por oac
Una de las tendencias más productivas del cine contemporáneo es la que hace eje no ya en los géneros (ni en su cruce), ni en sólo en las formas, sino también en la materialidad de la imagen y el sonido cinematográficos. Y quizá esto sea posible porque es la época misma la que se ha vuelto imagen: la época de la imagen del mundo, dijo uno. Al despertar cada mañana, Gecko, el protagonista de Fleurs du mal, se conecta a internet antes de mirar por la ventana. O quizás habría que decir que internet es su ventana al mundo; o mejor aún que el mundo se abre hoy tanto en los llamados espacios reales como en los virtuales. Es en ese "tanto en... como en..." que se desarrolla la historia de esta película, una historia de amor en los tiempos de facebook, twitter y youtube. Gecko es un francés hijo de inmigrantes árabes que conoce en su trabajo a Anahita, una chica iraní de clase burguesa. Ella sigue los diturbios políticos de su país por medio de twitter y youtube. Y es por estos medios que se produce el cortejo amoroso de estos chicos. Una de las escenas del romance transcurre en la "Plaza de internet", un parque con wifi que le permite a Anahita conectar su notebook.
El húngaro David Dusa (32 años) debuta en el largometraje con estas Fleurs du mal, un comienzo por cierto promisorio. La película crece en su tensión entre la historia de amor contemporánea (modem love), y las marcas políticas que continuamente la contaminan; incluso (o sobre todo) por la reapropiación que hacen los chicos de estos medios de comunicación. Allí es donde aparecen en la materialidad cinematográfica los signos entre nosotros -diría Godard: tanto el romance como la tensión política son fuerzas anfibias que pasan a través de las distintas texturas y textos de este mundo contemporáneo, desde las frases twitteadas o los emoticones :), pasando por las imágenes capturadas en diversos grados de definición (las imágenes borrosas que no permiten identificar a las víctimas de una represión policial, y las más nítidas que hacen ver la textura de la piel joven de los protagonistas), sin olvidar las canciones que se intercambian, las poesías de Baudelaire o de Omar Khayyam, o las figuras coreográficas que hace Gecko con su cuerpo: todo es signo.
Pero Fleurs du mal también puede ser vista como una revisitación de la nouvelle vague, después del Sin aliento (Godard, 1959) y Mala sangre (Carax, 1986). Dusa parece conciente tanto de esas filiaciones como de la novedad específica que separa a estos jóvenes de las parejas que formaban Belmondo/Seberg o Denis Lavant/Juliette Binoche. Esta riqueza de referencias intertextuales nunca le quitan ligereza ni sensualidad a las imágenes de su película. Por eso Fleurs du mal puede disfrutarse a distintos niveles.
4 comentarios:
Me pareció un poco pretensiosa y superficial... Amor, abusos de poder, asesinatos en medio de revueltas..todo en planos similares. Le falta perspectiva,diferenciación..o tal vez el director quiere hablar de eso.. que en los medios virtuales todo sucede en un mismo plano? o que mirar a través del monitor de la PC, en algunos casos desvirtua la realidad? Será que no se puede estar en todos lados a la vez?Habrà que elegir entonces y por eso el regreso de ella?...
Mmmm... no concuerdo, no creo que sea pretenciosa ni que haya problemas en que se mezcle el amor con la politica. Justamente esa contaminacion me parece interesante. ¿Acaso en la vida no es así? No creo que la realidad esté desvirtuada por esa mezcla, la película enfoca una apertura del mundo distinta, donde las redes sociales son parte del mundo. Creo que por fin un cineasta integra las redes sociales como lo que son: una forma de ser en el mundo, ni mejor ni peor que otras. Y lo bueno es que no está tratado como "tema" sino como forma.
Entrevisté al director hoy. La película tiene momentos muy bellos y le pongo fichas a su obra futura.
Es verdad lo que decís de la nouvelle vague, eso mismo sentí mientras miraba la película. Viendo la libertad de Gecko en sus movimientos, gestos y miradas me vino la imagen de Jean-Pierre Léaud de chico, corriendo por París. También me pasó que algo de esta libertad la sentí un poco limitada cuando Dusa subrayaba una y otra vez el contraste entre la supuesta monstruosidad del régimen iraní y la libertad idílica de Francia. En fin.
Aun así la película tiene momentos muy bellos y el personaje de Gecko, que llena la pantalla, me contagió las ganas de que la película siguiera un poco más.
Hay un rasgo de la nouvelle vague, no necesariamente en todas sus películas pero sí en muchas de la etapa temprana, es esa ligereza aérere (tanto desde el punto de vista del tono como de los mismos espacios) del cual la película de Dusa parece ser una continuidad. Yo nombré también a Leos Carax, porque el personaje de Gekko tiene puntos de contacto también con el de Denis Lavant. Por supuesto que siempre que uno señala afinidades puede señalar también distancias.
Pero yo esbozo algo en mi post que conversé también ayer con su director: la "libertad idílica" parisina está cuestionada dentro de la propia película por la tensión de clases que aparece entre la chica y el chico. Ella es una iraní burguesa liberal y el un musulmán pobre francés y hay escenas que expresan esa tensión. El punto de vista de la película no es el de la chica. Eso no quiere decir que Dusa desdeñe las luchas por las libertades civiles de los estudiantes iraníes, sino que las pone en tensión con la otra mirada, la de Gekko, quien cuestiona la posición de la chica, por mirar el proceso iraní desde afuera. Es muy inteligente en eso la película.
Publicar un comentario