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martes, 17 de diciembre de 2019

Terminó la Era del Burro: ¿y ahora qué pasa, eh?

Primer programa de La otra.-radio después de la Era del Burro, para escuchar clickeando acá 


El de este domingo fue el primer programa que hicimos después de terminada la Era del Burro. El Burro ya no está, los sectores populares dañados continuamente por sus cuatro años de pesadilla ya no se despiertan con el temor de recibir la noticia horrible del día. Se enteran de que Kicillof anuló el aumento de tarifas eléctricas autorizado poco antes de irse por la Hiena. Se enteran de que el ministro de salud Ginés González García actualizó el protocolo de interrupción legal del embarazo que el burro había derogado 20 días antes de irse. O que, después de las brutales remarcaciones de precios de medicamentos que la población había padecido al final del régimen del Burro, ahora Ginés anuncia una rebaja leve y un compromiso de los laboratorios para no volver a aumentarlos en los próximos meses. 

El sentido de las medidas es siempre el mismo: modificar la dirección hacia la que se dirigían los recursos económicos en el gobierno del Burro y que el estado intervenga para proteger al 40% de pobres que el Burro dejó. Desalentar los despidos de trabajadores sobre cuyas espaldas las grandes empresas hacían recaer el costo de la caída económica provocada por las políticas del Burro. Financiar un auxilio económico extra para jubilaciones y asignaciones universales por hijo, sin emisión inflacionaria, mediante una actualización de las retenciones a las exportaciones agrícolas que el Burro había dejado licuar durante el último año. 

Un ejemplo paradigmático: el FMI proponía el año pasado que para, bajar el déficit fiscal, aumentaran las retenciones a las exportaciones de los productos agrícolas, pero por su rigidez clasista el Burro fijó una retención de 4 pesos por dólar exportado (el dolar valía entonces 38 pesos), un monto que se fue licuando rápido a medida que el dolar se devaluaba hasta llegar a los 63 pesos actuales. Mientras, la cantidad de pobres crecía dramáticamente en los últimos 12 meses. Cuando Alberto propone readecuar las retenciones a los valores que tenían el año pasado antes de la última devaluación, los chacareros ultras amenazan con reeditar el clima de zozobra de 2008 cuando la resolución 125 disparó el largo conflicto con las patronales agrarias.



Las medidas del nuevo gobierno reparan una parte de los cuantiosos daños ocasionados contra los sectores más desprotegidos del pueblo. Esa reparación tiene costos que deberían ser financiados por el núcleo social ampliamente beneficiado por el Burro. La reacción pendenciera estimulada y amplificada por los medios corporativos para repetir el conflicto de 2008 se encuentra hoy con un contexto social  y político distinto. ¿Serían los modales ariscos de Cristina, las cadenas nacionales y la retórica combativa lo que los "republicanos" deploraban? ¿O lo que siempre defendieron y se aprestan una vez más a hacerlo son sus privilegios estructurales? ¿Se cierra la grieta con el abrazo y la palmada que Alberto le dio al Burro el día del traspaso de mando? ¿O se abre apenas los exportadores tienen que volver a poner un poco más de 4 pesos por dolar ganado? ¿Se abre la grieta cuando Cristina recibe con un gesto de desprecio la presencia del Burro que procuró encarcelarla o se abre cuando el gobierno de Alberto pone un impuesto a los gastos de dólares por turismo al exterior? ¿Dar de comer a los hambrientos o dejar que los turistas fuguen sus excedentes en destinos suntuosos? ¿Declararle mientras tanto la guerra policial contra los pibes de gorrita o dar por terminada la orden de que la cana dispare por las dudas?


Hay una frase muy repetida, esa de que la historia se repite primero como tragedia y después como farsa. Pero los cortes de ruta de 2008 ya eran una farsa que aisló políticamente al gobierno de Cristina, mientras el resto de la clase política corrió en defensa de los más fuertes, los ganadores de siempre de la historia argentina. La diferencia: la articulación política encabezada por Alberto Fernández y Cristina Fernández que acaba de derrotar al macrismo en octubre y de asumir el gobierno la semana pasada contiene hoy a una unidad del peronismo y de otros sectores populares, unidad de un volumen como hace años no se lograba concretar y que el gobierno todavía busca ampliar más. 

Alberto Fernández le está imprimiendo a sus decisiones una intensidad cotidiana que entusiasma para frenar el colapso social al que se encaminó el gobierno del burro. Esta intensidad está a la altura de la crisis en la que el Burro nos sumió. Entusiasma a los que padecieron los cuatro años del Burro. Ofusca a los que se beneficiaron con sus burradas. En política existe un principio de inercia: un orden muy injusto encuentra en sus beneficiarios una resistencia perpetua a ceder sus privilegios. El Burro se fue, pero los privilegiados de siempre persisten. Hay que ver si, con esta articulación política amplia y con sus modos cordiales, el gobierno de Alberto logra torcer las injusticias estructurales que tienen que terminar para que el país sea viable. La alternativa es un régimen de exclusión y violencia represiva que el Burro intentó y abortó por sus burradas. La grieta pudo ser un recurso retórico que finalmente le resultó funcional a la clase privilegiada. Los conflictos por la distribución de la riqueza persisten por más gestos reparadores que se hagan.

Los gestos simbólicos apuntan, de un lado y del otro de las partes en conflicto, a atraer a esos sectores medio volubles, siempre vacilantes entre sus intereses objetivos y la identificación enfermiza con sus propios opresores.


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