sábado, 2 de abril de 2016

Nietzsches en la radio

Capítulo 1: clickeando acá / Capítulo 2 acá / Capítulo 3: hoy a las 17:00 en Patologías Culturales acá 



Nietzsche es el pensador tenso, tironeado por fuerzas contrapuestas. Su filosofía es testimonio de una tensión que no es [solo] psicológica ni somática, sino sobre todo histórica: el momento en que la modernidad llega a rendir sus frutos venenosos.

Nace en 1844, año en que Marx escribe los Manuscritos Económico-filosóficos, y muere en 1900, cuando Freud publica La interpretación de los sueños. Entre aquello y esto. El siglo xix es el siglo del romanticismo y de la revolución industrial, dos caras de una misma moneda: la prepotencia tecnocientífica como intento de imprimir la voluntad humana en el mundo y el romanticismo que trata de rescatar eso que queda a la sombra del yo tecno-industrial.

Nietzsche es el mártir que se inmola para expresar la tensión de la época en su cuerpo, el desgarrado. Una tensión que no se resuelve. Nietzsche no la puede resolver en su filosofía, a pesar de que en varios momentos él mismo se lo propone. Su época tampoco la va a resolver. Y su época es todavía la nuestra, "como si dormitara sobre el lomo de un tigre".

Él fue del siglo xix pero el siglo xx es suyo. Cada década tiene su oleada interpretativa de Nietzsche: el filósofo de la vida, el bautista del superhombre nazi, el visionario del eterno retorno de lo mismo, el loco de la muerte de dios, el apólogo de la voluntad de poder impuesta sobre la totalidad del ente, su detractor, el joven anarquista del mayo francés, el precursor foucaultiano de la sospecha, el deleuziano que impugna la dialéctica en nombre de una positividad plena, el precursor del ocaso de la verdad, el postmoderno del pensamiento débil. Todos tus nietzsches: románticos, cristianos fallidos, librepensadores, nazis, hedonistas, cínicos, liberales libertarios... Hay frases de Nietzsche que respaldan cada una de estas versiones aquietadoras de la tensión que lo sacudía.

El problema de los postnietzscheanos es el deseo de matar esa tensión y fijarla en una doctrina. La tentación doctrinaria está en el propio Nietzsche, pero es su fracaso lo que todavía nos incita a pensar.

No hay comentarios: