Bluesky

Al actuar como jefa de La Cámpora en detrimento de los intereses populares @cristinafkirchner.bsky.social se arriesga a devaluar su legado. En Rosario se la vio aislada, simulando liderar a una totalidad que no está, ansiosa por revalidar una relevancia que ni siquera debería estar en discusión.

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— Oscar Cuervo (@oscaracuervo.bsky.social) 24 de noviembre de 2024, 3:45

martes, 12 de enero de 2021

Los discos del año 2020 IV

por Santiago Segura

Fueron muchas las veces que recibí la invitación de Oscar para hacer mi selección anual en La otra.-radio. En todas llevé música argentina al programa, por eso esta vez voy por mis cinco discos favoritos en el plano internacional: todo en inglés, todo norteamericano, todo imperdible (no porque lo elija yo). Quedan cosas afuera -podría hacer una selección nacional también, por supuesto-, pero esto es lo que más me impresionó de 2020 si hablamos de música.

Ohmme – Fantasize your ghost

La (mi) gran revelación del año es este dúo de Chicago. Sima Cunningham y Macie Stewart: dos guitarras eléctricas, dos voces poderosas, un baterista que completa el trío como músico invitado. Cinco elementos que son suficientes para demostrar que el rock puede seguir siendo un conjuro interesante, misterio en los recovecos. Hay un saber en la ejecución de Fantasize your ghost que desmiente a cierto rock alternativo que hace de la actitud desganada su cliché más cansador: aquí no se trata solo de intuición autodidacta. Ohmme es potencia levemente descolocadora, melodías hermosas cantadas siempre en un unísono celestial, compases compuestos que desacomodan eso que parece sencillo a la vez que sostienen el ritmo marcial, disonancias y ruido puestos en el momento exacto -el trabajo guitarrístico es impecable-, cuerdas que tensan y liberan el ambiente (Stewart es violinista y tecladista, además). Del nerviosismo de “Flod your gut” hasta el cierre preciosista de “After all” hay un viaje: de esto se trataba escuchar discos.  


Dirty Projectors – 5EPs: 

Tal vez el mejor experimento pandémico-musical de esta nueva era covidosa que no quiere acabar. Desde marzo de 2020 y hasta el final del año, el quinteto neoyorkino fue publicando una serie de EPs en la que cada capítulo -así los definieron; bien podría reconvertirse la sigla EP de extended play a una abreviatura de episodes- era cantado por un integrante del grupo, a excepción del baterista Mike John que, básicamente, es el único DP que no canta nunca. Recién en la quinta y última entrega, las voces de Maia Friedman, Felicia Douglas, Kristin Slipp y Dave Longstreth se funden como en discos anteriores. Si bien cada bloque de cuatro temas tiene sus maneras, el espíritu lúdico y acústico combinado con la experimentación de estudio, las influencias variopintas -el capítulo de Longstreth lleva de título Super João en homenaje a João Gilberto- y la atmósfera extraña generada con pocos elementos atraviesa el todo y las partes, que así funcionan también: juntas y por separado. Indispensable(s).


Rainsticks – October Onwards

La otra gran revelación de 2020 también proviene de Estados Unidos. Unos pocos oyentes mensuales en Spotify (menos de mil), una biografía escueta y que no brinda información técnica (jangle pop for the people). Pero un apoyo inestimable: Wilco. El grupo liderado por Jeff Tweedy confecciona todos los años una lista con recomendaciones musicales de todos sus integrantes. En esa lista estaba este nombre, Rainsticks, unos muchachitos de Nashville que toman la posta de un universo cancionero infalible: de Left Banke a Big Star, de The Byrds a Martin Newell, su música tiene un efecto chicloso instantáneo: te pone de buen humor y a tararear. Rainsticks viene a ser el nuevo eslabón en esa tradición infalible de la canción como gema bien pulida, tan anclada en los 60 como releída y actualizada por los mismísimos Wilco, Teenage Fanclub y una lista extensa (y tal vez no tan certera como los dos ejemplos destacados). Si siguen así, habrá que agregar el nombre Rainstick al linaje sagrado. Placentero como la morfina.


Bob Dylan – Rough and rowdy ways: 

La voz al frente, los acordes que van cayendo como gotera leve dentro de un balde. “I contain multitudes” es un clásico instantáneo y una muestra de cómo la música de Dylan fluye al pulso que se le canta aún en esta nueva centuria, que lo sigue teniendo como uno de los creadores más importantes, lejos de dormirse en los laureles, incluso cuando canta que duerme “con la vida y con la muerte en la misma cama”, o que no recuerda cuándo nació y olvidó su muerte. Viejo pero no sonso, Bob continúa el sendero iniciado hace casi 25 años en Time out of mind (1997): blues y baladas para tributar a viejos ídolos, ungir a (no tan) nuevas generaciones -Fiona Apple al piano en “Murder most foul”-, y repasar amores e influencias. La cantidad de menciones a artistas y obras que lo marcaron es una manera de recorrer su propia vida y se mueve como las canciones: parecen lineales, antiguas, estáticas; son movedizas e infinitas como su voz (¿queda alguien que lo crea un mal cantante todavía?). El corolario es “Murder...”, un disco por sí misma, con una fórmula similar a la de “I contain multitudes”: entre arrojo y arrojo armónico hay un espacio en el que puede suceder cualquier cosa y, aunque sepamos lo que va a venir, cada nueva escucha exige una atención inusitada a La Voz y a una banda notable, que con los instrumentos de siempre logra resultados asombrosos.


Owen Pallett – Island

Última joya llegada desde América del Norte, esta vez de un canadiense, que retoma su andar solista luego de seis años de silencio (Pallett trabaja, además de en la obra propia, como arreglista de infinidad de bandas y solistas de fama internacional). Island es un disco taciturno, que comienza desafiándote -el inicio instrumental es casi anticlimático para arrancar un álbum, hasta que se completa la experiencia y puede comprenderse como un resumen tímbrico y armónico del todo que vendrá: resonancia lúgubre- y va desplegándose canción tras canción. Si para “Paragon of order” no te enamoraste tal vez no sea lo tuyo, pero resulta difícil no sucumbir ante una música tan sobrecogedora y dramática, que va recargándose segundo a segundo en letra (“Hijos de hogares rotos/ Bailaremos”) y textura. Lo que sigue no es menos ominoso y bello, como si de un matrimonio entre Nick Drake y Joni Mitchell naciera un niño-monstruo de un planeta que aún desconocemos. Para valientes queda la tarea de escuchar el galope trágico de “A bloody morning”: “Seguramente algún desastre descenderá y nos igualará/ Una crisis unificará a los impíos, a los valientes y a los justos”. Distoépico.