todos estamos igual

miércoles, 12 de diciembre de 2018

Que digan lo que quieran: no nos callamos más

#MiraComoNosPonemos: un shock global


Desde la edición de este blog trato de tener una línea contra-hegemónica. En la medida de lo posible no hablar de lo que aparece en todos lados. Las razones son sencillas: entrar en ciertos debates, aunque sea para oponerse a la línea oficial, es dejarse conducir por el adversario; además, cuando todo el país está hablando de un tema es muy difícil aportar una mirada distinta, seguramente ya hubo varios que dijeron lo que aquí se podría decir, tal vez mejor, y fueron leídos o escuchados por mucha más personas que la que leen este blog. Entonces, como línea editorial persistente, muchos temas de gran presencia en los medios prefiero que aquí no aparezcan: están al alcance de todos y ya todo el mundo tiene una opinión al respecto. En La otra preferimos escribir (o en la radio hablar) desde perspectivas que no sean las dominantes.

Pero hay veces que no se puede cumplir con ese criterio: la intervención que ayer produjo el colectivo de Actrices Argentinas que se juntó en un teatro para denunciar un caso de violación cometido por un actor famoso contra una actriz que era menor de edad cuando el acto se produjo desencadena un shock social de consecuencias irreversibles. Afortunadamente un acto individual -una mujer joven se anima a denunciar la violación que sufrió años atrás por parte de un poderoso- es acompañado por un grupo de pares que se maneja con una destreza asombrosa en su economía de gestos y en su manejo de los símbolos. Anuncian una conferencia de prensa, dicen que han presentado una denuncia judicial en el país donde se produjo el delito, se muestran seguras, serenas y unidas, usan las palabras justas para hacer público el caso, pasan un video de alto impacto emocional que termina con un hashtag, #MiraComoNosPodemos, que tiene la inteligencia de revertir una frase pronunciada en un contexto abominable y transformarla en una extraordinaria bandera de lucha. Varias horas después el hashtag sigue ubicado en los primeros lugares de las tendencias globales en las redes sociales. Todo sucedió en pocos minutos, con buena onda entre las compañeras de lucha; habilitaron una conferencia de prensa de cinco miuntos, respondieron con palabras justas, desecharon sin indignación una pregunta fuera de lugar y listo. Cuando hay sensiblidad e inteligencia la indignación no hace falta. Lo que viene después es un shock social.

Quizás ni las mismas actrices que diseñaron el acto hayan previsto el alcance del sacudón que provocaron. Muchos publicistas y asesores de campaña deben estar envidiando la precisión con que actuaron. Para La otra no es necesario sumergirse en el lado escabroso del crimen denunciado. Lo que trasciende el caso personal es que un relato en primera persona desvela una práctica naturalizada en la sociedad occidental durante siglos, no solo en el gremio de actrices y actores, por supuesto. Actos de abuso equivalentes deben haber sucedido o estar sucediendo en las empresas, en las aulas, en las iglesias, en las fiestas y en las casas de familia. Se trata de una matriz social de arraigo muy profundo el patriarcado machista. El caso denunciado por Thelma Fardin contra Juan Darthés condensa millones de situaciones similares y por eso su singularidad conquista una dimensión paradigmática. Lo personal es político.

Muchas horas después de producida la denuncia, bajo el hashtag #MiraComoNosPonemos, al que se agrega "NoNosCallamosMas se agolpan raudales de testimonios de chicas que se sintieron hablitadas por la denuncia inicial para animarse a relatar su experiencia. No importa cada escrache en particular sino el carácter sistemático que esta masividad evidencia. Una implicación colectiva.


El patriarcado es un dispositivo horrible que está crujiendo. Quienes se están emancipando de manera inmediata son nada menos que la mitad de la humanidad. Pero si lo pensamos bien, un auténtico acto emancipatorio tiene un efecto benefactor que se derrama sobre todos: incluso sobre los propios victimarios, que cuando ven que sus hábitos se han desnaturalizado están obligados a comprender su paradójica condición de opresores/oprimidos por una práctica milenaria. Es como que cuando se derriba la monarquía hasta los reyes se liberan de su condición para conquistar una emancipación que no conocían ni querían, a la que no hubieran llegado por voluntad propia.

Ni hablar de cualquier clase de oprimidos: cuando un colectivo se emancipa afloja las cadenas de otras y otros que aún están siendo sometidos. Los varones también podrán ser más libres cuando el patriarcado deje de ser el modelo al que tienen que encarnar.

El caso judicial no nos concierne. No voy a caer acá en la facilidad de insultar al denunciado porque es fácil y porque las mujeres que ayer iniciaron esta oleada de emancipación no necesitan de mi indignación. Efectuaron un movimiento -precedido por décadas de luchas- que es inexpugnable. Es seguro que algunos retardatarios -también retardatarias encadenadas a su propia opresión- van a salir a calumniarlas con frases hechas que dan vergüenza por su rusticidad. Casi no hace falta argumentar nada porque se refutan solas. Como tuiteó Dolores Fonzi: "Digan lo que quieran. No nos callamos más".