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jueves, 7 de abril de 2016

¿La derecha apuesta a que se pudra todo?


Hablo con compañeros y amigos que asisten azorados a los espasmos de la coyuntura. Después del verano del letargo, con Milagro Sala encarcelada con la complicidad silenciosa del 90% de la dirigencia argentina, con pasos firmes hacia el desmantelamiento del estado jurídico y el crecimiento del desempleo, con la indolencia de la mayoría de los políticos que habían sido votados para llevar a cabo un programa opuesto al del oficialismo, con los exabruptos de Lopérfido en Pinamar y las plazas del aguante, después de la visita de Barak Obama y el imponente acto del 24 de marzo de los organismos de derechos humanos, después de todo eso, la coyuntura adquirió un vértigo de resultados impredecibles. 

Estos espasmos coinciden con la caída del primer relato macrista: el shock de confianza que traería una lluvia de dólares no aconteció, el 25% de inflación que el gobierno postulaba para el año se consumó en cuatro meses, el dilema "endeudamiento o ajuste brutal" se convirtió en "endeudamiento y ajuste brutal". Los bloques del FPV en las dos cámaras se fracturaron por la presión irresistible de la caja. Si el poder judicial y los gobernadores del justicialismo están prolijamente alineados con el programa de endeudamiento, ajuste y represión, si el presidente de la primera potencia mundial nos dejó su (mal) aliento, sorprendido por lo mucho que macri hizo en 100 días, si el presidente norteamericano bailó el tango en el Kirchner y junto con su colega argentino fueron solos a arrojar flores a las tumbas de las víctimas de la dictadura, entonces la clase dominante sintió que toda discusión sobre el gradualismo del ajuste había quedado obsoleta y se convenció de que el cielo es su límite. Los anuncios de tarifazos que aseguran más inflación en el segundo trimestre y la lentitud rumiante de una burocracia sindical que observa la caída del salario como si fuera una película aburrida terminaron de confirmar que el poder económico no tiene más programa que desempleo y recesión. Y que semejante clasicismo necesita un anillo desinformativo y operaciones judiciales espectaculares. Las fotos de Antonia ya habrían agotado sus efectos.

Lo que nosotros no podríamos prever hace 6 días es que una noticia preparada por un consorcio informativo global iba a poner a macri en las pantallas del mundo como uno de los más grandes exponentes mundiales de la corrupción. No fue un informe de Diego Gvirtz ni lo relató Víctor Hugo: macri figura en el podio de la corrupción mundial en las pantallas de la CBS y en las columnas del New York Times. Los operadores locales que manejaban con sigilo esta mega-denuncia desde hace meses (sin dudas, antes de las últimas elecciones) no fueron ni el Grupo Indalo ni Electroingeniería, sino La Nación y Canal 13. Por un pacto de confidencialidad, la noticia solo podía darse a conocer en simultáneo en todo el planeta el domingo pasado a la tarde (hora argentina). Así lo relata acá uno de los partícipes de el convenio, Hugo Alconada Mom. No obstante, tanto Alconada como la representante de Canal 13. Mariel Fitz Patrick, reconocen que el pacto de confidencialidad no alcanzó al propio acusado: macri se enteró de la acusación con varias semanas (o meses, en esto las versiones no son coincidentes) de anticipación. Sabía que sería señalado mundialmente como un dirigente sospechado de irregularidades financieras graves. Se supone que tuvo tiempo de preparar el terreno para el momento en que la denuncia estallara.

Lo que el establishment argentino está haciendo ahora es una maniobra de manual: estaba cantado que se venía la muy anunciada mano Comodoro PY, Jaime, Baez y posiblemente (muy arriesgado para ellos) Cristina presos. 

Lo que yo les comentaba a mis muy azorados compañeros y amigos es que esto no quiere decir que les está saliendo todo bien, sino más bien lo contrario: cuando los recursos a los que apelan son extremos es porque la necesidad es muy grande. Algo quizás difícil de percibir a causa del enrarecido e irreal clima que fabrican los medios gobernantes.

No les está saliendo todo bien: los papeles de Panamá constituyen un escándalo internacional que solo la estólida sociedad argentina se empeña en ningunear. A esta altura, un relato oficial de restauración de los valores republicanos solo puede ser asumido con tono burlesco y sus defensores han renunciado no ya a la verdad sino a la verosimilitud e incluso a mirarse en el espejo. La desmesura de la mentira y la energía extra que hace falta para apuntalarla muestran que no lo tienen todo controlado. Si sabían hace semanas o meses lo que venía de Panamá, es sorprendente que no hayan preparado una estrategia comunicacional mejor y que en el término de pocas horas hayan tenido que ensayar cuatro o cinco declaraciones inconsistentes, una tácita confesión de que no están convencidos de la eficacia de sus mentiras. Las declaraciones de Malcorra, del propio acusado, la del jefe de gabinete, la titular de la oficina anticorrupción y los vaivenes de las voceras oficialistas Carrió y Stolbizer dejan muchos flancos expuestos a la incredulidad  y por momentos hieden a autoincriminación. 

La aceleración de la actividad tribunalicia delata el nerviosismo oficial. El procesamiento de Cristina, dicen, ya está escrito. Si se animan a apresarla, el sistema político argentino da un salto al vacío. Así confirmarían la vocación de la dirigencia por los regímenes de facto. A los sectores más pobres ya se les soltó la mano, pero ¿por dónde se quiebra el tejido social? ¿Qué parte de las clases medias quedarían de un lado y del otro? 

¿Acaso la derecha apuesta a gobernar mediante un estado de excepción? Si la respuesta fuera afirmativa, la política no estaría funcionando bien. Un alto efectismo de corto plazo no es posible de sostener en el tiempo sin violencia. Otro sería el caso si el gobierno de Cristina hubiera colapsado en el caos, como la derecha gobernante intentó sin resultados durante al menos 8 años. Hoy parecen apostar a una reacción abrupta pasible de ser aplastada con bajo costo. Que el costo en vidas sea bajo es una hipótesis improbable.

El que se pone nervioso pierde. Esta no es una carrera corta, no se dirime en los próximos 15 días. Es de largo aliento, una carrera de resistencia. No gana el que pica antes sino el que aguanta más tiempo.
La paciencia y la astucia son insumos más necesarios que la ira y la indignación.

1 comentario:

Sobretesis dijo...

Buen análisis y pensando en lo que ocurre en Brasil y Venezuela es aún mejor porque dando vueltas al asunto x acá discutimos, criticamos y señalamos culpas por todos lado, como una familia disfuncional que no tiene a nadie que le diga: stop, piensen en estrategias de cooperación a futuro de quienes se consideren amenazados x algo infinitamente peor a todo aquello que hemos criticado al interior del campo popular. Está visto que no existe una estrategia de por sí acertada para neutralizar a la derecha, Venezuela fue la más defensiva y, aunqe todavia resiste lo hace con un alto costo. Brasil y Argentina pecaron de ingenuidad, confiando en alianzas y armado de estructuras muy fáciles de destruir. El punto actual es cómo se pilotea ahora esta etapa. Sin perder los nervios y aprendiendo de los errores del pasado, cuidando que la violencia no se ensañe con los futuros Victor Choque o Teresa Rodríguez, que, como muchos de los organizados por la Tupac hoy están desorientados y razonablemente temerosos.