sábado, 16 de febrero de 2008
El lector provisorio
Una tarde, hacia el final del verano pasado, Tomás Abraham me sorprendió con un texto publicado en su blog La lectora provisoria, que por ese entonces dirigía junto a Quintín y Flavia de la Fuente. El texto se llamaba “No queda nada. (Los inconvenientes de leer a Kierkegaard)” y empezaba diciendo: “No hay nada. No hay más cine. No hay más televisión. No hay más fútbol. Ni teatro, ni novelas. Sí hay filosofía, hay pensamiento profundo recreativo (PPR), pero me duelen los ojos de tanto leer ideas”. Abraham decía allí que estaba embargado por una profunda melancolía y que eso se debía a la lectura de Kierkegaard:
“Me hace mal leer a Kierkegaard. Todo esto que digo, este desvarío, proviene de estas lecturas. El concepto de la angustia, Temor y temblor, este señor estaba enfermo. Era melancólico, nadie sabe qué es eso. Se está triste por algo que no fue. Raro. Era nórdico, de Copenhague, que tuvo su 2001 en 1813. El padre de Søren la vio venir y no sólo salvó la guita sino que la multiplicó. Gracias a él, el filósofo pudo alargar su melancolía. (...) Me hace mal leer a…”.
Me sorprendió: no lo hacía a Abraham leyendo a Kierkegaard. Lo imaginaba leyendo a Foucault, claro, a Nietzsche, a Deleuze. Lo sabía interesado en los últimos años por la economía y la política, conocía su interés por una variedad de temas, desde el fútbol hasta la tv. Pero como integrante de la biblioteca Kierkeggard, donde desde hace algunos años nos juntamos para leer, traducir y estudiar a este pensador danés, me despertó mucha curiosidad la lectura que una persona inquieta como Abraham pudiera hacer de quien se presentaba a sí mismo como un escritor religioso.
A Abraham no le interesa, por supuesto, llegar a establecer una versión ortodoxa del autor danés. Nada más alejado del concepto de filosofía que practica. La filosofía no es cosa de objetividad y Kierkegaard, como cualquier otro filósofo, no es un objeto a conocer. Pero Abraham parece encontrar en la escritura kierkegaardiana una clave en la que él mismo puede reconocerse, otro cultor de un pensamiento estratégico. En otro texto dado a conocer este año en La lectora provisoria, él se refiere así al desconcierto que suele producir cada vez que, basándose en opiniones que publicó anteriormente, lo invitan a participar en una charla:
“Es frecuente que me tomen por otra persona que, a pesar de no dejar de ser yo mismo, no es realmente mi yo el apuntado. Escribo mucho, de temas variados; en años, sobre un mismo ítem puedo llegar a expresar posiciones disímiles, y es posible que inviten al articulista que firma con mi nombre, o al entrevistado televisivo que tiene mi cara y que, cuando lo tengan en vivo y en directo, sufran un fuerte impacto al escuchar opiniones aparentemente contrarias a las esperadas.
“Por eso no pregunto por qué me invitan, me considero agasajado aunque sé que no habrá una segunda invitación. Hasta ahora esta regla se ha cumplido casi siempre. No hay retorno, y sí malentendidos.
“Les cuesta entender el funcionamiento de un pensamiento estratégico, para decirlo con cierta pedantería.”
Entonces: pensamiento estratégico; no una continuidad temática, sino un modo de encarar los temas. La campaña de Velez, Tinelli, Godard y la lengua francesa, la coyuntura política, los congresos y jornadas en los que se encuentran los estudiosos de Foucault. O de Kierkegaard. Todo eso puede ser encarado de un modo filosófico. Una estrategia, un modo de intervención, como puede encontrarse en el autor de Temor y temblor: “Para mí Kierkegaard -nos dice Abraham- abre un modo de filosofar que es el modo de filosofar de hoy, con muchos estilos, muy juguetón, con cambios de humor, con una temática muy diversa, desde seducir a una niña hasta hablar de Dios, una temática amplísima. No hay temas filosóficos, hay actitudes filosóficas ante los temas. Y hay un hombre que soporta la duda, la angustia y la incertidumbre.”
Esa vocación por plantear problemas donde aparentemente hay soluciones, esa cualidad escurridiza del modo filosófico encontró, hasta cierto punto, lugar en el blog La lectora provisoria. Hasta cierto punto: porque llegó el momento en que los otros dos editores -Quintín y Flavia de la Fuente- quisieron estrechar los márgenes del juego, para convertir ese espacio en una suerte de partido político: “La lectora provisoria no apoya a... tal”. En la necesidad de fijar una ortodoxia, Q y F quisieron empezar a censurar algunas intervenciones. Entonces Abraham se fue con la música a otra parte.
OSCAR ALBERTO CUERVO
(fragmento de la nota "Tomás Abraham, El lector provisorio", publicada en el último número de LA OTRA)
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1 comentario:
Si de vocación se trata, y no de actos puntuales, yo me preguntaría si en el artículo "Socialismo santafesino" publicado en la página de Abraham nuestro amigo no plantea aparentes soluciones -por parte de los socialistas- donde evidentemente hay problemas. Por otro lado, más allá de lo discutible que son sus lecturas de la polítca socialista, el querido Abraham llega incluso a mentir falazmente respecto a lo sucedido con las villas de emergencia. Para más información: http://www.ciudadfragmentada.com.ar/
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