recíbelo emocionada y júrame que no mientes
porque te sientes idolatrada.
Este fue un año de parabienes para los que sentimos devoción por ese concepto estético de la reputación dudosa, una zona gris en la que es posible moverse entre el cursi sublime y lo levemente (o totalmente) ridículo. La gracia de este concepto está en la indeterminación, en los grados infinitos por los que nos podemos ir deslizando desde la música de popularidad desacomplejada hacia el rescate camp o el bochorno involuntario. Por supuesto que no todo es lo mismo en el reino de la reputación dudosa y hay una cierta canchereada que parodia los géneros populares desde una posición de superioridad irónica (esto último es lo peor). No es el caso de este tramo de la carrera de Vicentico (de quien volveremos a hablar) ni el de la mexicana Natalia Lafourcade, que a la vez son diferentes uno del otro.
Natalia empezó siendo una estrella infanto-juvenil en un grupo pop llamado Twist.
Y tiempo después, la banda Natalia y La Forquetina.
Este año emprendió un disco homenaje a Agustín Lara, Mujer divina, una belleza de principio a fin. En duetos junto a Miguel Bosé, Gilberto Gil, el uruguayo Jorge Drexler, Emmanuel del Real (de Café Tacvba), Kevin Johansen, Adrián Dargelos y Devendra Banhart. El concepto del disco se mueve entre la elegancia de Caetano en Fina Estampa y un romanticismo retro a la Wong Kar-wai en In the mood for love. El tema que elegí, en el que Natalia canta sola, muestra en su aspecto más despojado la clásica hermosura de las canciones de Agustín Lara, una de las cumbres de la música popular de todos los tiempos. Lafourcade parece convencida de que estas canciones son a la vez tan simples y tan sólidas que solo hay que entregarse con confianza a ellas, sin guiños ni segundas intenciones. El resultado es inapelable.
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