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martes, 19 de octubre de 2021

#Peronismos: bancate este defecto


por Oscar Cuervo

El periodista Pablo Ibáñez encontró una fórmula lingüística eficaz para relatar las internas peronistas: etiqueta sus tuits como #peronismos. Implica el reconocimiento de una imposibilidad, la de usar esta palabra de manera unívoca. Todo aquel que pretende eludir los juegos del lenguaje a los que se presta el uso de este nombre tan lábil se juega a postular una unidad que no es tal. En tiempos de incertidumbre, como este posterior a la derrota imprevista de las PASO, uno está inclinado a caer en la tentación de correr en busca de refugio en una casa amable y hospitalaria llamada "peronismo". Esta ilusión tiene un inconveniente: el peronismo nunca fue una casa amable. 

Hay que desconocer muchos de los tramos decisivos de su historia: el renunciamiento de Evita, Perón en la cañonera paraguaya, su relación hosca con los resistentes, las rupturas de Perón con Jauretche y Cooke, su acercamiento a las llamadas "formaciones especiales" a fines de los 60, Ezeiza, la destitución de Galimberti, el asesinato de Rucci, el forzamiento de la renuncia de Cámpora, la fórmula Perón-Perón, el viaje invernal del anciano líder al Paraguay pocas semanas antes de morir, los decretos de aniquilamiento del accionar de elementos subversivos firmados por María Estela Martínez e Italo Luder en 1975, la expulsión de López Rega del gobierno, la nula resistencia que opuso el peronismo al golpe de 1976, la desangelada campaña de Ítalo Luder y Deolindo Bittel en 1983, la infame década menemista, el abrazo de Menem e Isaac Rojas, los indultos, las privatizaciones de Dromi de "todo lo que deba permanecer estatal", los desbordes represivos del interinato de Duhalde, las cuatro fórmulas presidenciales de 2003, la renuncia de Menem al balotaje para dejarle a Kirchner una presidencia herida de legitimidad institucional, la traición de Cobos después del histórico discurso de Pichetto en 2008, la traición de Pichetto, el acercamiento del sindicalismo al macrismo en 2015, el "poné la fecha, la puta que te parió", el derribo del atril en Diagonal Norte, el silencio cómplice con que gran parte del pejotismo consintió la persecución de la mafia judicial macrista contra los dirigentes y militantes kirchneristas... 

Son demasiados los contraejemplos de la idea de que el peronismo es una casa hospitalaria a la que siempre volver, idea que se sostiene en algunos reales momentos luminosos a lo largo de 70 años, momentos de una potencia que permite seguir alentando la posibilidad de que el peronismo vuelva a ser el freno inevitable contra la disolución nacional y no un actor de reparto del nuevo orden planeado por sus enemigos históricos. Ser peronista es una experiencia áspera pero, en la penuria, los que tienen un acercamiento más emocional al movimiento se aferran al credo de que "Los días más felices, fueron, son y serán peronistas", cosa que puede ser verdad si se agrega que, además, desde una aproximación racional, algunos de los días más horribles también fueron peronistas: cuando en las noches de 1974 ganaban la calle las Tres A o cuando casi todos los dirigentes hicieron -hacen- silencio ante la inaceptable prisión de Milagro Sala. Los peronistas son luchadores populares que de lejos parecen moscas. Si sigo así, estoy a punto de que me declaren gorila, si es que ya no lo hicieron.

No una doctrina de pilares sólidos sino un juego variable del lenguaje nos permite conectar los momentos más paradójicos de nuestra nacionalidad para seguir pensándonos peronistas. Mi vínculo con el movimiento es más racional que emocional. Por el contrario, lo que me sorprende es que la tradición oligárquica liberal haya convencido hasta a los más firmes compañeros de que el peronismo es un sentimiento, cuando es la posición política más racional de que disponemos para enfrentar los momentos rudos de esta época -no recuerdo un solo momento de mi vida civil que no fuera rudo.

Entonces vamos con que este es un momento rudo y vislumbramos que el resultado de las elecciones de noviembre puede precipitar acontecimientos más rudos todavía. Pero tenemos la memoria de los momentos felices: cuando en la noche de la muerte de Néstor nos encontramos en la Plaza con todos los compañeros para abrazarnos y renovar nuestro compromiso o cuando fuimos a acompañar a Cristina a Comodoro Py una mañana lluviosa en que empezamos a volver de la infamia macrista. Parece chiste pero los momentos felices del peronismo suelen estar asociados a alguna desgracia y son los que nos dan más fuerza. 

Por ejemplo: este 17 de octubre fue raro porque las jerarquías no querían convocar a la Plaza, después de casi dos años de estar encerrados y dejar que la calle nos la ganaran las empastilladas de Pato Bullrich. Que sí, que no, que ni. En una semana tres o cuatro comunicados convocando, desconvocando, reconvocando, haciendo suspensión fenomenológica del 17 y llegando los monos. Al final, las que llenaron la Plaza el 17 de octubre de 2021 fueron Hebe y las Madres. Nunca la dirigencia fue tan renuente a movilizar, pocas veces como esta las bases marcaron el pulso para que se celebre el 17 con los dirigentes a la cabeza o con la cabeza de los dirigentes (verdad justicialista número 21). Se sabe que el peronismo pone en escena sus disputas internas a cielo abierto, transforman toda la calle en escenario del drama y así la interna se vuelve externa. Solo entonces se entiende perfectamente que, después de tanto ASPO, Alberto y Cristina no estén en la Plaza y la principal oradora sea Hebe. Y que Hebe diga que el Presidente debe hablar más con el pueblo y menos con los empresarios. Estas cosas no pasan en el radicalismo ni entre los liberales libertarios. Este estilo que desconcierta a amigos y enemigos hace que, al día siguiente, el conjunto de la burocracia sindical que no ponía la fecha la puta que los parió mueva todos su aparato y lleve igualmente o más gente que el domingo. 

¿Cuál de las dos marchas, la de las bases del domingo en la Plaza o la del aparato el lunes en Paseo Colón, es más peronista? Muchos fueron a una y deploraron la otra, pero también muchos fueron a las dos. La respuesta racional dice: el peronismo es el cruce de ambas. Todos están un poco incómodos con esta evidencia, pero te digo: ey, bancate ese defecto! Al fin y al cabo Cristina el sábado 16 desde la Ex-ESMA había convocado a una "una refundación de aquel pacto entre los trabajadores y el capital" -qué escozor producen estas palabras entre los trosquistas- y el documento de la CGT leído el lunes por Don Nadie pide "producción y el trabajo, única fórmula que garantiza un crecimiento sostenible con justicia social". Es decir, todos sabemos que los gordos de la CGT y los pibes para la liberación que Cristina tiene acá no se pueden ni ver y por eso no se juntaron el 17 ni el 18, a pesar de que están postulando lo mismo. Es probable que Cristina y Alberto hayan arreglado la conveniencia de no aparecer ninguno de ambos en cualquiera de las dos convocatorias y que eso permitiera digerir las críticas muy justas de Hebe y la elegancia del documento cegetista para apoyar al Gobierno sin nombrar a ninguno de los integrantes de la fórmula. Para frenar la embestida de la barbarie neoliberal que nos mira con ganas de aplastarnos tendríamos que estar juntos por más que unos y otros no nos podamos ni ver.

1 comentario:

Espacio cmyk dijo...

Excelente análisis, dan ganas de que continúe!