Ugly beauty
por oac
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El hombre que podia recordar sus vidas pasadas (Tío Boonmee), de Apichatpong Weerasethakul, se estrenó en salas comerciales (5 salas, no precisamente aquellas donde la imagen y el sonido se puede apreciar correctamente), y despertó un fenómeno digno de pensarse. Fue muy recomendada por toda la crítica, incluso por Catalina Dlugi.
Según consigna Diego Batlle en otroscines.com: "fue sólido el arranque en el 14° lugar de El hombre que podía recordar sus vidas pasadas, del tailandés Apichatpong Weerasethakul, con 4.098 boletos vendidos con 5 copias (séptimo mejor promedio de rentabilidad): funcionó bien en las tres salas que lo proyectan en fílmico (1.134 en el Arteplex Centro, 1.601 en el Arteplex Belgrano y 875 en el Showcase Norte) y tuvo muy poco público en las dos que lo exhiben en DVD (349 en el Arteplex Del Parque y apenas 83 en una pasada diaria en el Sunstar San Isidro)". Esto implica que mucha gente leyó críticas laudatorias y fue a verla. Pero otro cantar son las reacciones que la película produjo: en varios blogs de cine se pueden leer comentarios furiosos contra la película y contra los críticos que la recomendaron.
Me han dicho que la proyección en el Arteplex centro es pésima, que las escenas nocturnas son invisibles. Es una pena que el esfuerzo de la distribuidora de estrenar semejante película se vea opacado por la baja calidad de las proyecciones. Es evidente, por lo que decimos todos los defensores de la película e incluso algunos detractores, que AW pone todas las fichas en los climas visuales y sonoros que crea, ya que propone una inmersión en un espacio que es a medias la jungla y a medias el territorio de lo Maravilloso (que no es simplemente surreal, ni fantástico). Las armas que tiene para eso son estrictamente audiovisuales. Así que ver u oir mal su película es casi peor que no verla. ¿El distribuidor no debería chequear la calidad de las proyecciones?
Por otro lado, la discusión sobre las virtudes artísticas del film se plantea no sólo entre público cinéfilo, sino entre quienes no lo son y, como dijo alguien en un blog, "van a ver 25 películas por año y quieren entretenerse". En buena hora: si estas películas existen es para que se discutan, e incluso para que se ganen el repudio de las mentalidades más conservadoras. Cuando se estrenó El perro andaluz se consideró a Buñuel y Dalí delincuentes peligrosos.
Las discusiones giran en torno al "deber ser" del cine y entran a jugar consideraciones tales como si una película tiene que ser narrativa, si tiene que tener "un guión como debe ser", etc. Curiosamente los que se refugian en esas certezas sobre lo que el cine debe ser son los que dicen ser simples espectadores; o sea, se jactan de un saber lo que debe ser el cine pero atacan a los defensores de la película tildándolos de "hablar desde un saber". Pero el arte no tiene nada que ver con el saber. Para eso están los noticieros y los manuales de estudio. La historia del arte está plagada de esos desfasajes entre el "espectador medio" y los artistas innovadores. David Griffith, que hoy sería algo así como el paradigma de la forma más clásica de narrar, despertó risas y desconcierto cuando inventó el plano americano, para que en los westerns se pudiera encuadrar a los cowboys y que se vieran las cartucheras de sus revólveres. El "espectador medio" se burlaba porque creía que los actores tenían las piernas cortadas.
Y eso se repite a lo largo de la historia del arte: Van Gogh o Cezanne fueron repudiados por los reaccionarios que decían, atrincherados en criterios académicos, que Van Gogh y Cezanne no sabían dibujar o pintaba mal, Miles Davis fue criticado porque tocaba pocas notas en su trompeta, Thelonius Monk porque descalabraba el ritmo y la armonía del piano jazzístico. El "espectador medio" solo se tranquiliza cuando puede refugiarse en códigos reconocibles, "reconocer" lo que ya cree saber, evitar obstáculos. Esto es un verdadero círculo vicioso, porque esa noción conservadora del cine está alimentada por miles de horas de narraciones rutinarias consumidas en televisión. Y algunas audacias narrativas que se podía permitir Hitchcock en los 50 hoy serían repudiadas, si no fuera que Hitchcock ya está canonizado, lo mismo que Van Gogh o Miles Davis. Entonces el "espectador medio" (lo pongo entre comillas porque cuestiono el uso vicario que se hace de esa categoría) se escandaliza ante le menor desvío. El que se escandaliza en realidad no es el espectador medio, sino el consumidor estragado.
Apichatpong ya hizo varios largos, la mayoría de ellos extraordinarios (yo creo que es el cineasta del siglo xxi por antonomasia), y en cualquiera de ellos hay momentos de desvío de la previsibilidad de lo que debe ser una película. Si ahora se arma este petit-debate es porque llegó a las salas comerciales y los críticos de los grandes medios se acoplaron a la tendencia general de celebrar a la película (porque lo merece). Es interesante notar que el lector de los grandes medios, ese que se ubica en la posición del consumidor de entretenimientos y se queja cuando no entiende una película (como se quejaría si le sirvieran una mosca en la sopa), reacciona frente a la película y a las críticas elogiosas como un consumidor estafado: "¡devuélvanme la guita!".
Es un conflicto que vale la pena pensar, porque la visibilidad del cine de AW es lo que escandaliza. Mientras se pasó en festivales o salas de arte, el escándalo no se producía. ¿Habrá que proteger a las películas que se arriesgan artísticamente, asegurándose que se den en buenas salas, y en un contexto favorable para que no queden a merced de pochocleros con el sistema digestivo diezmado por la chatarra y el espíritu embotado?
6 comentarios:
Se me ocurrió comentarte que estoy descubriendo a este cineasta gracias a tu blog, la revista, el programa radial, en fin, tu trabajo. Y que puede pasar que una espectadora que no es cinéfila, como yo, se quede extasiada sin saber. Se me ocurre también que este es un espacio donde algunas expresiones artísticas "no convencionales" encuentran algo de esa protección.
Pero ir a una sala sigue siendo una experiencia antropológica, me parece: anoche asistí a una función gratuita, en un viejo cine de Tandil, convertido en centro cultural, de "Con ánimo de amar", de Won Kar-Wai. La mitad del público se rió con ganas durante buena parte de la película. Y ahí ya no entendí nada. Me desconcerté, y me acordé de una entrada anterior donde hablás de Apichatpong y me dije que a lo mejor yo había visto esa obra de Won Kar Wai en una clave demasiado tradicional, frente a un televisor, je.
Gracias Oscar, y también por esa maravilla de Joao Pedro Rodrigues, "Morir como un hombre".
Gracias, Fer, esa es la idea, compartir. Me alegro cuando alguien que pasa por acá lo capta, son las ganas de compartir las que me llevan a escribir en este blog. Aunque algunos no lo entiendan así y quieran transformarlo en una cuestión de autoridad.
"que una espectadora que no es cinéfila, como yo, se quede extasiada sin saber": creo que vos das en el clavo, en el arte no se trata de saber, justamente lo contrario, si algo quiere el arte es que olvidemos lo que sabíamos o creíamos saber.
Cena en el porche de casa, se escuchan hasta las estrellas. Invitados inesperados pero muy queridos asoman al frescor y arriman sillas. Hay mucho para hablar pero, a veces, un silencio cargado de afecto es más elocuente.
Que ese plano secuencia transcurra en Tailandia, lindante a la jungla, y que los que se acercan a la velada familiar sean fantasmas, espíritus presentes por obra de una rara magia de este mundo, es lo de menos: estuve allí, respiré con ellos.
El hombre que podía recordar sus vidas pasadas, invita sin tironear a una realidad de dulces misterios ubicados en el corazón de la más rancia rutina, y si te enganchás, te enganchás. Apichatpong Weerasethakul es Lumière y Méliès al mismo tiempo.
Pablo:
me encantó tu comentario, si me permitís lo voy a reproducir en el próximo nro. de La otra.-mutante.
Gracias Oscar, no solo te lo permito sino que me siento honrado.
La vi ayer y fue mejor que fumarme algo..plantea a la vida como la capacidad de cohabitar con todo lo otro. Me propuso un enorme misterio, el cual no era para nada oscuro más bien muy luminoso. Hay que acostubrar la mirada a lo que irradia lo luminoso.Fantástica!!
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