Ampliamos hoy a medianoche en La otra.-radio
por Oscar Cuervo
Un grupo de actores provenientes de distintos lugares y un equipo dedicado a la realización cinematográfica se juntan en una ciudad francesa para hacer un workshop (uno de esos dispositivos artísticos/ productivos/ financieros trasnacionales que caracterizan a esta época) y de ese encuentro saldrá una película de rumbo incierto. No una pelicula de cruces, sino de trayectos que ocasionalmente se encuentran y se separaran inevitablemente. La contingencia y fragilidad del vinculo, el lugar ajeno, la oportunidad de un contacto sin historia ni futuro, bañarán la estadia de una luz relajada, suave y melancolica.
La voz femenina que encarna la primera persona de Si je suis perdu, cést pas grave declara en lengua francesa que se trata de una película europea. Pero la película no está hecha por europeos. Esa posición de origen esquivo desde la cual habla augura una distancia: la argentinidad de la película está corrida un grado, oculta y acechante detrás de la admiración, las resonancias mitológicas (Gardel, Canaro, Cortázar, Saer, Copi..., que ni siquiera hace falta decir para que se nos aparezcan), el amor y el odio que los argentinos -y particularmente el cine argentino- sienten por Francia, por el cine francés, por Godard y Truffaut, que ni siquiera hace falta decir, por las ciudades francesas y los campos de Francia, por la luz incomparable de su cine (aquí genialmente capturada por el trabajo fotográfico de Eduardo Crespo). La argentinidad aparecerá en las voces que desde el off "leen" los gestos de los rostros de los actores/personajes, pero por sobre todo en la irrupción de una canción de Sandro, irrupción que es, mucho mas que la de una simple canción, un inventario sentimental, colectivo y sudamericano, y más aún un modo de tratar los sentimientos en la obra de Loza. Irrumpe el canto popular argentino, su amado desborde, pero también una modalidad de lectura que hace de él el teatro porteño actual, de cual Loza es exponente principal.
La voz femenina que encarna la primera persona de Si je suis perdu, cést pas grave declara en lengua francesa que se trata de una película europea. Pero la película no está hecha por europeos. Esa posición de origen esquivo desde la cual habla augura una distancia: la argentinidad de la película está corrida un grado, oculta y acechante detrás de la admiración, las resonancias mitológicas (Gardel, Canaro, Cortázar, Saer, Copi..., que ni siquiera hace falta decir para que se nos aparezcan), el amor y el odio que los argentinos -y particularmente el cine argentino- sienten por Francia, por el cine francés, por Godard y Truffaut, que ni siquiera hace falta decir, por las ciudades francesas y los campos de Francia, por la luz incomparable de su cine (aquí genialmente capturada por el trabajo fotográfico de Eduardo Crespo). La argentinidad aparecerá en las voces que desde el off "leen" los gestos de los rostros de los actores/personajes, pero por sobre todo en la irrupción de una canción de Sandro, irrupción que es, mucho mas que la de una simple canción, un inventario sentimental, colectivo y sudamericano, y más aún un modo de tratar los sentimientos en la obra de Loza. Irrumpe el canto popular argentino, su amado desborde, pero también una modalidad de lectura que hace de él el teatro porteño actual, de cual Loza es exponente principal.
Santiago Loza expande su poética sin descanso, no en un sentido evolucionista, sino por su producción tenaz y desatada, animándosele a la imperfección, a hacer "obras cascadas", como dijo el domingo en La otra.-radio, sin la vanidad de lo perfecto, arrojándose al riesgo del rumbo incierto, a la tentativa que alberga la posibilidad del error, pero asimismo el milagro. Por eso ha ganado en soltura y en felicidad en estos años, en ductilidad, en coraje y amorosidad, en una destreza para tocar las cuerdas del sentimiento que es su marca de autor, desde Nada del amor me produce envidia hasta La paz. Nadie como él maneja las tramas delicadas del sentimiento, del dolor, el desgarro, la frialdad y la calidez, sin sonar paródico, ni cínico ni bobo.
A propósito de eso, Rosa Patria es una película de 2008 en la que Santiago declaraba su filiación perlongheriana, ni paródica ni cínica ni boba. En su momento, cuando recién asomaba a la producción cinematográfica y teatral, por sus vaivenes estilísitcos inesperados, los críticos no terminaban de entender los movimientos de Loza. Ahora, pasadas unas cuantas películas (con Los labios, co-dirigida con Iván Fund como punto de inflexión para la carrera de ambos) y muchas más obras teatrales, Loza se hizo experto en poner en obra su (nuestra, argentina) propia melancolía, su fobia, su desesperación, su ternura, sus potencias (argentinas) e impotencias (nuestras). Quizá por su cercania con los actores de teatro, para los que escribe incansablememte, como si fueran violines, flautas, oboes, timbales, violas, cellos, contrabajos, es que se volvió un afinador de rostros. Si je suis perdu, cést pas grave es una película que juega a leer los rostros de sus actores/personajes, sus formas, sus secretos íntimos hechos gesto.
Loza llegó a ser un extraordinario cineasta. La vibración que consigue extraer de esos rostros no está desligada de los otros elementos que su poética organiza: ante todo las palabras. Loza es un cineasta escritor y esta película tiene una respiración de poema más que de otra cosa, por eso no es justo tildarla como film-ensayo. Es lícito que en determinados momentos de los actores y actrices frente a cámara alguien encuentre resonancias del cine de Eduardo Coutinho (que ni siquiera sé si Santiago conoce), pero a Loza le interesa el registro de esos gestos en tanto le permitan poetizar, interactuar con las palabras, jugar con las formas.
Es difícil escribir el BAFICI durante el BAFICI, sobre todo cuando este año me propuse retomar un ritmo frenético de 5 o 6 películas por día, que no sé hasta cuándo podré sostener, y encima escribirlas en seguida, rasguñar sobre el papel una primera impresión, hablando de obras como Si je suis perdu, cést pas grave, que despiertan una inmediata pasión y reclaman dos, tres, varias visiones. Así que tómenlo como una invitación, les tiro una sugerencia, una onda, una incitación, una advertencia, vayan a verla. Quién sabe cuánto tarda en estrenarse, quién sabe en qué salas se pueda ver más adelante.
Y es una de las grandes películas de un momento muy feliz para el cine argentino. Ya hablé de la formidable El rostro, de Gustavo Fontán.
Quiero escribir algo también sobre Tres D una muy divertida, aguda e inspirada comedia documental de esta edición del BAFICI $26. Si Loza lleva algo del perfume del teatro porteño a una película europea, la pelicula de Rosendo Ruiz trae el espíritu del cine cordobés al universo. Y algo más: se trata también de una película de trayectos que se encuentran a propósito del cine, en una edición del Festival de Cosquín. Hay una historia de amores inminentes contada en tono de comedia, con una precisión sorprendente. Pero también aparecen un montón de personajes reales que participan en el festival de Cosquin y la impregnan del estado de situación del cine argentino actual: Prividera, Jorge García, Gustavo Fontán, José Campusano, Gonzalo Tobal, Alejandro Cozza y Matías Herrera Cordoba y varios más. Su presencia se integra perfectamemte a la comedia. No es una pelicula documental con inserts ficcionales, sino una comedia romántica sobre el cine argentino, sus discusiones, sus dudas y su vitalidad. Y algunas de sus escenas más graciosas están actuadas por los cineastas y críticos reales, los mismos que nos cruzamos a cada rato en el Bafici. Buenisima.
Quiero escribir algo también sobre Tres D una muy divertida, aguda e inspirada comedia documental de esta edición del BAFICI $26. Si Loza lleva algo del perfume del teatro porteño a una película europea, la pelicula de Rosendo Ruiz trae el espíritu del cine cordobés al universo. Y algo más: se trata también de una película de trayectos que se encuentran a propósito del cine, en una edición del Festival de Cosquín. Hay una historia de amores inminentes contada en tono de comedia, con una precisión sorprendente. Pero también aparecen un montón de personajes reales que participan en el festival de Cosquin y la impregnan del estado de situación del cine argentino actual: Prividera, Jorge García, Gustavo Fontán, José Campusano, Gonzalo Tobal, Alejandro Cozza y Matías Herrera Cordoba y varios más. Su presencia se integra perfectamemte a la comedia. No es una pelicula documental con inserts ficcionales, sino una comedia romántica sobre el cine argentino, sus discusiones, sus dudas y su vitalidad. Y algunas de sus escenas más graciosas están actuadas por los cineastas y críticos reales, los mismos que nos cruzamos a cada rato en el Bafici. Buenisima.
De todo ello hablaremos esta noche en una edición especial de La otra.-radio en FM La Tribu, 88,7, www.fmlatribu.com.
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