por Oscar Cuervo
- El derecho de huelga asiste a todos los trabajadores por imperio de la Constitución reformada… Alguien me dijo, y no pude corroborarlo antes de venir acá, parece ser que en la Constitución peronista de Sampay no estaba el derecho de huelga. ¿Podrá ser posible? No creo -dijo la presidente en el pasaje más controvertido y también el más interesante de su discurso de asunción, el sábado en el Congreso.
- El derecho de huelga asiste a todos los trabajadores por imperio de la Constitución reformada… Alguien me dijo, y no pude corroborarlo antes de venir acá, parece ser que en la Constitución peronista de Sampay no estaba el derecho de huelga. ¿Podrá ser posible? No creo -dijo la presidente en el pasaje más controvertido y también el más interesante de su discurso de asunción, el sábado en el Congreso.
- ¡Con Perón no había conflicto!- acotó desde el fondo la diputada del peronismo risidente, esposa de Luis Barrionuevo y mujer golpeadora Graciela Camaño.
- Ah, no había conflicto con Perón -respondió Cristina, veloz como un rayo- mirá qué bien... ¡Ay, qué bueno está esto! O sea que cuando estaba Perón no había derecho a huelga. Digo por los que lo reivindican a Perón y nos critican a nosotros. Con nosotros derecho de huelga hay, pero derecho de huelga, no de chantaje ni de extorsión... Me acuerdo del conflicto de los ferroviarios. Pero, bueno, a lo mejor no eran peronistas, qué sé yo.
Fue el pasaje más interesante del discurso, porque instala el conflicto en el interior de la fuerza gobernante: entre el kirchnerismo y uno de sus principales aliados de estos años, el sindicalismo moyanista (que no es lo mismo que la CGT, menos aún que el sindicalismo a secas, y muchísimo menos que la clase trabajadora). Los opositores, después de su gran derrota del 23/10, se quedaron sin discurso. Incluso sin pantalla, con la excepción de Victoria Donda, la política que más te gusta. Ya no se ve a Lilita, a Solanas, a Duhalde ni a su esposa... A Ricardo Alfonsín sí se lo ve, pero no le convendría que se lo viera tanto. Binner tiene que encontrarle la vuelta, una vez terminado su mandato en Santa Fe y desplazado de la visibilidad mediática, para volver a tener presencia en la política nacional. Así que lo más espinoso pasa hoy por las relaciones del gobierno con el sindicalismo tradicional, con la CGT y sobre todo con Moyano.
Cristina, fiel a su estilo, pone sobre el tapete un tema incómodo: las relaciones de Perón con el sindicalismo. Y lo hace nada menos que ante la Asamblea Legislativa. Hace poco discutí el tema con un grupo de exaltados ultra-peronistas-puros-duros que decían que Cristina estuvo mal al no aceptar la presión moyanista para subir el mínimo no imponible. Decían los puros-duros que la declaración de la presidenta era poco y nada peronista; y a mí me recontra putearon al poner en duda la impecabilidad de las relaciones de Perón con el sindicalismo. Ahora, al evocar este pequeño detalle de la historia -que la Constitución del 49 no incluía expresamente el derecho de huelga-, Cristina está moviéndose por un camino escarpado, estrecho y sinuoso, pero lo hace porque sabe que es decisivo definir en la práctica la histórica relación entre peronismo y kirchnerismo. Por supuesto, este es el tema que más se discutirá en estos días.
Tres que inmediatamente saltaron ante los dichos de Cristina:
1) Morales Solá ayer en La Nación escribió: "[Cristina] Acordonó, también por primera vez, el derecho de huelga (no debe significar chantaje ni extorsión, disparó) y les recordó a los peronistas que la Constitución de Perón de 1949 no establecía el derecho de huelga. Nunca fue menos peronista que en ese instante de su discurso de ayer, cuando sermoneó la memoria del creador del peronismo".
2) El secretario de Capacitación de la CGT, el moyanista Juan Carlos Schmid, declaró: "No sé quién habrá asesorado a la Presidenta. Hubo muchas huelgas durante los gobiernos peronistas. No solamente de los ferroviarios, marítimos y gran cantidad de conflictos que se dieron, y estaba Perón".
3) El ex frepasista, ex aliancista, ex solanista y actual binnerista Víctor De Gennaro señaló: “Me sorprende que la Presidenta no conozca la historia del peronismo. La Constitución del 49 no incluyó el derecho de huelga en su articulado por considerarlo un derecho natural”.
La coincidencia de exponentes de sectores tan variopintos es llamativa, pero las declaraciones de los tres se funda en errores o distorsiones deliberadas. Porque Cristina no "sermoneó la memoria del creador del peronismo", sino que trajo a colación un hecho histórico objetivo y, al hacerlo, no criticó a Perón, sino que señaló un momento fundacional del movimiento. Cristina tampoco dijo que no hubiera huelgas durante los gobiernos peronistas; la que dijo que con Perón "no había conflicto" fue Graciela Camaño. Y si en la Constitución del 49 se consideraba "un derecho natural" el derecho a huelga (habría que ver qué sustento empírico tiene esta afirmación un poco metafísica), eso no refutaría la afirmación de Cristina: que ese derecho no estaba explícito en dicha Constitución.
En suma, Cristina jamás cuestionó la vigencia del derecho a huelga; tampoco criticó en esta oportunidad a Perón: lo que hizo fue instalar el debate acerca de las relaciones contradictorias entre la conducción política y la defensa de los intereses sectoriales. Se trata de una relación dialéctica entre dos polos que pugnan por prevalecer sobre su opuesto, a la vez que dependen del otro para subsistir. Es algo que Moyano debería tener en cuenta a la hora de preparar su discurso en Huracán de este jueves.
Que la presidente encare esta cuestión de la manera más incómoda y en el marco más amplio es un dato político de primer orden. Sobre este delicado debate hay interesantes intervenciones de José Pablo Feinmann y Abel Fernández. En este blog venimos dándole vueltas al asunto desde hace rato, como puede revisarse acá. Incluso lo debatimos ayer en La otra.-radio. En las próximas horas subo el audio del programa.
5 comentarios:
Francamente la chicana del derecho a huelga de CFK me pareció un poco berreta: son innumerables los derechos que -no solo los trabajadores- sino muchos grupos sociales todavía no habían adquirido en 1949. Tambien les podría espetar a los gays: "Uds. en 1949 no podían casarse", y asi sucesivamente. Si se trata de un "hecho objetivo", eso esta fuera de discusión, pero la interpretación del hecho debe hacerse restituyendo el contexto, de lo contrario es una afirmación que se cae por boba e insustancial. No obstante, me parece positivo que se rediscuta a Perón, sobre todo en su etapa de gloria. La Argentina nueva también necesita de esas polémicas que incomodan. La vieja guardia va a salir nuevamente con el "No jodan con Peron" y me parece bueno que algunos se atrevan a joderlo. Sin embargo, las fotos que ilustran el post todavía confirman la persistencia de la simbología peronista: dedos en v, patas en la fuente (incluso a riesgo de que se moje la blackberry, en el caso de una chica), bombos y choris. Aunque suene contradictorio, para ser posible: discutir al lider pero prolongar la tradición que lo evoca.
Por último y respecto a los trabajadores. El gobierno -todo gobierno- encarna el interés común. Ya somos grandes y sabemos que no hay tal cosa. En el capitalismo, hay capital y trabajo. ¿Qué harán los trabajadores ante un gobierno popular que a su entender vulnere sus derechos y conquistas? ¿Que prevalece, mi condicion de kirchnerista o de trabajador? ¿Debo aceptar que el gobierno "no representa" a una corporación sino a "todos y todas"? ¿Si se pudre, hago tripa corazon y sigo leyendo las columnas de Jorge Giles o salimos a pedir un aumento en vivo para TN?
Varias cosas: no creo que lo de Cristina haya sido una chicana, sino un disparador cuyo sentido puede evaluarse entre otras cosas por las reacciónes que provocó, donde salen a defender la "peronicidad" desde Morales Solá hasta De Gennaro, dos tipos que no se mostraron muy preocupados por la ortodoxia peronista, pero que en esta coinciden subjetivamente con el sindicalista Schmid. Segundo, es interesante el equívoco por el que muchos salen a decir que Cristina atacó a Perón, cuando no es eso lo que hizo. Lo que sí hizo es salirles a correr a los sectores que ahora andan con el peronómetro, mostrando que la relación entre el liderazgo político de Perón con los gremios no fue tan plácida como se pretende. Tu analogía con el matrimonio de los gays no es pertinente, porque lo que señala Cristina pone el dedo en el núcleo mismo de la doctrina peronista, los principios sociales que Perón ha establecido por ser el primer trabajador y por ser rama sindical la "columna vertebral" del movimiento. De hecho te estoy contando que hace apenas semanas tuve una trifulca con un grupo de perongas que decían que nadie en el movimiento peronista se había animado a destratar así a sectores sindicales como estaba haciendo Cristina; cuando yo mencioné a Perón, la reacción que se produjo fue de estupor, como si hubiera dicho una herejía. Así que la "chicana" de Cristina no es tan antojadiza, porque toca un nervio sensible de la historia. Creo que no es casual que Cristina lo haga en este momento: porque se está jugando algo de la identidad política en el momento en que emerge un liderazgo fuerte, como en Argentina no había desde hace mucho tiempo, así que es natural de que Cristina apueste a medirse con el propio Perón. Nadie puede decir el lugar que le reservará la historia, pero cuando se construye un liderazgo, parte de esa construcción pasa por ajustar tus cuentas con la historia, en lo que puede haber de continuidad como de ruptura. (sigue)
El asunto del "interés común" o "bien común", en tensión con las diversas clases sociales y sus respectivos intereses no tiene resolución posible en el tiempo. El mito de la comunidad organizada es solo eso, un mito, porque la conciliación como destino final de una comunidad no existe. Ahora bien, el peronismo tiene una respuesta singular frente a este conflicto, un modo de tramitar la lucha de clases que obviamente no pasa por el clasismo. Esto es lo que hace que para el trosquismo el peronismo siempre va a ser un movimiento burgués, con lo cual se pierden la signularidad peronista. En realidad no hay un peronismo sino varios, que responden a los distintos momentos históricos de la sociedad argentina. La idea de ortodoxia es insostenible, pero el gobierno de Cristina vendría a ser, en mi óptica, lo más parecido a Perón que fuera posible en la Argentina del siglo XXI. Con eso no niego que Cafiero, Menem, Duhalde o Moyano sean peronsitas: lo han sido, pero resaltando ciertos rasgos del peronismo histórico en detrimento de otros. Creo que la etapa kirchnerista representa la oportunidad de repetir renovando el programa peronista del propio Perón.
Preguntás: "¿Qué harán los trabajadores ante un gobierno popular que a su entender vulnere sus derechos y conquistas? ¿Que prevalece, mi condicion de kirchnerista o de trabajador? ¿Debo aceptar que el gobierno "no representa" a una corporación sino a "todos y todas"?". Pero esa pregunta, totalmente válida, no es ninguna novedad y eso es precisamente lo que resalta Cristina en sus últimos discursos: las relaciones contradictorias entre liderazgo político y reivindicaciones sectoriales. Yo dije: "Se trata de una relación dialéctica entre dos polos que pugnan por prevalecer sobre su opuesto, a la vez que dependen del otro para subsistir". Y es eso: si el líder sindical pretende hacer prevalecer su interés sectorial por sobre el del liderazgo político, atenta contra el sustento político que lo contiene; para decirlo en concreto: el poder de Moyano y de sus gremios no es ajeno al gobierno kirchnerista, sino que más bien depende políticamente de él. Y por otro lado, si Cristina se bandeara y empezara a aplicar las tradicionales políticas de ajuste, si asumiera como propio el programa de la derecha clásica, si se pusiera metas antiinflacionarias, si renunciara a la protección del empleo como modo decisivo de la integración social, si abriera la economía a los mercados desentendiéndose de la suerte de los sectores populares, si hiciera recaer el costo de la crisis económica internacional (la parte que nos afectará) en los sectores más pobres, entonces estaría atentando contra la base misma de su propio liderazgo. El suicidio político al que hemos asistido tantas veces en estos 30 años de gobienros postdictatoriales.
Pero también sería riesgoso para el liderazgo de Cristina ceder sin más a las presiones del sindicalismo organizado, porque este sector ni siquiera cuenta con una política para todos los sectores populares (hablamos hace poco de los sectores que fueron expulsados por el neoliberalismo y cuya inclusión viene queriendo reparar el kirchnerismo, a los cuales la CGT ha sido bastante indiferente). Si Cristina se subordinara a las apetencias de Moyano, mientras Moyano cree que puede apretar a Cristina como lo haría con cualquier otro político, entonces ahí habría no solo una tensión política natural, sino directamente una mera incompatibilidad de proyectos: cediendo a eso, el liderazgo de Cristina quedaría mellado. De eso se trata en este momento. Moyano cuenta con sindicatos organizados muy poderosos, pero Cristina cuenta con algo más que eso, con una política refrendada por una mayoría muy grande, después de 8 años de gobierno; y también Crsitina cuenta con algo menos: una organización política incipiente, con un margen de novedad que es tanto fortaleza como debilidad. Así hay que entender su idea tantas veces resaltada de convertirse en un "puente entre generaciones". Moyano es, en cierta forma, un exponente de un esquema ya caduco.
Y por último: señalás la persistencia de la simbología peronista. Creo que las fotos muestran eso y algo más interesante y complejo: una revitalización, reapropiación y resignificación de esa simbología. Las patas en la fuente son patas en la fuente y también un rescate irónico de la imagen fundante. Muchos de los chicos que estaban refrescándose seguramente han visto las fotos del 45 y vuelven ahí con esa duplicidad de repetición e ironía. Por otro lado, los íconos que se ven en las fotos son mucho más variados que la liturgia peronista pura y dura; y en las fotos se ven a sectores diversos jugando con toda esa simbología. Finalmente, Cristina también es consiente de esa tensión con los símbolos de la historia, sabemos que parte de su política pasa por el Bicentenario, Tecnólpolis y el Instituto de revisionismo histórico. No está preocupada por una restauración de la ortodoxia, sino por un reservarse un margen de juego frente a esos símbolos. Yo creo que su aparición con De Petri y Pérsico en el palco de la noche de su triunfo, tanto como su foto levantándole la mano a Charly García, forma parte de la escritura simbólica que ella procura establecer. La fuerza de la imagen de Cristina y Charly no es un encuenro ocasional. Cada uno de ambos (pertenecen más o menos a una misma generación) han recorrido un largo camino hasta llegar a cantar juntos el Himno en ese escenario. Y son caminos muy diversos. Pero por algo Cristina, la tarde de su asunción del segundo mandato, en el pico de su popularidad, eligió salir en ese momento y no en cualquier otro. Y por esa misma razón nos resulta hoy tan inconcebible una foto en la que Cristina le levante la mano a Moyano. Obviamente que con símbolos solamente no se gobierna. Pero el peronismo nos ha enseñado que sin símbolos tampoco se puede gobernar.
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