todos estamos igual

jueves, 9 de enero de 2014

Amo y esclavo



A través del dilema del prisionero (que tan claramente explica Julieta Manterola en este post) la ética utlitarista pretende establecer una regulación para nuestras conductas individuales en la que el egoísmo se haga compatible con el altruismo. Si yo incorporo el interés del otro en un cálculo sobre la consecuencia de mis actos, puedo apostar a que el otro me incorpore en los suyos y así el mundo será más habitable:

"El objetivo del dilema del prisionero es mostrar que guiarnos por el egoísmo es peor que no guiarnos por él. Y es peor no sólo para todos sino para cada uno de nosotros también. Los valores que deben guiarnos son la cooperación y el altruismo. Guiarnos por estos valores implicará algún sacrificio personal (...), pero será mejor no sólo para todos sino también para cada uno de nosotros. Así, en cada una de nuestras reflexiones y decisiones, debemos incorporar siempre los intereses, las necesidades y los deseos de las demás personas (y de todas las criaturas sensibles en general), incluidas las generaciones futuras. Las decisiones y elecciones egoístas sólo pueden llevarnos a la ruina del planeta y de nosotros mismos". (Completo acá)

Al leer el post de Julieta advierto que el dilema del prisionero se mueve en el mismo ámbito problemático que la dialéctica del señor y el siervo de Hegel. Sería su versión bien intencionada. Sería muy largo exponerla en detalles, pero en pocas palabras se trata de la lucha de dos autoconciencias contrapuestas, en la que cada una persigue el ser reconocida por la otra. Cada una necesita, para realizarse, que la otra autoconciencia la reconozca como tal. Ambas funcionan especularmente, por lo que ambas especulan con la otra de manera simétrica. Sería algo así como decir "primero hacelo vos". Para Hegel es una lucha a muerte porque lo que cada una quiere y necesita es ser reconocida por la otra, y no tiene idéntica necesidad de reconocerla. Y es especular porque en ambas opera la misma lógica que les lleva a usar a la otra como medio para llegar a ser sí misma. En ese momento no hay conciliación posible, porque ninguna abandonará su propósito de ser reconocida sin reconocer. Por eso es una lucha "a muerte". La situación cambia cuando una de las dos autoconciencias advierte que hay un valor más alto que la vida: ese valor es la libertad. El que concibe esto es capaz de arriesgar la vida por la libertad y por ello salta de la mera preservación (vida) al ámbito del Espíritu (libertad). El que es capaz de hacerlo se convierte en Amo del otro. El que tiene miedo de perder la vida, renuncia por ello a la libertad y deviene un ser meramente vivo, pero no libre: se vuelve Siervo. En este nuevo estadio, el siervo trabaja en el mundo de la materia, en servicio del Amo, que se instala en el mundo del Espíritu. Pero como sucede en Hegel, esta situación tampoco deja de ser contradictoria: porque el Amo necesita de la sujeción del esclavo para seguir siendo Amo. El Amo depende del siervo, quien trabaja para él. Es notable que esta dialéctica inspira a Marx para pensar la lucha de clases, aunque, claro, con un sesgo materialista.

Tanto el dilema del prisionero como la dialéctica hegeliana son corolarios de la moral del yo racional planteada por Kant. La aspiración es encontrar motivos racionales para actuar bien: actuá de tal modo que puedas querer que la máxima que aplicás para actuar se vuelva universal; es decir: que te sea posible vivir en un mundo donde todos se rijan por la máxima que vos aplicás. Digamos que el dilema del prisionero apelaría a una combinación de buena voluntad con conveniencia egoísta, respondiendo a un cálculo que maximizara los beneficios y disminuyera los daños de nuestras acciones, mientras en Hegel la libertad de uno requiere la sujeción del otro. No es raro que Marx encuentre en ello una de las claves del capitalismo. Supongo que Marx pensará que tanto el imperativo categórico como el dilema del prisionero, e incluso la dialéctica hegeliana, son máscaras ideológicas que encubren la raíz material (económica) de la lucha de clases.

Hay otro enfoque posible: Kierkegaard. El amor es el cumplimiento de la Ley. Será algo así como decir: dentro del cálculo de los beneficios egoístas no hay salida: todo conduce hacia la desesperación. La relación especular por la que dos "yo" semejantes esperan del otro el reconocimiento es generadora de odio hacia el otro y desesperación de sí. Entre dos no hay salida. Tiene que haber un Otro otro, es decir, no semejante a mí y a ti, sino absolutamente des- semejante. El amor. Al otro lo amo no por los resultados que me brinde ese acto, ni porque me convenga, ni incluso porque nos convenga a ambos (eso sería permanecer en el plano de las negociaciones, es decir: de la lucha). Lo amo por Amor, es decir: aunque esto traiga las peores consecuencias para mí, dispuesto a que el semejante incluso se aproveche de mi amor, se burle de él y hasta pueda matarme. Amar al enemigo, amar sin esperar. No porque el otro me agrade, me halague o nos convenga a ambos, sino por amor nomás. Ver al otro no como un semejante, sino como un enemigo y aun así amarlo. Acá lo que prevalece no es el cálculo sino el don. Yo amo no porque el mundo será más habitable, sino por amor. Esta es una relación triangular, donde no estamos solos yo y un semejante a mí, sino que aparece también un des- semejante, un tercero que rompe con el circuito de lo especular.

Es un tema digno de desarrollo, pero hasta aquí llego hoy.

Postata: mi amigo Andrés Albertsen, que primero fue mi profesor de danés y con el que luego formamos un grupo para leer a Kierkegaard en su idioma original, al leer el texto que antecede, me acota:

"Excelente la contraposición entre Hegel y Kierkegaard. Pero cuando hablás de un Otro otro, aparentemente lo personalizás, pero después lo llamás el amor, con minúscula. No deberíamos hablar acá con todas las letras de Dios que es amor, de Jesucristo que nos amó primero?"

Y le respondo: "Sí, Andrés: mi expresión es vacilante porque mi pensamimientoo al respecto es vacilante también. El Amor por momentos se me escapa y en otros aparece..."

7 comentarios:

julieta eme dijo...

gracias por explicar a Hegel :)

a mí también, cuando lo leí, me pareció raro que escribieras "Tiene que haber un Otro otro" y después dijeras "El amor". me pareció que "el amor" era un eufemismo para "dios".

julieta eme dijo...

acá copio el comentario que yo hice en Un largo a raíz de tu texto, sin estar muy segura de que tuviera mucho que ver...

acá va (está un poco modificado a efectos de que tenga sentido en este post):

Ya que mencionás a Marx, hay un filósofo marxista analítico, Gerald Cohen (1941-2009), que escribió un texto muy lindo, "¿Por qué no el socialismo?".

En ese texto, Cohen contrapone la reciprocidad comunitaria a la reciprocidad de mercado. La reciprocidad es servir-y-ser-servido.

En la reciprocidad de mercado (que es la que impera y se alienta y se promueve en las sociedades capitalistas), las personas sirven solamente con el objetivo de ser servidos. Servir es un medio o instrumento para ser servidos. La conjunción de servir-y-ser-servido es una conjunción que no tiene sentido, porque lo único a lo que el mercantilista le otorga sentido y valor es a ser servido. Y servir, como dije, es solamente un medio o instrumento para ser servido.

En cambio, en la reciprocidad comunitaria, las personas le otorgan sentido a la conjunción completa de servir-y-ser-servido. Servir no es meramente un medio para ser servido, sino que ambas partes de la conjunción tienen sentido y valor. Servir es tan importante como ser servido.

Yo, como vos, creo que uno debe servir sin importar lo que haga el otro. Uno debe cooperar sin importar lo que haga el otro prisionero. Quien siempre coopera y quien siempre sirve corre el riesgo de no ser servido y de quedarse preso 20 años. Pero creo que uno debe correr ese riesgo. Uno debe cooperar. Uno debe servir. Luego, lo que hagan los demás, corre por cuenta de ellos. Si los demás se aprovechan de nosotros, mala suerte para ellos. Nosotros podremos parecer los tontos (que nos quedamos presos 20 años o que servimos sin ser servidos), pero no lo somos.

Es verdad que, a corto plazo, a los aprovechados ("free riders" en inglés) les va mejor. Mientras los demás callan, él va y confiesa. Mientras los demás sirven, él es servido sin servir. A corto plazo, gana. Existe un incentivo para que algunas personas deserten de la conducta cooperativa o colectivamente racional. Pero a largo plazo, el aprovechado pierde. Porque su conducta es contraproducente para el grupo. Así que, a largo plazo, pierde el grupo y pierde él junto con el grupo. A largo plazo, pierden todos.

Yo soy una utilitarista con un corazón kantiano, así que creo que uno debe callar y debe servir independientemente de qué hagan los demás. Si los demás quieren ser egoístas y aprovechados, es problema de ellos. Y si quieren creer que siendo egoístas y aprovechados actúan de un modo inteligente, también es problema de ellos. Lo cierto es que sólo son egoístas y aprovechados y nada inteligentes.

Como dije más arriba, los egoístas y aprovechados piensan que son unos piolas bárbaros, mientras cumplen condena de 10 años. Y ni siquiera se dan cuenta. No puede haber nada más alejado de la inteligencia que eso.

Esto es lo que yo puedo aportar.

Alex dijo...

Oscar: cuando mencionaba la "mediación religiosa" me refería a Dios, la creencia o fe en Dios, en forma perecida a como lo marca Andrés. Me parece que el Amor necesita imaginarizarse para convertirse en instancia motivadora eficaz; según vos no es necesario, o sí? vacilás en eso?

Oscar Cuervo dijo...

Julieta:
el texto de Cohen me propone un terreno desconocido. ¿Un analítico marxista? No puedo opinar, porque no sé muy bien cómo sería. Una intuición que tengo, en base al desconocimiento de eso, es que en Marx el cambio no se podría dar mediante la reciprocidad comunitaria, sino mediante la lucha de los desposeídos contra los explotadores. Quizá desdeel marxismo podría postularse que una vez caído el capitalismo y depuesta la burguesía de sus actuales poderes (es decir: exporpiadas de su posesión de los medios de producción), podría reeducársela en los términos de una reciprocidad comunitaria. No creo que desde el Marxismo la reciprocidad pueda plantearse en medio del capitalsimo y como forma de salir de él. Pero más no puedo decir, porque Marx habló muy poco de cómo sería una sociedad sin clases. Más bien (y yo creo que hizo bien) se dedicó a mostrar que esta sociedad capitalista es insostenible. Pero, como es evidente, insostenible y todo, el capitalsimo se sostiene.

Amor no es un eufemismo para Dios ni una instancia motivadora imaginaria. Creo que el amor o el Amor lo podemos encontrar en la vida práctica, sin necesidad de ingresar a ninguna religión. Aparece un prójimo y la posibilidad de amarlo. No hace falta ingresar en una facción ni colocarse bajo el pesado manto de Bergoglio o el aún más pesado de Ratzinger. No hay que invocar a Dios en vano. Si amás está bien (por más que no "creas" en Dios). Si no amás está mal (por más que "creas" en Dios). Si yo no entiendo mal lo que leí de Kierkegaard, la relación con Cristo no es de creencia sino de amor o de no amor. ¿Quién es el Jesucristo de Kierkegaard? Sobre eso escribí un capitulo largo, pero no queda muy bien descripto con las mediaciones imaginarias de la iglesia. En el propio evangelio hay muchos indicios al respecto.

La ventaja (y lo terriblemente exigente) del amor al prójimo es que uno no necesita esperar que el otro se comporte como uno, ni que estén dadas las condiciones para la caída del capitalismo, ni que el otro pertenezca a la misma religiión o esté excluido de cualquier religión, ni que la comunidad halle los términos de reciprocidad que hagan al mundo más vivible. Se puede trabajar por alguna de esas opciones o no. Pero el amor es ahora o no es nada nunca.

julieta eme dijo...

muy buen intercambio.

yo tampoco creo que haya que unirse a ninguna facción ni esperar nada.

saludos.

Anónimo dijo...

Hace casi una década asistí a un Seminario de Formación Teológica que abordaba los procesos de integración latinoamericanos. No tengo la bibliografía a mano ni puedo reponer pasajes textuales pero recuerdo que el Pastor Miguez trabajo la cuestión de la conformación de la identidad (la alteridad, el prójimo y la otredad) desde Pablo, en los momentos en los que el cristianismo tiene que definir si es para judíos o gentiles. Allí aparece el tema de lo especular o lo diverso. Y también es Cristo (el amor) el camino para “ser uno” sin abandonar lo propio, que es lo que ha hecho del cristianismo el primer credo trans-étnico (con los ribetes que esto a permitido a la expansión imperialista medieval de la Iglesia). Creo que el desafió cristiano es asumir la diversidad (Babel leído en clave liberadora) en “el otro” pero necesariamente debe haber un elemento que reponga, no se si una especularidad, sino al menos cierto nexo, cierto puente, cierto espacio de lo comun. Allí entra en juego el imperativo del amor. El amor ante todo, no a causa, sino a pesar de... como una apuesta de fe.

Oscar Cuervo dijo...

Tulker:
sí, estoy de acuerdo en un punto: evidentemente es Pablo el primero en plantear el tema de la otredad en términos religioso-políticos: sus Epístolas eran instrumentos de conducción política y se daban en el contexto de una intensa discusión en el interior del judaísmo y de lo que aún no tenía el nombre de "cristianismo". Pero ese salto hacia lo trans-étnico o trans-nacional, esa necesidad de predicarle la buena nueva hasta a las piedras y de resignificar la circunsición como circunsición espiritual y no carnal, son todas ideas muy osadas de Pablo. Diría políticamente revolucionarias, en su contexto histórico. Y de una repercusión incalculable en la historia posterior.