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lunes, 30 de marzo de 2015

Vicio propio

La otra.-radio: segmento de cine, para escuchar acá


Había pensado que este año no vería otra película más enfática y redundante que Birdman, pero creo que me equivoqué. Vicio propio (Inherent vice), la adaptación que Paul Thomas Anderson hace de una novela homónima de Thomas Pynchon, quizás supere a la de Iñarritu en su inflación narrativa y proliferación de situaciones que anulan la experiencia cinematográfica y la remplazan con una serie de viñetas coloridas y tediosas.

Lo básico de Vicio propio se entiende rápido y sin esfuerzos: se trata de una relectura del policial negro en clave alucinógena, una fórmula química así de banal. A la vez, se intenta trazar un cuadro de la degradación del sueño hippie bajo la lógica del hedonismo capitalista. Una "pintura de época": se ilustran los años 70 como se podría hacerlo con los 30. De hecho hay críticas que asocian esta película con Barrio Chino de Polansky, como si cualquier época diera lo mismo y el noir fuera adaptable a lo que se nos canten las pelotas. Las referencias al Clan Manson, Nixon, la conversión de las comunidades hippies en sectas filonazis, la creciente normalización del consumo de estupefacientes en términos del consumismo capitalista, la traducción grotesca de la experiencia lisérgica en arquitectura y vestuarios bizarros... Todo eso es declarado mediante parlamentos e imágenes ilustrativas en la primera media hora de Vicio propio. El resto del metraje, demasiado estirado, es una especie de tour de force de lo que un presunto "autor cinematográfico" puede entender por el concepto (nefasto para el cine) de adaptación. 

No es posible "adaptar" algo al cine y llegar a un resultado valioso: esta norma se cumple a rajatabla en la película de Anderson. Es posible poner en tensión conceptos de proveniencia literaria, musical o pictórica con el régimen propio de la mirada cinematográfica, pero... ¿adaptar? 

¿Será la novela de Pynchon tan obvia como la película resultante? ¿Sonarán así de recargados los textos? ¿Será tan agobiante la proliferación de personajes episódicos, marcados siempre por un mismo signo de extravagancia? Poco me importa saberlo. Da la impresión de que, para P. T. Anderson, adaptar una novela es armar un casting ingenioso, poner a actores conocidos haciendo secundarios que, sin el recurso de su fama, se evaporarían en la memoria inmediatamente (y siendo famosos duran apenas un poco más). Adaptar es aquí poner canciones lindas de Neil Young para embellecer las costuras de un guión errático y de paso connotar "post-hippismo". Adaptar es, en este caso, usar distancias focales variadas para matizar visualmente la monotonía narrativa, o usar una paleta de colores vivaces para insuflarle vida a un guión farragoso.

Nunca voy a entender el prestigio de P.T. Anderson como auteur. Con la probable excepción de Punch-Drunk Love, fue incapaz de construir una mirada propia que no remitiera a una versión deslucida de cineastas como Scorsese, Altman o Kubrick (tan impersonal como para saltar de uno a otro, aunque estos precursores no tuvieran nada que ver). Acá parece seguir el rastro que dicta el original literario e ilustrarlo. De hecho, Pynchon y Anderson aparecen en paridad en los posters de la película.

Vicio propio, más allá del caso PTA, es un síntoma de que el Hollywood actual suele confundir el vigor artístico con la hinchazón. Como siempre, hay excepciones.

En segunda parte de La otra.-radio de anoche hablamos de cine: de Vicio Propio, pero también de Winter Sleep, de la programación del BAFICI; y de algunas películas ya vistas que nos gustan mucho: Con ánimo de amar (de la cual extrajimos la música para nuestra presentación) y Grizzly Man de Herzog. Y escuchamos canciones de Calamaro y Buffalo Springfield. Para escuchar este segmento del programa de anoche, clickear acá.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Que lástima, porque el libro es bueno, bastante distinto de lo que Pynchon escribe (escribía?)habitualmente.

Marcelo Foti