todos estamos igual

domingo, 17 de noviembre de 2019

Los hombres huecos y la hora del lobo

La otra.-radio del domingo pasado, última parte, para escuchar clickeando acá 


Somos los hombres huecos
somos los hombres rellenos
apoyados uno en otro
la cabeza llena de paja. ¡Ay!
Nuestras voces resecas, cuando
susurramos juntos
son tranquilas y sin significado
como el viento en la hierba seca
patas de ratas sobre cristal roto
en la bodega seca de nuestras provisiones.

Figura sin forma, sombra sin color,
fuerza paralizada, gesto sin movimiento
los que han cruzado
con los ojos derechos, al otro Reino de la muerte
nos recuerdan —si es que nos recuerdan— no como
perdidas almas violentas, sino sólo
como los hombres huecos
los hombres rellenados.


Ojos que no me atrevo a encontrar en sueños
en el reino de sueño de la muerte
esos ojos no aparecen:
ahí, los ojos son
luz del sol en la columna rota
ahí, hay un árbol meciéndose
y las voces son
en el canto del viento
más lejanas y más solemnes
que una estrella que se apaga.

No me acerque yo más
en el reino de sueño de la muerte
revístame yo también
de tan deliberados disfraces
pelaje de rata, piel de cuervo, palos cruzados
en un campo
comportándome igual que el viento
sin acercarme más…

No ese encuentro final
en el reino crepuscular.


Esta es la tierra muerta
esta es la tierra de cactus
aquí se elevan las imágenes
de piedra, aquí reciben
la súplica de la mano de un muerto
bajo el titilar de una estrella que se apaga.

Así es
en el otro reino de la muerte
despertar solo
a la hora en que
temblamos de ternura
labios que querrían besar
forman oraciones a la piedra rota.


Los ojos no están aquí
no hay ojos aquí
en este valle de estrellas que mueren
en este valle hueco
la quijada rota de nuestros reinos perdidos
en este, el último de los lugares de encuentro
vamos a tientas juntos
y evitamos hablar
reunidos en esta playa del río hinchado
sin vista, a no ser que
reaparezcan los ojos
como la estrella perpetua
rosa multifoliada
del crepuscular reino de la muerte
la esperanza solamente
perpetua
de hombres vacíos.


Al corro del higo chumbo
al higo chumbo higo chumbo
al corro del higo chumbo
a las cinco de la mañana.

Entre la idea
y la realidad
entre el movimiento
y el acto
cae la Sombra.

Porque Tuyo es el Reino.

Entre la concepción
y la creación
entre la emoción
y la respuesta
cae la Sombra.

La Vida es muy larga.

Entre el deseo
y el espasmo
entre la potencia
y la existencia
entre la esencia
y el descenso
cae la Sombra.

Pues Tuyo es el Reino
pues Tuyo es
la Vida es
pues Tuyo es el
es el Reino.

Así es como acaba el mundo
Así es como acaba el mundo
Así es como acaba el mundo
No con un estallido
sino con un lamento.
T. S. Eliot
Ilustración: Carmen Cuervo


En el último tramo del programa del domingo pasado nos dimos un gustito no muy común en la radiofonía: escuchamos "Los hombres huecos" ("The Hollow Men"), el poema de Eliot en estremecedora voz de Cristina Banegas. Dicho poema está incluido en Signos: Pronunciamiento global por un no al neoliberalismo, el disco de descarga libre (acá: www.signoscontraelneoliberalismo.com.ar)

El poema arranca con una cita de la nouvelle de Joseph Conrad, Heart of Darkness.

Poema y nouvelle que a la vez inspiran Apocalipse now de Francis Coppola.

Una película y un poema que llevan a otro(s) y así fuimos a parar al tremendo tributo que en El precio del absoluto hace Godard al cine italiano. Con una película, Roma, ciudad abierta, Italia simplemente recobró el derecho para una nación de mirarse a la cara y entonces llegó la asombrosa cosecha del gran cine italiano.

"El único film, en el sentido del cine, que resistió a la ocupación del cine por América del Norte, a una cierta manera uniforme de hacer cine". Dice Godard: "fue porque el film estaba hecho por gente sin uniforme, fue la única vez".

A propósito: nos preguntábamos al aire cómo es que el cine cordobés no ha dejado ver el fascismo blanco de clase media docta que crece en esa provincia. Si ya se han hecho tantas películas cordobesas, ¿cómo es que este fascismo ahí no se ve?

Y es que sí se ve, pero en una sola película, La Hora del Lobo, que hizo Natalia Ferreyra, quien, mirá vos, no viene del ambiente cinéfilo. La Hora del Lobo, diría Godard, la película que recobró para los cordobeses el derecho a mirarse a la cara. La asombrosa cosecha no llegó todavía. Hay un árbol meciéndose y las voces son en el canto del viento más lejanas y más solemnes que una estrella que se apaga.


La Hora del Lobo from Ideas por Rosca on Vimeo.

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