En cooperación con el diario derechista La Nación, el presidente de la Corte Suprema de Justicia lanza hoy su penúltima operación corporativa durante el gobierno de Cristina Kirchner. El prestigio de Lorenzetti viene bastante magullado y su palabra devaluada desde que últimamente sufrió varios traspiés.
En marzo, en una gaffe inadmisible en un juez, Lorenzetti dio por cosa juzgada el atentado a la Embajada de Israel, falsedad que quedó internacionalmente desbaratada cuando el propio estado de Israel reclamó al rato que el poder judicial argentino haga avanzar esta causa. Pero el colmo del ridículo está dado por el detalle de que es la propia Corte que él preside la encargada de llevar adelante esta investigación. En un caso de ineptitud pocas veces visto, Lorenzetti desconocía que es él mismo quien mantiene la causa en estado de parálisis. ¿Qué confianza se puede tener en un juez que no sabe lo que (no) hace?
Segundo menoscabo de la justicia cometido por quien ocupa el cargo institucional que debería velar por ella: Lorenzetti viene organizando todos los años un show, mezcla de homilía episcopal y entrega de los Oscars, para abrir el "año judicial". El show de este año, realizado el 3 de marzo pasado, colmó todas las medidas. En una especie de remedo del clip que Hollywood prepara para despedir a los astros fallecidos, Lorenzetti proyectó un cortometraje dedicado a las "víctimas de la impunidad", en el que mezclaba como un cambalache a los desaparecidos de la dictadura militar, los muertos por el atentado a la Embajada de Israel que él mismo se olvidó que no investiga, el asesinato de militantes sociales por parte de las fuerzas de seguridad y el deceso del fiscal Alberto Nisman (que cerraba el clip con un zoom efectista), cuya muerte sigue estando caratulada en el poder que Lorenzetti preside como "muerte dudosa". Al incluirlo confusamente como "víctima de la impunidad", Lorenzetti se colocó al borde de la ilegalidad, ya que prejuzgó sobre un caso en el que podría llegar a tener que intervenir. Ahora, en el reportaje que le concede a La Nación a través del operador mediático Adrián Ventura (o quizás sería mejor decir: en la operación conjunta entre Lorenzetti y Ventura), el juez simula mantener una imparcialidad que ya vulneró:
-En estos días -pregunta Ventura-, muchos jueces y fiscales temen que el Gobierno use el nuevo Código Procesal Penal para nombrar fiscales en cargos clave y adueñarse de muchas causas de corrupción. Aún con el Código viejo, la fiscal Viviana Fein tiene la llave de la causa sobre la muerte de Nisman y la jueza Palmaghini no puede hacer nada.
-No puedo criticar a la jueza Palmaghini ni tampoco a la fiscal Fein, que no es parte de la Justicia, sino de otro poder, el Ministerio Público. Y, según la ley, es la fiscal la que investiga, no la jueza- responde Lorenzetti.
Su imparcialidad es autodesmentida. Lorenzetti ya adelantó opinión con su videoclip y por ende ya interfirió sobre Fein.
La operación conjunta de Lorenzetti y La Nación (que se puede leer completa acá) está destinada a advertir acerca de la posibilidad de que el Ejecutivo envíe al Legislativo un proyecto para ampliar el número de miembros de la Corte. El argumento es por demás curioso, por tratarse de la cabeza del poder judicial. La advertencia que Lorenzetti les dirige a los otros dos poderes no es que este presunto proyecto sea inconstitucional (no lo es). Su admonición no tiene carácter jurídico. El tipo dice:
"... en la Argentina el número de ministros de la Corte fue históricamente de cinco y la experiencia política indica que cada vez que el Congreso modificó el número de jueces, lo hizo para cambiar la mayoría del tribunal".
Lorenzetti incurre en una falacia de generalización apresurada, apelando a lo que, según él, "la experiencia indica". Está claro que no habla allí como jurista, sino como un político atrincherado en la defensa corporativa. Alega que el número de miembros de la Corte fue "históricamente" de cinco, como si un recorte impreciso de la historia pudiera valer como argumento para legislar. Sería como si alguien se hubiera opuesto a que la Asamblea del año 13 declarara abolida la esclavitud porque nuestro país era "históricamente" esclavista. Además la tradición de los cinco jueces que Lorenzetti evoca no es tal, ya que la Corte ha tenido en diversas etapas 9, 8, 7, 6 o 5 integrantes. Y hoy tiene solo 4, entre otras cosas porque Lorenzetti hace lobby para que los cargos de los fallecidos Carmen Argibay y Enrique Petracchi no sean cubiertos. En noviembre del año pasado Lorenzetti declaró: "La Corte puede funcionar perfectamente con cuatro integrantes". Si como él dice se cayera en desprestigio por no respetar el número de cinco integrantes que la presunta tradición establece, el primero que provocaría el desprestigio sería precisamente él, al operar para que ese número no se alcance.
Es ostensible que Lorenzetti no respeta los principios que enarbola. Al tratar de impedir que un proyecto de ley sea enviado al Congreso, el hombre está incurriendo en una manifiesta intromisión en los otros dos poderes de la república. Sin apego por la coherencia, en la misma nota afirma suelto de cuerpo: "así como nosotros reclamamos que los otros poderes respeten la independencia de los jueces, nosotros no podemos opinar". ¿Cuál será entonces la independencia de poderes que invoca?
El climax de la extravagancia se halla en el siguiente párrafo:
"Lo que hace falta es más transparencia. Hay un amplio consenso en todo el mundo en que las causas las tienen que investigar los fiscales. Y eso funciona bien en los Estados Unidos y en muchos otros países. Pero, tal vez, en la Argentina no es tan sencillo lograr ese objetivo y siempre cuesta mucho implementar las reformas".
El rey de la opacidad reclama transparencia. Y desconcierta al alegar que aquello sobre lo que hay amplio consenso en todo el mundo no conviene aplicarse en Argentina. Le otorga al sistema jurídico argentino un carácter de excepción que impediría aplicar lo correcto. Solo porque no tiene frente a él a un periodista que pregunte sino a un operador con el que coopera es que Lorenzetti, presidente de la Corte, es eximido de explicar en qué constiría la excepcionalidad argentina que afirma. Siendo cabeza de uno de los tres poderes, tendría que actuar inmediatamente para evitar esa excepcionalidad nacional que impediría aplicar lo correcto.
Como Ventura no le pide explicaciones acerca de por qué Argentina sería especial, nos queda la duda de si Lorenzetti sabe lo que dice.
Pero podemos proponer una hipótesis: mientras Argentina tenga un Presidente de la Corte como Lorenzetti, este será un país muy especial.
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