Flor de semana

por oac

La semana que pasó estuvo más que interesante, incluso los diarios de derecha han dado abundantes indicios de un cambio de clima político. Quizá sea que se empiezan a evidenciar los límites del esquema corporativo que ha venido arrinconando al gobierno de Cristina desde el día mismo que asumió. Es cierto que la corporación mediática se jacta de ejercer un enorme poder de daño que intenta volver ingobernable a la Argentina siempre que el sistema político no le resulte completamente dócil. "No se puede gobernar la Argentina sin Clarín", "no hay gobierno que aguante cuatro tapas seguidas en contra" han sido slogans por los cuales la corporación se fue posicionando en el imaginario social de la Argentina.



En dos años hemos tenido más de cuatro tapas, más de decenas de miles de zócalos, cientos de operaciones con temáticas variadas: "nos están matando a todos", "no podés salir a la calle", "el crecimiento de la pobreza", "se desploma la economía", "cae el consumo", "ataque a la prensa", "ataque a la justicia", "quieren destruir al Campo", "humillan a las Fuerzas Armadas", "inflación desbocada", "vienen por todo" y tantas otras imaginerías que van alternando la pesadilla diurna del telvidente empastillado.

El asunto es que parece que con este tratamiento Clockwork Orange no basta. Haría falta un liderazgo político que canalice tanto pánico porque, si no, lo único que prospera es la industria farmacológica. El dato más relevante de la Argentina actual es que la derecha, con su inmenso poder de fuego, es absolutamente estéril para parir un liderazgo político. El elenco de marionetas de la corporación: desde Lilita hasta Duhalde, desde Morales hasta Cobos, desde Solanas hasta Menem, desde De Angeli hasta Blumberg, desde Giustiniani hasta Giudici, desde Michetti hasta Juez, y desde Pando hasta Lozano, es absolutamente incapaz de construir políticas: necesitan sentarse a la mesa conducida por Bonelli y Silvestri, por Nelson, Tenenbaum, Zloto, Blank o Van Der Koy. Ninguno de los nombrados es capaz de darse una política, de plantarse en un territorio, de proponer un proyecto de poder; son impotentes.



Pino puede vociferar sobre recursos naturales en el único distrito del país que no los tiene, Lozano puede boicotear con chicanas bajas a Héctor Recalde con el guiño cómplice del conductor de piso. Pero este elenco, ni junto ni por separado, es capaz de articular una política que vaya más allá del antikirchnerismo vacuo que se espera de él.

Después de fomentar un anticipo épico de la ofensiva opositora, acentuado con pinceladas flamígeras provenientes de la insolada alucinación carriotista, el elenco sólo pudo asustar o dar lástima. Lástima por dejar expuesta su sorprendente impotencia; miedo si pensamos en la posibilidad de que algún día les tocara gobernar. El elenco, para tener vida, necesita oponerse, necesita de un gobierno que tome iniciativas, para así ir ellos a los programas de cable a hacer sus monerías; en cuanto asoma la posibilidad de que alguno de ellos quedara al mando de la situación, Carrió, Solanas, Juez, Morales, Reutemann, ya sin los recursos histriónicos que brinda ser la oposición sistemática, entonces dan miedo. El dato más contundente es que, al exhibir durante un par de jornadas el ejercicio de poder de una mayoría efímera en el senado, se autoinmolaron ante los ojos de todos: la beneficiaria directa de estas torpezas fue la presidente del BCRA, Mercedes Marcó del Pont, lanzada a las ligas mayores de la política gracias a la brutalidad de Lilita y sus secuaces.

La torpeza con la que desplegaron sus tácticas terminó de estimular una reacción que quizás se viniera cocinando desde hace bastante tiempo. Salió a la luz en los tres sucesivos actos de apoyo al gobierno realizados esta semana: en Chaco (el miércoles, con las jerarquías partidarias del PJ), en Ferro (el jueves, con la militancia de las organizaciones sociales); y -sorpresivamente- en la Plaza de Mayo de 6 7 8 Facebook del viernes. Tres actos bien distintos y cada uno con su densidad y su peso específico. Lo que parece es que, un poco al acaso, el kirchnerismo esta semana pudo aprender qué necesita para seguir peleándole el poder al Poder. A mí me parece que no debería prescindir de ninguno de estos espacios:

1) Hace falta el alineamiento del aparato partidario de gobernadores e intendentes y del sindicalimso moyanista. No es posible en absoluto cederle este poder al neo-duhaldismo o a otras expresiones residuales del peronismo de derecha. Ni los radicales ni el Pro son capaces de contener a estos sectores. Sobre todo, ningún proyecto ligado a una política progresista puede construirse sin o contra el sindicalismo organizado.

2) La militancia kirchnerista creció al calor de las luchas que se fueron planteando en estos años de crisis política y económica, y más aún en estos dos años del gobierno de Cristina, tan pródigos en conflictos atolondrados. Esta militancia acumuló una experiencia política que excede las intenciones subjetivas de los Kirchner y que seguramente les va a sobrevivir cuando su proyecto se haya agotado: son las organizaciones sociales, los piqueteros, Milagro Sala, los comedores barriales, las comunidades que se nuclean a partir de los planes de trabajo y los diversos modos de contención social que se generaron a partir de la crisis del esquema neo-liberal de 2001 (agrupamientos que la derecha descalifica con el mote de "clientelismo"). Esta militancia, que fue sumando a otras expresiones, al sector de la pequeño-burguesía que encontró una novedosa práctica militante en la blogosfera, está desarrollando su propia experiencia organizativa, no destinada a esfumarse en el aire. Esta militancia estuvo el jueves en Ferro y la masividad del acto fue notable.

3) Si estos dos componentes son muy necesarios, a esta altura resultan previsibles en el dispositivo político kirhcnerista. Por eso Beatriz Sarlo fue, como enviada del diario La Nación a meterse entre sendas multitudes y produjo interesantes apuntes, que a la vez muestran sus propios límites ideológicos y los deseos de la institución a la que ella sirve, que es el mismo diario que promovió y apoyó a la dictadura militar, pero a la vez no es el mismo, según la célebre paradoja acuñada por la profesora Sarlo hace dos años. Lo que La Nación y Sarlo no previeron -y que hubiera dotado a su producción periodística de un interés aún mayor y menos fragmentario- es el hecho más novedoso de la semana: seis, siete, ocho, diez mil personas en la Plaza, autoconvocadas desde un grupo de Facebook, como "fans" del programa 6 7 8 (75.700 fans hasta el momento) . En este blog y en otros blogs hablamos hace poco de 6 7 8. Escribí, en un momento en el que me expuse a la burla por izquierda y por derecha, que 6 7 8 es el mejor programa de la tv argentina.

[Pequeña digresión: hace apenas dos meses había en este blog una proliferación de trolls que se evaporaron en cuanto decidí cambiar la modalidad de los comentarios, requiriendo apenas que los comentadores tuvieran que presentar una dirección de mail. Ya no pueden dejar mensajes absolutamente anónimos: con este pequeño requisito que demanda un mínimo compromiso con su palabra escrita, los trolls demostraron que no les da el cuero para eso. Cuando se sentían dueños de este espacio refugiados en su medroso anonimato, se burlaron de mi hipótesis sobre el fenómeno 6 7 8, como se burlaban de tantas otras cosas].

Otros interlocutores más valiosos y honestos también pusieron serios reparos contra el significado que yo le adjudiqué a este programa. Creo que hoy estamos en mejores condiciones para visualizar el fenómeno: el programa vino a ocupar un espacio mediático que faltaba y, según como se lo mire, puede resultar muy modesto -2,5 de rating en Canal 7-, interesante, o incluso importante: rebotes continuos en la agenda de discusiones, campañas de desprestigio de las corporaciones contra los panelistas y productores del programa, miles de reproducciones por youtube, decenas de miles de activos seguidores del programa en la red.

En una semana muy caldeada por la operación golpista que en el Congreso intentó articular Carrió y otros oportunistas políticos como Solá, Morales y Solanas (con cartas a las embajadas, pedido de intervención de la OEA y todo), en una semana en la que la propia presidenta salió a denunciar el intento desestabilizador, con el bochorno que produjo el destrato opositor a Marcó del Pont, y además con la confirmación de -nada menos que- una senadora arrepentida del grupo opositor (la santafesina Latorre) de que efectivamente había una maniobra golpista en marcha, con todo eso, el clima estuvo suficientemente maduro como para que la política argentina conociera una convocatoria novedosa, que se parece un poco a algunas otras: con algo de cacerolazo y otro poco de batalla de almohadas, con un poco de la tradición militante de Sin Anestesia, el grupo de oyentes que se nucleó alrededor de un programa de Eduardo Aliverti hace décadas, con un poco del fueguito encendido por los debates de la blogosfera K y otro poco de las nuevas formas de socialidad que posibilita internet... Con todo eso, la Plaza de Mayo se sorprendió a sí misma poblada por gente que hasta el día anterior no era visible: militancia blanda o militancia blanca, autoconvocados, televidentes, usuarios de facebook, gente que consigue novias y novios, laburo, público para sus eventos a través de la red, descubrió que también por ese medio, articulando un modesto programa de TV con una pequeña red social, se puede hacer política.

Fenómeno interesante para ver cómo sigue, al que hasta hace pocas semanas la militancia dura y pura despreciaba por irrisorio o por blandito, pero que puede oxigenar a un oficialismo que hasta ahora no había sabido cómo articular políticas para este sector urbano, pequeño-burgués, inquieto, crítico y ansioso por participar. ¿Gvirtz lo hizo? ¿Facebook lo hizo? Un poco sí y otro poco no: también lo hicieron la torpeza opositora, la prepotencia de los grupos mediáticos concentrados, el cualunquismo que aprendió a convocar cacerolazos antipolíticos, la tozudez kirchnerista o la historia misma que pide ser escrita de maneras diversas, con palabras disidentes del cinismo tardocapitalista. Todo eso lo hizo.



Sarlo no estuvo en esta marcha: le recomendaríamos que preste atención y que la próxima vez vaya a tomar apuntes. Ahí es posible que sea reconocida por algunos asistentes, porque ella pertenece a ese mismo campo cultural. No fue reconocida en los actos organizados por el aparato pejotista o por la militancia social, pero seguramente sería reconocida por estos usuarios de facebook hiper-informados. En el caso de que vaya y la reconozcan, seguro que podría entablar diálogos muy interesantes con los militantes blandos o los militantes blancos o los fans... Beatriz: ¡hazte fan! Y quizá Beatriz hasta conozca a Milagro Sala. ¿Se imaginan?