Es hora de discutir Mommy y el cine de Xavier Dolan
Aprendí desde acá que mi vida no será fácil
entre la gente
seré muy diferente para su vidas tan tranquila
para esta gente
I want to see you.
Sin embargo
me gusta todo en su hermoso mundo
pero su mundo no me quiere
es así,
y a menudo siento pena
cuando oigo lo que dicen a mis espaldas
pero tengo derecho
cuando te despiertes
sí, tengo derecho
a hacerte eso
cuando te despiertes.
El derecho de abrir tus piernas
cuando te despiertes
sí, me encanta
el gusto a leche de tu piel
tengo derecho.
Acá, sí, estamos vivos
como todos los de nuestra edad
sí, somos el ruido
como muchachos enfadados.
Comprendo que acá es duro ser diferente
para esta gente
cuando esté más seguro de mí
un poco menos frágil
será mejor
I want to see you.
Acá, sí, somos el ruido
como un ciervo enfadado
sí, somos el fruto
como chicas enfadadas
me donas tu vida
y vamos a atravesar los cielos.
Tengo derecho
en todos los lugares
a hacerte eso
en todos los lugares
incluso tengo derecho
sí, a hacerte eso
sí, tengo derecho a hacerte eso.
Por nuestra gloria
aquí abajo
para volver a vernos
por nuestra rabia
tenemos derecho a vernos
por la gloria
acá abajo
para volver a vernos
por nuestra gloria.
Comprendo ciertos motivos por los que despierta tirria el cine de Xavier Dolan. Su predisposición por el alto perfil, las declaraciones altisonantes, algo que tiene que ver con su personalidad (el hecho de haberse vuelto una personality antes de los 20), que impregna también la estridencia que a veces adoptan sus películas. Cosas que no deberían mezclarse pero están mezcladas. Para colmo el jurado de Cannes tuvo la mala idea de premiar su reciente película, ex aequo con Adieu au langage de Godard. Una mala idea por varios motivos, ante todo porque de ningún modo se trata de películas equivalentes, bajo cualquier parámetro que se quiera tomar. La de Godard es una obra inmensa e inalcanzable, algo fuera de toda conmensurabilidad. Sería injusto ponerla al lado de casi cualquier película. Mommy, en cambio, es una película enérgica e irregular, le sobra fácil una hora. Es la obra de un cineasta que tiene que pulirse, que debe aprender a dominar sus impulsos y tomar distancia de sus destrezas naturales: tiene que trabajar con su talento para que no le juegue malas pasadas. No hay parangón posible con Adieu au langage, una obra arrojada y radical, de un artista que hace rato encontró su punto, que sabe perfectamente su lugar en la historia de cine y sabe el lugar del cine en la historia de tres siglos. Allí donde parece que Godard lo ha hecho todo, todo lo que le cabía, pero todavía quiere y puede dar un paso más, Dolan está aprendiendo el cine y debe tratar de aprenderse. El premio ex aequo es más bien una operación de marketing del propio Festival de Cannes, arrogándose la administración del pasado, el presente y el futuro en un simple gesto: premiamos por igual al viejo y al pendejo. Godard y Dolan son piezas en ese ajedrez, ninguno de ambos quiere ponerse ex aequo con nadie y mucho menos en esa tonta distribución del viejo enfant terrible y el nuevo enfant terrible. Ambos pueden coexistir en Cannes y en cualquier parte, porque el cine jamás nos pedirá que nos sometamos a disyunciones excluyentes y ambos hacen al cine. La mala idea es equipararlos.
Dicho esto, Dolan tiene la idea un poco pavota de dar un discurso la noche de los premios, que ya tenía escrito. Ahí dice que para él es un sueño compartir el escenario con Jane Campion y después dice que el ex aequo con Godard no le significa demasiado, que apenas vio un par de películas de él, y que para él es más importante Titanic que Godard. Y Godard que no va a la ceremonia porque es Godard y a su modo se hace notar, dirá que no vio el cine de Dolan naturalmente. Bueno: esa serie de eventos satelitales de las películas a la larga poco importan. Porque en poco tiempo se verá Adieu au langage en el contexto de la obra de Godard y todo el mundo se habrá olvidado del ex aequo. Y lo mismo con Mommy, se va a ver sin que nadie se acuerde del ex aequo con Godard, se la medirá en relación con las películas anteriores de Dolan y con las que seguro seguirá haciendo.
Y si nos olvidamos de su arrogancia juvenil y su orgullo un poco tonto de quebequés que pasará a alguna enciclopedia porque a los 25 años ya hizo cinco largos de repercusión mundial y logró imponer su marca de autor... Eso es verdad, pero más importante que ese detalle propio del Guiness es que el motivo por el que sus películas llamaron la atención es porque están munidas de un nervio cinematográfico que no se encuentra en la mayoría de sus colegas. Arrogancia más, estridencia menos, los fundamentos de la notoriedad de Dolan no son son sus fanfarronadas, no importa su alto perfil ni sus 25 años sino su pulso cinematográfico, como no importa que Godard tenga 82.
Ese pulso viene acompañado de rasgos muy propios: su horizonte cultural es el de un pibe de 25 para el que las disquisiciones sobre el clasicismo y la modernidad no tienen lugar. Dolan vive en el tiempo de la conciencia instantánea, no se pregunta por Griffith ni Bazin, ni por el lugar del neorrealismo en la ruptura con la imagen acción. Xavier fue marcado por Titanic, por Jane Campion y Peter Jackson. Y es de una época en el que el videoclip tiene más peso para su percepción de la experiencia que el plano secuencia en relación con el montaje prohibido y lo real. ¿Conocerá a Bresson? Quizás no. A Besson quizás sí. Cuando Sokurov piensa en la distancia entre Mozart y Messiaen, Dolan piensa en su mamá escuchando a Celin Dion y con ese recuerdo hace una de las mejores escenas de Mommy. Cuando piensa en una secuencia inicial inolvidable, no se le ocurre pensar en A touch of evil, sino en el trayecto inicial del Gandalf en El señor de los anillos, que asocia a una forma velada del porno gerontófilo.
¿Eso está bien o mal? Creo que no está ni bien ni mal: Dolan pertenece a esta fase de la cultural occidental y no podría pensar como alguien que atravesó el siglo xx y se preguntó qué hacer después de Auschwitz. No se lo preguntó. Será doloroso para nosotros la posibilidad de que eso se olvide, pero no tendríamos que esperar que este problema de nuestros padres sea transferido a una generación posterior. Eso sería confundir el rol en la historia con el Deber y con la Ética. Y la historia no tiene que ver NADA con la ética, suele arrasar con las generaciones, sus deberes y su ética. Es un mostruo grande y pisa fuerte. Y sigue alegremente adelante sin conocer los fracasos. La historia siempre gana. Se vale de fuerzas transindividuales, incluso transcolectivas que, con astucia, esquivan la idea de cuál será nuestro rol generacional. Esa idea de que las generaciones de los muertos esperan algo de nosotros o de que vamos a asumir el futuro destino de los que vendrán es una patraña narcisita de cada época. Pero la historia no espera nada de nosotros: nos toma cuando llegamos y nos deja cuando se va.
Todo eso para decir que Dolan no piensa en Auschwitz ni en Bazin, que su sensibilidad está moldeada por el clip y sabe integrarlo como pocos (quizás Van Sant) a la lógica de la narración, que los momentos en que el pop toma el comando y aparecen Celine Dion u Oasis o los Counting Crows, su manera de tensar el nervio del cine y de darle vigor y carnadura a sus personajes nos revelan que sabe cómo hacer cine con el cine, no con elementos vicarios de las grandes ideas de la alta cultura, no con los dilemas de la filosofía contemporánea. Si todo eso está de todos modos presente es porque se permea en la vitalidad cinematográfica de Dolan, incluso sin que él tenga idea están Godard, Marx y Bazin. Solo que él no tiene complejos con ser del mundo que le tocó.
¿Qué Mommy está demasiado gritada? Sí. ¿Que un poco menos tendría más potencia? Puede ser. ¿Que dura el doble de lo coveniente? Capaz. ¿Que tendría que ser más crítico con sus ocurrencias y no tener miedo a cortar una escena supérflua para que el todo quede mejor? Seguro. ¿Su idea del formato 1:1 es algo antojadiza y sus repentinos ensanchamientos de la pantalla trucos cercanos a la publicidad? Habría que ver si cuando Lisandro Alonso o Miguel Gomes optan por la pantalla cuadrada no responden también a un mero capricho. Pero Gomes y Alonso están canonizados y Dolan tiene reputación dudosa.
Acá dejo algunos momentos para mí sublimes de Mommy, justo aquellos donde Dolan da rienda suelta a sus inclinaciones pop. La pantalla 1:1 ya la había usado en este clip de Indochine, en el que debuta el que después será el proqagonista de Mommy. Bien mirado, se trata del mismo personaje. Y en definitiva hay cine en Mommy y hay un pulso que Dolan muestra para dirigir actores, delinear personajes, pasar de la violencia cruda a momentos dulcemente líricos, acudir a canciones de diversa calaña para darle carnadura a sus personajes, que respiran más cine que tantos otros autores canonizados por la crítica actual.
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